Bonfanti, Ezio; Bonicalzi, Rosaldo; Rossi, Aldo; Scolari, Massimo; Vitale, Daniele. 1979. Arquitectura Racional.
Bonfanti, Ezio;
Bonicalzi, Rosaldo; Rossi, Aldo; Scolari, Massimo; Vitale, Daniele. 1979. Arquitectura
Racional. 1st ed. Madrid: Alianza Editorial.
1. La herencia del racionalismo
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Adolf Behne
“No al espacio modelado y sí a la ´forma’ de la
realidad”
De “Der Moderne Zweckbau”, 1923
…Nada más
comprensible que el hecho de que el racionalista dé un realce particular a la
forma: en efecto, ésta nace con la instauración de las relaciones humanas. El
individuo solo, aislado en medio de la Naturaleza, no tiene ningún problema de
forma. El hombre solo, aunque esté solo en la Naturaleza, es libre. El problema
de la forma surge conjuntamente con el de la unión entre varios individuos, o
en otras palabras, la forma es la condición que hace posible la convivencia. La
forma es un hecho eminentemente social. Quien acepta las leyes de la sociedad
acepta también las de la forma.
Si la humanidad
fuese simplemente una suma de individuos, todavía sería posible concebir la
casa como algo puramente instrumental y funcional. Pero para quien ve la
humanidad como un organismo, como una entidad que asume una forma y se extiende
en el espacio y en el tiempo, la casa debe responder a algunas exigencias
“formales”, entendiendo con esta palabra algo distinto de “decorativas”. Si
todo edificio forma parte de un conjunto, debe aceptar determinadas reglas
universalmente válidas, reglas que por lo tanto no provienen de un de sus
exigencias funcionales particulares, sino de aquellas del complejo del que el
edificio es parte; exigencias, en fín, estéticas y formales (…) satisfacer
exigencias individuales lleva a la anarquía.
25-26
Con el concepto
de forma no debe entenderse algo accesorio u ornamental ligado al gusto o al
estilo (…) sino más bien algo que proviene del carácter particular del
edificio, carácter que es el de una estructura válida en el tiempo.
26
Si por un lado el funcionalista expresa preferentemente el
carácter funcional del edificio , Hola haciendo de él algo excepcional y único ,
es decir , oh una casa para cada función , Por su parte el racionalista
interpreta este carácter en sentido amplio y genérico es decirHola ,Hola como adaptabilidad a muchos
usos Hola ;
(…) Mientras el funcionalista busca la mayor adaptación a
una finalidad lo más particular posible, el racionalista quiere la mayor
adaptabilidad para el mayor número de necesidades. El primero quiere aquello
que se adapte exclusivamente un caso específico, el segundo aquello que mejor
se adapte a las exigencias comunes, o sea al valor medio. Uno es todo
acomodación, relatividad, informalidad, que derivan de la falta de
individualidad, de la capacidad mimética; el otro tiene una propia voluntad y
conciencia de sí mismo y está abierto al juegos y a la forma …
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Ernerto Nathan Rogers
De “Esperienza dell’architettura”, 1958
Arquitectura es sublimación de las necesidades de la vida: es
el arte que define, en el espacio, el tiempo.
Ser moderno significa simplemente existir; ser racional
significa poco más que posee el sine qua non para existir.
Ser arquitecto, es decir Artista, es muy otra cosa.
No alardeemos pues de estos méritos, como no lo haremos, en
otro campo, con los de hombre honesto.
¿Qué es un hombre, si ni siquiera es honesto? Y aún ¿Qué es
un arquitecto, si ni siquiera es lógico?
Nuestra aspiración es más alta: creemos que el construir no
lo es todo para el arquitecto, pero tenemos la necesidad de decir, de expresar,
con la síntesis de nuestra obra, más allá de la vida contingente, el pensamiento
y el carácter de la época actual.
Y puesto que para decir se precisa un lenguaje inteligible a
la mayoría, hemos llegado conjuntamente al acuerdo de buscar el camino
principal en el laberinto del arte.
La personalidad individual no interesa demasiado, nos
preocupa bastante más la personalidad de la obra. Poco importa que se diga de
un edificio que “es de fulano” si el monumento no comunica la propia alma. Una
casa tiene que ser antes que nada casa, importa menos el que sea “mía” o “tuya”.
Un artista, cuando lo es verdaderamente, deja siempre
huellas de sí mismo en su trabajo, sí está huella creemos es tanto más profunda
cuando menos se haya preocupado el artista en trazarla.
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(…) Tras las experiencias románticas extremadamente subjetivas,
ha llegado el momento de que, si no se quiere caer en una peligrosa Babel, las
palabras individuales se organicen en una lengua viva y común. La obra de arte
será original, no cuando el artista haya impreso a capricho el propio sello, superficialmente
decorativo, sino cuando el claro equilibrio del organismo exprese la esencia
íntima y la novedad del concepto interpretativo.
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…Y por
tanto, para seguir siendo arquitectura, la tradición no debe ser ni el arco ni
el capitel, ni la horizontal ni la vertical, sino el modo de entender todos los
elementos en su significado esencial, que es la perfecta coherencia entre su
forma y las necesidades que tales formas han generado.
Esta coherencia es un acto moral.
He aquí que hemos trasladado los problemas de la estética al
campo de la ética; un hecho enorme, amigos míos, que ha surgido
inconscientemente dentro de nosotros. Y que, a duras penas, comprendemos hoy.
Es una ética que proviene de las leyes de las cosas, las
cuales, todas ellas, obedecen a una propia verdad que no pueden desmentir ni
nuestros propios espíritus. Nuestro deber dentro del arte sería un juegos
demasiado fácil si no fuese así; sería un pasatiempo de camarillas, cuando en
cambio es un esfuerzo de poetas: es la búsqueda en nosotros mismos de la verdad
de las cosas.
50
Le Cobusier
“Arquitectura”, 1912
Lo que distingue a la auténtica arquitectura es el hecho de
no poder manifestarse con eficacia sobre el papel.
(…)
Pero actualmente domina la libertad de interpretación
(…)
Por el contrario, yo afirmo: una auténtica obra de
arquitectura no puede manifestarse con eficacia mediante un dibujo que la
represente sobre una superficie. Mi mayor motivo de orgullo es que los espacios
interiores que he creado no hacen el más mínimo efecto en fotografía y las
personas que viven en los interiores que he proyectado no reconocen sus
viviendas en las fotografías (…) debo renunciar por tanto al honor de ver
publicadas mis obras en las revistas de arquitectura. Se me niega esta
satisfacción a mi vanidad.
108
“…Ante todo yo soy un arquitecto y no un teórico o un
historiador. Creo en la imposibilidad de separar las formas de las ideas. En
cada trabajo mi propósito, ya sea en la fase de investigación como en la
práctica, es descubrir cuáles son las ideas generales que influencian un
proyecto arquitectónico.
En efecto, he proyectado arquitectura partiendo de ideas
surgidas durante la investigación. Y he encontrado nuevas ideas a través de los
proyectos, y estas ideas me han llevado a nuevos ámbitos de investigación. Aunque
no se puede estar nunca seguro de cómo se explica este proceso, es siempre una
especie de dialéctica. Para mí, sin embargo, uno de los problemas centrales de
la proyectación es el de crear una situación donde exista dialéctica entre
ideas y formas, entre lo que es real en el ambiente y lo que está implícito.
Mi trabajo presenta cuatro aspectos, que representan
actividades paralelas más que actividades rígidamente sucesivas; una de ellas
es la labor analítica cuyo contexto es esencialmente histórico. Se concreta en
dos periodos: los trabajos renacentistas de Palladio, Vignola, Scamozzi, Giulio
Romano, etc., y el movimiento moderno (particularmente el trabajo de Le
Corbusier, y de Giuseppe Terragni)…
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Adolfo Natalini – Superstudio (Italia)
“Para quién como nosotros esté convencido de que la
arquitectura es uno de los pocos medios para ser visible en la tierra el orden
cósmico, para poner orden entre las cosas y, sobre todo, para afirmar la
capacidad de actuar según la razón, es una “moderada utopía” imaginar un futuro
próximo en el que toda la arquitectura sea producida por un único acto, por un
solo dibujo capaz de aclarar, de una vez por todas, los motivos que empujaron
al hombre a levantar dólmenes, menhires, pirámides, y a trazar ciudades
cuadradas, circulares, estrelladas y, en fin, a marcar (ultima ratio) una línea
blanca en el desierto.
La gran muralla china, el muro de Adriano, las autopistas, como
los paralelos y los meridianos, son los signos tangibles de nuestra comprensión
de la tierra.
Creemos en un futuro de “arquitectura reencontrada”, en un
futuro en el que la arquitectura vuelva a tomar sus plenos poderes abandonando
cualquier designación ambigua y planteándose como única alternativa a la
naturaleza.
En el binomio “natura naturans” y “natura naturata”, escogemos
el segundo término.
Eliminando espejismos y fatamorganas de arquitecturas
espontáneas, arquitectura de la sensibilidad, arquitecturas sin arquitectos, arquitecturas
biológicas y fantásticas, nos dirigimos hacia “el monumento continuo”: una
arquitectura igualmente emergente en un único ambiente continuo: la tierra
convertida en homogénea por la técnica, por la cultura y por todos los
inevitables imperialismos” (A. Natalini)
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