ROSSI, Aldo (1966): Arquitectura para los museos
ROSSI, Aldo (1966): Arquitectura para los museos
Aldo Rossi, en: Canella, et al. (1968): Teoría de la proyectación arquitectónica, Gustavo Gili, Barcelona
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La formación de una teoría de la proyectación constituye el
objetivo específico de una escuela de arquitectura y su prioridad sobre otras
investigaciones es innegable. Una teoría de la proyectación representa el
momento más importante, básico, de toda arquitectura, y por esto un curso de
teoría de la proyectación debe aparecer como eje principal de una escuela de
arquitectura.
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El primer principio de una teoría me parece que consiste en
la obstinación en algunos temas y que es propio de los artistas y de los
arquitectos en especial el hecho de centrar un tema a desarrollar, realizar una
elección en el interior de la arquitectura e intentar resolver siempre aquel
problema.
(…)
En realidad, si debiéramos escribir la historia de la última
arquitectura (…) podríamos escribir sobre la miseria de la arquitectura, por
este continuo recomenzar desde el principio (…) este dirigirse a algo ajeno a
la experiencia real que tiene lugar, signo de debilidad y de extrema fragilidad
cultural.
(…)
Así, todos aquellos que se fundamentan seriamente en
arquitectura y que proyectan y piensan edificios a un tiempo, deberían decirse:
cómo he hecho que fueran mías mis arquitecturas.
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Diré ahora sumariamente qué entiendo por arquitectura.
Entiendo la arquitectura en sentido positivo como una creación inseparable de
la vida y de la sociedad en la que se manifiesta; ésta es en gran parte un
hecho colectivo (…) la arquitectura se constituye, pues, con la ciudad, y con
la ciudad se constituyen las viviendas y los monumentos, hechos privados y
hechos colectivos son los términos de referencia para el estudio de la ciudad.
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(…) La arquitectura y la ciudad se diferencian de cualquier
otro arte o ciencia porque aparecen como transformaciones de la naturaleza,
siendo, a la vez, elementos naturales (…) La ciudad y el territorio aparecen
como parte de esta construcción. Son una parte de la arquitectura. En este
sentido, Carlo Cattaneo hablaba de la naturaleza y de la ciudad a un tiempo
como patria artificial del hombre y afirmaba que no se puede conocer la
realidad del campo, de los territorios, de la ciudad, sin pensar que son un
enorme depósito de trabajo, depósito que representa, en el tiempo, el hacerse
concreto de la ciudad. Cuando Milizia afronta la definición de la ciudad (…)
escribe: “(…) a la arquitectura le falta en verdad el modelo formado por la
naturaleza; pero posee otro formado por los hombres, siguiendo la industria
natural al construir sus primeras viviendas”.
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(…) efectivamente cuando proyectamos conocemos, y cuando nos
acercamos a una teoría de la proyección definimos una teoría de la arquitectura
(…)
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Entonces la arquitectura aparece como una meditación sobre
cosas, sobre hechos; los principios son pocos e inmutables, pero son muchísimas
las preguntas concretas que el arquitecto y la sociedad dan a los problemas que
sucesivamente se plantean en el tiempo. La inmutabilidad proviene del carácter
racional y reductivo de los enunciados arquitectónicos. “Si la unidad debe,
pues, existir en el arte de la arquitectura, dicha unidad no puede lograrse
aplicando tal o cual forma, sino a través de la búsqueda de aquella forma que
es la expresión de lo que prescribe la razón.”
Son palabras de Viollet Le Duc, pero pudieran ser de
cualquier otro arquitecto racionalista, porque en la historia de la
arquitectura esta posición aparece tan a menudo que puede definirse como
característica.
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Ahora (…) diré cuales juzgo que son
los puntos fundamentales de una teoría de la proyectación.
Son en primer lugar
la lectura de los monumentos, en segundo lugar el discurso sobre la forma de la
arquitectura y del mundo físico y finalmente la lectura de la ciudad, esto es,
la concepción en muchos aspectos nueva y nuestra de la arquitectura urbana.
(…)
Por estudio de los monumentos me refiero a la formación del
arquitecto en arquitectura, esto es, a la meditación sobre hechos
arquitectónicos; no exactamente a la historia de la arquitectura, si no más
bien a lo que, desde el punto de vista de la disciplina, se llamaba y se llama
el dibujo arquitectónico. El dibujo arquitectónico de los monumentos de hecho
constituye el principal pero no el único modo de apropiarse de las
características de cierta arquitectura. Podemos discutir de qué manera deba
realizarse y qué deba entenderse por dibujo, pero en modo alguno cabrá suponer
que este dibujo haya de referirse a algo que no sea un hecho arquitectónico.
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Si se miran los libros publicados por Le Corbusier, se
advierte qué parte fundamental, justamente para un análisis lingüístico de su
obra y para la formación teórica de este artista, tiene el estudio de los
monumentos, el de la ciudad, y las continuas insistencias, las repetidas
anotaciones sobre algunas arquitectura que constituyen llamadas constantes.
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A veces, llena de posibles equívocos es la discusión sobre
el segundo problema al que me he referido, el problema de la forma. Diré
simplemente que entiendo la forma como un signo preciso que se coloca en la
realidad y que es la medida de un proceso de transformación. De este modo, la
arquitectura es algo cerrado y acabado, una vez más aparece ligada a un
enunciado lógico.
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De nuevo, me refiero a la forma física de la ciudad, a su
construcción, a la ciudad como artefacto (…) me interesa ver de qué modo los
fundamentos de una teoría de la ciudad pueden ser también los fundamentos de
una nueva arquitectura.
(…) de un lado tenemos el problema de la construcción de la
ciudad nueva, de la comprensión de la antigua, de los fundamentos de la
arquitectura: de otro, se trata de algo completamente distinto: los problemas
del ambiente, de la conservación, etc.
(…)
El movimiento moderno había fundado sus teorías de la
proyectación en algunos puntos fijos: el método y la función.
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De todo ello nació la idea de ciudad en la que los
monumentos constituyen los puntos fijos de la creación humana, los signos
tangibles de la acción de la razón y de la memoria colectiva (…) y así la
estructura urbana, según leyes de la dinámica de la ciudad, se dispone de modos
distintos, pero siempre con estos elementos fijos: la casa, los elementos
primarios, los monumentos.
(…)
Creo que esta concepción es ya un modo de hacer arquitectura,
así como un modo de comprenderla. Creo que de esta distinción pueden derivarse
reglas diversas para la proyectación misma, y no sólo proyectando partes de la
ciudad, sino en relación con la arquitectura en sí.
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Un razonamiento riguroso sobre la proyectación
arquitectónica debe basarse en fundamentos lógicos.
Y esto es, en su forma más general, la actitud racionalista
con respecto a la arquitectura y a su construcción: creer en la posibilidad de
una enseñanza integrada por entero en un sistema y donde el mundo de las formas
es tan lógico y preciso como cualquier aspecto del hecho arquitectónico,
considerando a éste como significado transmisible de la arquitectura cual de
otra forma de pensamiento.
La arquitectura, nacida de la necesidad, ahora es autónoma;
en su forma más elevada crea piezas de museo hacia las que los técnicos se
orientarán para transformarlas y adaptarlas a las múltiples funciones y
exigencias a que deben ser aplicadas.
Así, debemos formarnos en el análisis de los caracteres
constitutivos de un proyecto; esto es lo que debe proponerse un curso de teoría
de la proyectación.
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