Domènech, Miquel; Tirado, Francisco Javier. 1998. “Claves Para La Lectura de Textos Simétricos.”
Domènech, Miquel; Tirado, Francisco Javier. 1998. “Claves
Para La Lectura de Textos Simétricos.” In Sociología Simétrica, edited by
Francisco Javier (Comps.) Domènech, Miquel; Tirado, 13–50. Barcelona: Gedisa.
13-14
Agrupados en torno al nombre genérico de Actor-Network
Theory (Teoría del Actor-Red) estos autores han llevado a cabo un trabajo de
demolición minucioso y pertinaz de las dicotomías que tradicionalmente han
poblado los análisis sociológicos: naturaleza-sociedad, sujeto-objeto,
macro-micro, etc. Su apuesta es una forma de explicación monista en la que los
protagonistas de sus relatos se caracterizan por su heterogeneidad material.
Así, las fronteras entre el dominio de lo social y el dominio de lo natural se
disuelven, las características que tradicionalmente se imputan a actores
humanos aparecen ahora relacionadas con elementos no-humanos y la
diferenciación entre niveles de explicación se vuelve inservible.
1. El principio de simetría
El origen de la noción de simetría como fundamento de la
práctica sociológica hay que buscarlo en el trabajo seminal de David Bloor: Knowledge
and social imagery, una obra que constituye un hito a partir del cual el
estudio de la ciencia y la producción de conocimiento queda transformado de
manera radical.
15-16
La simetría es uno de los cuatro principios -causalidad,
imparcialidad, simetría y reflexividad- que Bloor (1976) propone como
constitutivos de lo que debería ser un programa fuerte para el
desarrollo de una sociología del conocimiento. Como es bien sabido, la
sociología de la ciencia mertoniana había ejercido un claro dominio en las
décadas precedentes (…) La idea que subyace a una sociología encomendada a
tales tareas no es otra que un convencimiento cartesiano sumamente arraigado en
la concepción moderna del conocimiento de que lo verdadero, lo racional, no
requiere explicación; solo el error, lo falso, lo irracional necesitan de una
justificación causal (…)
16
(…) esos sociólogos de la ciencia habían asumido acríticamente
la separación de contextos que la filosofía de la ciencia había asentado al
distinguir entre un contexto de justificación que tendría que ver con
las cuestiones referentes a la verdad del conocimiento y donde la epistemología
y la metodología dirían la última palabra, y un contexto de descubrimiento,
que sería el adecuado para la sociología, disciplina a la que sólo se
consideraría capacitada para explicarlos errores (…)
16-17
(…) Bloor plantea que es posible investigar y explicar el
contenido y la naturaleza del conocimiento científico. Entre otras cosas, por
considerar que no se puede aplicar la sociología de un modo completo el
conocimiento científico equivaldría a afirmar que la ciencia no puede conocerse
de un modo científico. Pero para ello hay que superar la visión de la
sociología del conocimiento como sociología del error. De ahí la formulación de
su segundo principio, el principio de imparcialidad: es preciso explicar tanto
éxito como fracaso, racionalidad como irracionalidad, verdad como falsedad. Es
a partir de aquí que toma sentido el principio de simetría, la idea de que hay
que utilizar un único estilo de explicación en el que los mismos tipos de
causas sirvan para explicar las creencias verdaderas y las falsas (…) Se espera,
más bien, analizar cómo ha sido posible que un cierto consenso sea alcanzado
acerca del significado de unos resultados o el contenido de una experiencia,
explicar cómo ha sido que uno de los componentes oponentes en una controversia cede
y asume los argumentos del otro.
17
Es evidente que la postura simétrica, tal y como es
planteada por Bloor, requiere de nosotros un claro desapego respecto de
conceptos como los de verdad, racionalidad u objetividad y un cuestionamiento
firme de la manera tradicional de plantear la ciencia como un campo que debe
permanecer necesariamente ajeno a la influencia social para producir un
verdadero conocimiento científico (…)
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2. La radicalización del principio de simetría
la primera referencia a la necesidad de ir más allá de la
simetría tal y como lo entiende blog coma la encontramos en Callon (1986) que
propone una simetría generalizada para justificar que naturaleza y
sociedad deberían ser descritas en los mismos términos:
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«(…) La regla que debemos respetar es no cambiar de registro
cuando nos movemos de los aspectos técnicos del problema estudiado a los
sociales» (Callon, 1986: 261-262)
(…) El principio de simetría de Bloor, tal y como es
desarrollado especialmente por aquellos que abrazan una perspectiva
construccionista de la ciencia y la tecnología (…), acaba resultando
«constructivista para la naturaleza» y «realista para la sociedad». Los
planteamientos construccionistas llegan a la conclusión de que es en el dominio
de lo social y no en el mundo natural donde hay que buscar las explicaciones
para la génesis, aceptación y rechazo de las reivindicaciones de conocimiento. Tal
y como ha remarcado Law (1987), en el constructivismo social son las fuerzas
naturales o los objetos tecnológicos los que tienen siempre el estatus de explanandum
pero no acostumbran a ser tratados como explanans.
(…)
Hay, pues, en la reivindicación de la simetría generalizada,
una radicalización de la prevención fundamental acerca del uso de explicaciones
basadas en dualismos asumidos acríticamente. Así, más allá del cuestionamiento
de la asimetría con la que tradicionalmente la epistemología ha explicado la
verdad y el error, la propuesta de radicalizar el principio de simetría plantea
que dualismos como naturaleza/sociedad y humano/no-humano deben ser también
puestos entre paréntesis.
20
«Son las dos nociones de naturaleza y de sociedad las que
hay que abandonar como principio de explicación (…) Es una socio-naturaleza lo
que se produce, ligando humanos a no-humanos, fabricando nuevas redes de
asociaciones» (Callon-Latour, 1990:35).
(…)
Estamos de acuerdo con Law (1994) en que preguntarse acerca
de este tipo de distinciones es, en parte, abrir un debate sobre el carácter de
la agencia, sobre lo que significa la cualidad de ser humano. Y aquí la
influencia de Foucault, en un planteamiento que sitúa a la agencia como efecto o
producto, es plenamente reconocida por los sociólogos simétricos.
22
(…)
Descripciones de la ciencia y de la actividad de los
científicos en términos de dominación, sometimiento y lucha atraviesan
igualmente los textos de los teóricos del actor-red. gran parte de su trabajo
se resumen mostrar como actores y colectividades articulan concepciones de los
mundos natural y social y tratan de imponerlas a otros (…)
22-23
Las relaciones de poder son, pues, un elemento importante y
siempre presente en los análisis que la Teoría del Actor-Red hace de la ciencia
y la producción de conocimiento. De hecho, en sus planteamientos no puede
apreciarse solución de continuidad entre la sociología del conocimiento
científico y el estudio de las relaciones de poder (Law, 1986) (…)
23
(…) para explicar lo social, para entender la dominación, hay
que dejar de lado la preocupación exclusiva por las relaciones sociales y tomar
en consideración a los actantes no humanos (Latour, 1991b), así como los
procedimientos técnicos en los que estos están involucrados (…)
(…) Eso lo estaría haciendo Foucault al disolver la noción
de poder como sustancia ostentada por el poderoso en favor de un paradigma
estratégico en el que lo que cuenta son una miríada de micro poderes difundidos
a través de diversas tecnologías disciplinarias. Nociones como mecanismo,
aparato, maquinaria, dispositivo abundan en las explicaciones de Foucault (1975)
acerca del poder disciplinario y le dan un carácter deliberadamente tecnológico
que liberan de situar a una agencia humana específica detrás de las estrategias
de poder. Es en este sentido que a estas hay que entenderlas, a la vez, como
intencionales y como no-subjetivas, respondiendo a una lógica, pero no a la
intención de un soberano.
24
«Esto quiere decir que el poder, cuando se ejerce a través
de estos mecanismos sutiles, no puede hacerlo sin formar, sin organizar y poner
en circulación un saber, o mejor, unos aparatos de saber que no son
construcciones ideológicas» (Foucault, 1979: 147).
Ello es lo que lleva a Latour (1986) a plantear que su
visión supone una expansión del análisis foucaultiano al dominio de las
máquinas y las ciencias duras. Al fin y al cabo, «el poder está en todas
partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes» (Foucault, 1976:
113).
(…)
En los análisis de Callon y Latour Es fundamental la
perspectiva semiótica en tanto que los elementos, las entidades de tales análisis,
no existen por ellos mismos. Las implicaciones del trasfondo semiótico quedan
muy claras en la siguiente cita de Law y Mol (1995: 277):
«Los
elementos no existen por ellos mismos. Estos están constituidos en las redes de
las que forman parte. Objetos, entidades, actores, procesos -todos son efectos
semióticos: nodos de una red que no son más que conjuntos de relaciones; o
conjuntos de relaciones entre relaciones. Empújese la lógica un paso más allá:
los materiales están constituidos interactivamente; fuera de sus interacciones
no tienen existencia, no tienen realidad. Máquinas, gente, instituciones
sociales, el mundo natural, lo divino -todo es un efecto o un producto».
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La heterogeneidad de las partes será considerada siempre
previa a la unidad del todo. La cuestión estriba, para estos autores, en
decidir si el individuo es previo a cualquier cosa y configurar la sociedad, a
su sociedad, o en pensar si una maraña de hechos unidos por el cemento de la
moral genera lo colectivo, o en establecer si varias relaciones con sentido y
perseverancia en el tiempo producen una institución, o si una determinada
estructura nos permite racionalizar la inmanente diversidad de los fenómenos
humanos. El planteamiento, ahora, es mucho más simple: individuos, hechos,
estructuras o relaciones son productos, efectos a posteriori de lo que es sólo
una maraña de materiales heterogéneos, yuxtapuestos, unidos y configurados por
las relaciones que son capaces de establecer o sufrir. Aquí radica precisamente
la apuesta por la heterogeneidad.
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En la senda que traza la lógica de esta semiótica, se prima,
como el lector ya debe haber intuido, la parte, molecular, fragmentada,
incierta, por encima de cualquier objeto total y acabado, evidente y
manifiesto. «Las
partes son las transportadoras del ser, no las totalidades, que no son más que
el compromiso provisional de las partes» (Fisher, 1991: 213). Tales
totalidades no dejan de ser, simplemente, efectos provisionales, transitorios e
inacabados. El proceso requerido, o el proceso por el que aparece una totalidad
a partir de esas partes recibirán nombres como ensamblaje, patrón de ordenación
o traducción. En los primeros momentos de la radicalización del principio de
simetría, Callon y Latour preferirá utilizar precisamente esta última
denominación, hablarán de traducción para referirse a la dinámica que rige esos
entramados de entidades y materiales heterogéneos.
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