Guattari, Félix (2017): La revolución molecular
Félix Guattari (2017): La Revolución Molecular.
15
Acercarse al suicidio. Objeto fóbico.
¿Hay objetos fóbicos? ¿Hay
objetos eróticos?
16
Hay dos políticas del suicidio: la paranoico-familiarista de
Werther y la del incesto esquizo de Kleist.
(…) Decidir lo indecidible. Ocupar un lugar entre los
«suicidados de la sociedad»
(…) Y también para fastidiar al socius. Sus trucos
atrapabobos que hablan del ser-para-la-muerte, su asistencia social del ser-para-el-margen
(…)
17
En fin, la muerte diamantina del deseo innombrable.
I.
REVOLUCION MOLECULAR Y LUCHA DE CLASES
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EL FIN DE LOS FETICHISMOS
(…) cuando hablo de mierda casi no se trata de una metáfora:
el capitalismo lo reduce todo al estado de mierda, es decir, al estado de
flujos indiferenciados y decodificados de los que cada uno debe extraer su
parte de una manera privada y culpabilizada. Se trata del régimen de la
intercambiabilidad: cualquier cosa, dentro de su «justa» medida puede equivaler
a cualquier otra. Marx y Freud, por ejemplo, reducidos al estado de papilla
dogmática, podrán ser comercializados sin ningún riesgo para el sistema.
(…) El revisionismo es aquí la norma. Las teorías
constituidas son incesantemente relativizadas, disueltas, dislocadas.
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(…) La primera tarea de una teoría del deseo debería ser la
de intentar discernir cuáles son las posibles vías de irrupción en el campo
social.
(…) De forma paralela, todo desarrollo teórico relacionado
con la lucha de clases actual debería esforzarse prioritariamente por abrirse a
la producción deseante y a la creatividad de las masas. El marxismo, en todas
sus versiones, ignora el deseo y pierde su fuerza en la burocratización y en el
humanismo.
23
(…) Negarse a hacer frente a esas carencias fundamentales,
tratar de enmascararlas, significa hacer creer que los límites internos de esas
teorías son límites realmente infranqueables.
(…) La única actitud admisible en este campo es tratar de
que un texto funcione. Y desde este punto de vista, lo que permanece vivo en el
marxismo y en el freudismo no es la coherencia de sus enunciados, sino la
enunciación rupturista
23-24
(…) Separar el deseo del trabajo: tal es el primer
imperativo del capital. Desvincular la economía política de la economía deseante:
tal es la misión de los teóricos que se ponen a su servicio.
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(…) la cuestión actualmente no es saber cómo se podría
modificar la práctica del psiquiatra y del psicoanalista, o las actitudes de
los grupos de enfermos, sino algo más fundamental, saber de qué manera funciona
la sociedad para que hayamos llegado a una situación como ésta. Una sociedad
que interpreta toda producción por la ley del beneficio tiende a separar
definitivamente la producción deseante de la producción social. El deseo se inclina
del lado de lo privado; lo social del lado del trabajo rentabilizado.
26
Las máquinas deseantes proliferan sobre las máquinas
industriales y sociales. Sin embargo, son constantemente vigiladas,
canalizadas, aisladas las unas de las otras, cuadriculadas. ¿Puede ese control
alienante considerarse legítimo e inherente a la condición social del hombre, o
es posible superarlo? He aquí la pregunta fundamental.
(N de los E): El concepto de «máquina» es fundamental en el
pensamiento de Guattari, así como en el de Deleuze, y por supuesto a lo largo
del presente libro. Según ambos autores, el capitalismo no es como tal «un modo
de producción», ya que no es un sistema, sino un conjunto de dispositivos de
servidumbre maquínica [asservissement machittique] y a la vez un conjunto de
dispositivos de sujeción social [assujettissement socidlé]. Los dispositivos
son máquinas, si bien estas máquinas ya no dependen de la techne. La máquina
tecnológica sería sólo un caso de maquinismo. Hay máquinas técnicas, máquinas
estéticas, máquinas económicas, máquinas sociales, máquinas deseantes, etc. Uno
puede vivir «sometido a servidumbre» o puede estar «sujeto a una máquina»
(técnica, social, comunicativa, etc.). Estamos bajo la servidumbre de una
máquina en tanto constituimos una pieza, uno de los elementos que le permiten
funcionar. Estamos sujetos a la máquina en cuanto somos sus usuarios, en cuanto
somos sujetos de acción de los que ella se sirve. La sujeción maquínica actúa
sobre la dimensión molar del individuo (su ámbito social, sus roles, sus
fundones, sus representaciones), mientras que la servidumbre maquínica actúa
sobre la dimensión molecular, preindividual e infrasocial (los afectos, las
sensaciones, los deseos, las relaciones aún no individualizadas, no asignables
a un sujeto).
26
La psicosis y la revolución han sido objetos tabú.
27
La trampa es ineludible: o el deseo desea su propia
represión, haciéndose por tanto cómplice de ésta —¡en cuyo caso encuentra su
lugar dentro de la norma, que puede ser un lugar angustiado y neurótico, pero
no por ello deja de ser el lugar que le corresponde!—, o por el contrario se
rebela contra el orden establecido y es acorralado por todas partes.
Con la intención de desarrollar un poco estas cuestiones
hace quince años propuse la noción de transversalidad para expresar la
capacidad que tiene una institución a la hora de modificar los «datos de
aceptación del superyó» de tal manera que puedan levantarse ciertos síntomas,
ciertas inhibiciones. La modificación del «coeficiente local de
transversalidad» implica la existencia de un núcleo erótico, un eros de grupo,
y que el sujeto-grupo se haga cargo de la política local, aunque sólo sea de
modo parcial. De esta manera una formación social puede modificar la
«causalidad» inconsciente que pone en marcha la actividad del superyó.
28-29
Yo concibo el esquizoanálisis como una lucha política desde
todos los «frentes» de la producción deseante. No se trata de centrarse en un
solo aspecto. El problema del análisis es el problema del movimiento
revolucionario. El problema del movimiento revolucionario es el de la locura,
el problema de la locura es el de la creación artística… La transversalidad no
expresa nada más que ese nomadismo de los «frentes».
29
El inconsciente es desde el principio un agendamiento
social: el agenciamiento colectivo de las enunciaciones virtuales.
(N. De los E.) Se trata de un concepto creado a partir de
una palabra que quizás pierda ciertos matices de significado en su traducción
del francés al castellano. «Agenciamiento» proviene del verbo latino ago,
agis, agere, que significa «hacer», y por lo tanto está ligado a
una pragmática. Puede definirse como la relación de co-funcionamiento entre
elementos heterogéneos que comparten un territorio y tienen un devenir (al contrario
que el concepto de estructura, ya se aplique en el psicoanálisis o la
antropología, donde los elementos que se integran son de carácter homogéneo y
solidarios entre sí. Igualmente sirve de contrapunto al concepto de identidad,
pues un agenciamiento relacionará términos que son multiplicidades y, como
decíamos, siempre en devenir). Deleuze describe dos vertientes del
agenciamiento: la colectiva de enunciación (producción de enunciados) y la
maquínica de deseo (producción de deseo).
El inconsciente desconoce la propiedad privada de los
enunciados tanto como la del deseo. El deseo es siempre extraterritorial,
desterritorializado, desterritorializador; pasa por encima y por debajo de
todas las barreras (…) Sirve al capitalismo de religión y de sustituto. Su
papel consiste en acomodar la represión, «personalizándola» (…) Una vez
«enganchado» a esta nueva droga, ya no hay que temer que el sujeto se implique
realmente en una lucha social.
31-32
(…) La repetición produce la diferencia. La repetición no
constituye aquí el final de algo, la clausura de un proceso, sino que, al
contrario, marca un umbral de desterritorialización, señala una mutación
deseante.
33
El esquizofrénico es un tipo que, por una u otra razón, ha
entrado en conexión con un flujo deseante que amenaza el orden social, aunque
sólo sea al nivel de su entorno inmediato. Éste interviene inmediatamente para
detenerlo. De lo que se trata aquí es de la organización libidinal en su
proceso de desterritorialización y no de la detención de ese proceso.
34
Si es cierto que los cambios sociales en el futuro serán,
como yo creo, absolutamente inseparables de una multitud de revoluciones
moleculares al nivel de la economía del deseo, entonces el esquizoanálisis
tendría que ver con una perspectiva revolucionaria. Cuando se trata de hacer
saltar todos los obstáculos, las esquematizaciones del capitalismo, las
sobrecodificaciones del superyó, las territorialidades primitivas
reconstituidas artificialmente, etc., el trabajo del analista, del
revolucionario y del artista confluyen.
34-35
Sólo modificando progresivamente las formas de tutela que
pesan sobre el deseo puede un trabajo en equipo constituir máquinas analíticas
y militantes de un nuevo tipo. Cuanto
más pienso que resulta ilusorio confiar en una transformación gradual de la
sociedad, más creo que las iniciativas microscópicas como las comunidades, los
comités de barrio, la organización de una guardería en una facultad, etc.,
pueden desempeñar un papel absolutamente fundamental.
36
LAS LUCHAS DEL DESEO Y EL PSICOANÁLISIS
La cuestión que se le plantea al movimiento obrero
revolucionario es la de un desajuste entre:
• las relaciones de fuerza perceptibles en la lucha de
clases,
• la catexis deseante real de las masas.
El capitalismo explota la fuerza de trabajo de la clase
obrera y manipula en su beneficio las relaciones de producción, pero también se
insinúa en la economía deseante de los explotados. La lucha revolucionaria no
puede circunscribirse sólo al ámbito de las relaciones de fuerza perceptibles.
Debe, por lo tanto, desarrollarse en todos los niveles de la economía deseante
contaminados por el capitalismo. (En el ámbito del individuo, la pareja, la
familia, la escuela, el grupo militante, la locura, las prisiones, la
homosexualidad, etc.).
36-37
(…) no es posible que la lucha «microscópica» contra el
fascismo, ese que se instaura en el seno de las máquinas deseantes, pase por la
mediación de «delegados», «representantes», o de bloques identificados de una
vez y para siempre. El «enemigo» ha cambiado de rostro: puede ser el aliado, el
camarada, el responsable e incluso puede ser uno mismo. Nunca podemos estar
seguros de que, en un momento u otro, no nos inclinaremos del lado de una
política burocrática o del prestigio, de una interpretación paranoica, de una
complicidad inconsciente con los poderes establecidos, de una interiorización
de la represión.
37
Estas dos luchas pueden no ser mutuamente excluyentes:
• la lucha de clases y la lucha revolucionaria de liberación
implican la existencia de máquinas de guerra capaces de oponerse a las
fuerzas opresivas y, por eso mismo, funcionan a partir de cierto centralismo,
según un mínimo necesario de coordinación;
• la lucha en el frente del deseo y los agenciamientos
colectivos que actúan mediante el análisis permanente, la subversión de
todos los poderes en todos los ámbitos.
¿No es absurdo que esperemos derrocar el poder de la
burguesía para sustituirlo por una estructura que reproduce la forma de ese
mismo poder?
39
Ya he hablado antes de la posibilidad de acabar con el
centralismo tecnocrático de la producción capitalista partiendo de otra
concepción posible de las relaciones entre producción, distribución y consumo,
por una parte, y entre la producción, la investigación y la formación, por la
otra. Eso es algo que evidentemente tendría que transformar por completo las
formas de relación con el trabajo, y en particular la brecha entre el trabajo
al que se le reconoce un valor de utilidad (considerado como socialmente útil
por el capitalismo, por la clase dominante) y el trabajo «inútil» del
deseo.
(…) la cuestión consiste en saber si se puede escapar a la
oposición exduyente entre el valor de uso y el valor de cambio. La alternativa,
que consiste en decir «rechacemos toda forma desarrollada de producción,
volvamos a la naturaleza», no hace sino reproducir la brecha entre los
distintos campos de la producción: la producción deseante y la producción
social reconocida como útil.
40
Todo cuanto se constituye alrededor del individuo como objeto
privilegiado para el estudio de las ciencias humanas, no hace sino reproducir
la escisión entre el individuo y el campo social. Siempre que se aborda una
práctica social concreta, ya sea la palabra, la locura, o cualquier otra cosa
que tenga algo que ver con los procesos del deseo real, se hace sin hablar de
los individuos.
53
MICROPOLÍTICA DEL FASCISMO
El fascismo es un tema clave a la hora de abordar la
cuestión del deseo en el ámbito social. Además, ¿no merece la pena que
aprovechemos para hablar de ello ahora que todavía podemos hacerlo libremente? La
propuesta de una micropolítica del deseo no consiste en establecer un puente
entre el psicoanálisis y el marxismo en tanto que teorías completamente
constituidas.
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Micro y macropolíticas del deseo.
La distinción que me propongo establecer entre la
micropolítica y la macropolítica del deseo debería servir para acabar con la
pretendida universalidad de los modelos propuestos por los psicoanalistas, que
les permiten protegerse de las contingencias políticas y sociales. Se dice que
todo lo que concierne al psicoanálisis sucede a pequeña escala, dentro de la
familia y en el terreno de lo personal, mientras que la política se ocupa de
los grandes grupos sociales. Yo quisiera, por el contrario, demostrar que hay
una política que se ocupa tanto del deseo del individuo como de ese otro deseo
que se manifiesta dentro de un campo social más amplio (…)
Así, el problema no consiste en tender puentes entre
dominios ya definidos y separados entre sí, sino en establecer nuevas máquinas
teóricas y prácticas capaces de borrar las estratificaciones anteriores para
dejar establecidas las condiciones para nuevas formas de usar el deseo.
57
Una micropolítica del deseo
Un análisis político
que se pretenda inseparable de una política del análisis tendría que romper con
la división tradicional entre los grandes grupos sociales y los problemas
individuales (…) Una micropolítica del deseo abandonaría la pretensión de
representar a las masas y de interpretar sus luchas (…) Dejaría entonces de
sustentarse en un objeto trascendente para ganar estabilidad, evitando
centrarse en un único punto, el poder del Estado —y en la construcción de un
partido representativo (…)
58
Una multiplicidad de deseos moleculares
La idea de una micropolítica del deseo implica, por tanto,
poner en cuestión de forma radical los movimientos de masas que se deciden de
forma centralizada y que movilizan en serie a los individuos. Lo más importante
es que van a conectarse una multiplicidad de deseos moleculares, una conexión
que puede implicar efectos de tipo «bola de nieve» y demostraciones de fuerza a
gran escala.
(…) En una situación como ésta ya no estamos ante una unidad
ideal que representa y mediatiza intereses múltiples, sino ante una
multiplicidad equivoca de deseos que en el proceso genera sus propios sistemas
de localización y control. Esta multiplicidad de máquinas deseantes no está
compuesta por sistemas estandarizados y ordenados que puedan ser disciplinados
y jerarquizados en función de un único objetivo (…) Por el contrario, se
encuentra estratificada a partir de grupos sociales diferentes, de clasificaciones
en función de la edad, el sexo, el origen geográfico, la cualificadón
profesional, las prácticas sexuales, etc. No produce una unidad totalizadora.
Es la univocidad del deseo de las masas, y no su agolpamiento en torno a
objetivos estandarizados, lo que fundamenta la unidad de su lucha.
59
La palabra fuera de lugar
La coincidencia entre la lucha política y el análisis del
deseo implica que el «movimiento» se encuentre en todo momento dispuesto a
escuchar a cualquiera que se exprese desde la posición del deseo, incluso, y
sobre todo, si lo que dice esa persona parece «fuera de lugar» (…) la división
del trabajo entre los especialistas del decir y los especialistas del hacer se
vuelve cada vez más borrosa.
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Los agenciamientos colectivos de la enunciación
Los agenciamientos colectivos de la enunciación producen sus
propios medios de expresión, ya se trate de una lengua especial, de un argot o
del regreso a una lengua antigua. Para ellos no hay ninguna diferencia entre
trabajar con flujos semióticos, con flujos materiales o con flujos sociales. Ya
no estamos frente a un sujeto, un objeto, y, en tercer lugar, un medio de
expresión; ya no tenemos una tripartición entre el ámbito de la realidad, el de
la representación o representatividad, y el de la subjetividad. Lo que tenemos
es un agenciamiento colectivo, que es a la vez sujeto, objeto y expresión (…)
Aquí todo puede formar parte de la enunciación, desde
individuos hasta zonas del cuerpo, trayectorias semióticas o máquinas
conectadas a todos los horizontes posibles (…)
¿No es una ilusión
querer devolverles la palabra a las masas en una sociedad industrial altamente
estratificada? ¿Cómo podría un objeto social —un grupo-sujeto— sustituir al
sistema de la representación y a las ideologías? A medida que avanza mi
argumentación, va imponiéndose una paradoja: ¿es concebible hablar de estas
cosas, de agenciamientos colectivos de la enunciación, sentado en una silla,
escribiendo un texto?
61
(…) La enunciación individual es prisionera de las formas de
significación dominantes. ¡Únicamente un grupo-sujeto puede trabajar con los
flujos semióticos, romper con los significados, abrir el lenguaje a otros
deseos y forjar otras realidades!
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Molecularizar los objetos de análisis
De hecho, el análisis sólo puede progresar con la condición
de seguir avanzando hacia la molecularización de su objeto, lo que permitiría
examinar de cerca su función en el seno de los grandes grupos sociales. No hay
un partido nazi, ya que no solamente el partido nazi ha evolucionado, sino que,
en cada periodo, su función ha ido cambiando para adaptarse al campo que estaba
sometido a su intervención en un determinado momento.
(…) negarse a asumir simplificaciones que nos impedirían
comprender la genealogía y la permanencia de ciertas maquinarias
fascistas.
63
La maquina totalitaria
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La transversalidad histórica de las máquinas de deseo sobre
las que se apoyan los sistemas totalitarios es inseparable de su
transversalidad social (…) lo que se puso en marcha ayer continúa proliferando
en la actualidad, bajo otras formas, en el conjunto del espacio social. Las
estructuras del Estado son modeladas por esta química totalitaria, así como las
estructuras políticas y sindicales, las estructuras institucionales y
familiares; incluso las estructuras individuales se verían afectadas, siempre
que aceptemos la existencia de una especie de fascismo del superyó en la
culpabilidad y en la neurosis (…)
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Los montajes maquínicos infrahumanos del capitalismo
El hombre ya no se comunica directamente con sus semejantes:
los órganos y las funciones participan en un «montaje» maquínico que aglutina
los eslabones semióticos con todo un entrecruzamiento de flujos materiales y
sociales (por ejemplo, en la acción del conductor, los ojos leen la carretera
prácticamente de forma inconsciente, la mano y el pie están integrados con los
engranajes de la máquina, etc.). Las fuerzas productivas, que antaño hicieran
saltar las territorialidades humanas tradicionales, están hoy, en
contrapartida, listas para liberar la energía «molecular» del deseo. Todavía no
podemos apreciar la profunda transformación que conllevará esta revolución
maquínico-semiótica; revolución que es, sin embargo, manifiestamente
irreversible. Además, es el motor que lleva a los sistemas totalitarios y
socialistas burocráticos a perfeccionar y miniaturizar sin descanso sus
sistemas represivos.
67
Permanencia del fascismo
Lo que está en juego en este nivel no es, lo repetimos, un
problema histórico, biográfico o psicoanalítico puramente especulativo, sino
toda una micropolítica. La micropolítica que produjo a Hitler afecta también a
los movimientos políticos y sindicales de la actualidad; nos concierne aquí y
ahora, desde el seno de los grupúsculos de la vida familiar, escolar, etc., en
la medida en que nuevas formas de micro-cristalización fascistas van tomando el
relevo de las antiguas a partir de un phylum o tronco común
68
El fascismo fue un fenómeno exterior a la burguesía, pero
sólo en parte. Y ésta no se decidió a repudiarlo hasta que se hubo convencido
de que constituía un peligro; ya que, en razón de su inestabilidad y del deseo
demasiado fuerte que incitaba en las masas, el fascismo amenazaba con hacer
estallar los regímenes de la democracia burguesa desde el interior.
69
La selección de las máquinas totalitarias
El «remedio» aceptado durante la fase paroxística de la
crisis demostró inmediatamente ser más peligroso que el propio mal que debía
combatir. No obstante, el capitalismo internacional sólo se planteó eliminarlo
después de haber experimentado con otras fórmulas totalitarias para dominar el
deseo de las masas.
72
Máquinas totalitarias capitalistas
A diferencia del fascismo, las máquinas totalitarias
capitalistas, que también captan la energía del deseo de los trabajadores, se
esfuerzan por dividirlos, particularizarlos y molecularizarlos. Se infiltran en
sus filas, en sus familias, en sus parejas, en su infancia; llegan incluso a
instalarse en el corazón de su subjetividad y de su visión del mundo. El
capitalismo tiene miedo de los grandes movimientos multitudinarios. Trata de
apoyarse en sistemas automáticos de regulación. Ésa es la función a la que se
consagran el Estado y los mecanismos contractuales entre «interlocutores
sociales». Cada vez que un conflicto desborda los límites establecidos, el
capitalismo trata de reducirlo a guerras económicas o conflictos locales. Desde
ese punto de vista, hay que reconocer que la máquina totalitaria estalinista ha
sido ampliamente superada por la del totalitarismo occidental.
73
Desterritorialización de la producción y molecularización
del fascismo
¿Qué es lo que permite el paso de las grandes entidades
fascistas clásicas hacia la molecularización del fascismo a la que asistimos
hoy en día? ¿Qué consecuencias entraña la desterritorialización de las
relaciones humanas, qué es lo que les hace perder su arraigo dentro de los
grupos territoriales y familiares, del cuerpo, de los grupos de edad, etc.?
¿Qué es esta desterritorialización, que, a su vez, engendra un microfascismo en
alza? No se trata de una simple cuestión de orientación ideológica o
estratégica por parte del capitalismo, sino de un proceso material fundamental:
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Las sociedades industriales se encuentran en condiciones de
liberar flujos de deseo cada vez mayores porque funcionan a partir de máquinas
semióticas que decodifican cada vez con mayor efectividad todos los tipos de
realidad, y también porque las máquinas técnicas y los sistemas económicos
están cada vez más desterritorializados. O, más exactamente, estas formas de
represión son conducidas a un estado molecular debido a que su propio modo de
producción está obligado a operar dicha liberación. Ya no basta con la simple
represión masiva. El capitalismo tiene que construir e imponer modelos de
deseo, por lo que es esencial para su supervivencia que éstos sean
interiorizados por las masas a las que explota (…) Las relaciones de producción
capitalistas no sólo se establecen en el ámbito de los grandes grupos sociales;
están modelando un tipo preciso de individuo productor-consumidor desde la
cuna. La molecularización de los procesos de represión y, por consiguiente, la
perspectiva de una micropolítica del deseo, no están vinculadas a la evolución
de las ideas, sino a la transformación de los procesos materiales, a la desterritorialización
de todas las formas de producción, ya se trate de la producción social o de la
producción deseante.
75
Junto al fascismo de los campos de concentración, que siguen
existiendo en numerosos países, están desarrollándose nuevas formas de fascismo
molecular, cocidas a fuego lento en el familiarismo, la escuela, el racismo y
los guetos de todo tipo, formas que han sustituido con éxito a los hornos
crematorios. La máquina totalitaria experimenta en todas partes con estructuras
mejor adaptadas a las situaciones, es decir, más preparadas para captar el
deseo y ponerlo al servicio de una economía basada en el beneficio (…) El fascismo
ya ha pasado, de hecho no ha dejado de pasar. Pasa atravesando todos los
intersticios y está en constante evolución. Parece provenir del exterior, pero
encuentra su combustible en el interior de nuestros corazones, en nuestro deseo
(…)
76
PARTIDO CENTRALISTA O MÁQUINA DE GUERRA REVOLUCIONARIA
77
Lo que cuenta no es la unificación autoritaria, sino más
bien la formación de enjambres de máquinas deseantes en las escuelas, las
oficinas, los barrios, las guarderías, las prisiones, etc.
79
Haría falta estudiar en detalle el papel preciso que juegan
estas máquinas de aplastar el deseo que son los grupúsculos, su trabajo de
molienda y criba. Siempre el mismo dilema: ser engullido por el sistema social
o integrarse en el marco preestablecido de estas pequeñas sectas.
81
EL CAPITAL COMO ELEMENTO INTEGRANTE DE LAS FORMACIONES DE
PODER
El Capital no es una categoría abstracta, es un operador
semiótico al servicio de formaciones sociales concretas. Su función consiste en
integrar el registro, el balance, la regulación, la recodificación de las
formaciones de poder propias de las sociedades industriales desarrolladas; de
los flujos y de las relaciones de fuerza relativas al conjunto de las fuerzas
económicas planetarias.
Pero, al parecer, el procedimiento general de semiotización
de esa capitalización sólo llega a hacerse autónomo en el seno de los modos de
producción. Este procedimiento se desarrolla a través de los siguientes dos
ejes:
• la territorialización de los modos locales de semiotización
de formas de poder que, de este modo, caen también bajo el control de un
sistema general de inscripción y cuantificación del poder;
• la reterritorializadón de este último sistema sobre una formación
de poder hegemónico: la burguesía de los Estados-nación.
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(…) parecería que ni un solo instante de nuestras vidas
puede escapar al control del Capital, presente en los medios de transporte, los
estilos de vida urbanos, domésticos, conyugales, los medios de comunicación, la
industria del entretenimiento e incluso en los sueños.
(…) No se le paga al asalariado por la duración del
funcionamiento del «trabajo social medio», sino por el hecho de que esté
siempre disponible; es una compensación por un poder que va más allá del poder
que se ejerce durante el tiempo presencial en la empresa. Lo que cuenta aquí es
el desempeño de una función, un juego de poder entre los trabajadores y los
grupos sociales que controlan los agenciamientos productivos.
87
Lo que compra no es sólo la fuerza del trabajo, sino, antes
que nada, el poder sobre los agendamientos productivos.
(…) Por otra parte, la sumisión subjetiva, la alienación
social inherente a un puesto de trabajo o a cualquier otra fundón social sí que
puede calcularse. Ésta es, por cierto, la función que se le ha asignado al
Capital.
88
El valor marxista abstracto cuantifica el conjunto del
trabajo humano destinado a la producción de valores de mercado. Sin embargo, el
movimiento actual del capitalismo tiende a hacer que todo valor de uso se
convierta en valor de mercado y que todo trabajo productivo dependa de las
máquinas.
Estas transformaciones no implican que un nuevo capitalismo
haya venido a sustituir por completo al antiguo. Lo que se produce es más bien
una coexistencia, estratificación y jerarquización de capitalismos de distintos
tipos que funcionan según las siguientes modalidades:
89
• los Capitalismos segmentarios tradicionales,
territorializados sobre los Estados-nación, que se unifican gracias a una forma
de semiotización monetaria y financiera,
• un Capitalismo mundial integrado que ya no se apoya
únicamente en la semiotización del Capital financiero y monetario, sino,
fundamentalmente, en todo un conjunto de procesos de sujeción tecnocientíficos
micro y macrosociales, de medios de masas, etc.
92
Independientemente de la apariencia que adopte, el Capital
no es racional. Es hegemónico. Lo que hace no es buscarla armonía entre las
formaciones sociales, sino ajustar por la fuerza las disparidades
socioeconómicas. El ejercicio del poder precede a la búsqueda del beneficio. El
Capital no se deduce de una mecánica básica del beneficio, sino que se impone
desde arriba.
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Incluso cuando parecía centrado sólo en extraer beneficios
monetarios a través de actividades comerciales, bancarias e industriales, el
Capital —en cuanto expresión de las clases capitalistas más dinámicas— había
comenzado ya a implementar esa política de destrucción y de reestructuración
(desterritorialización del campesinado tradicional, constitución de una clase
obrera urbana, expropiación de la antigua burguesía comercial y de las viejas
formas de artesanía, liquidación de los «arcaísmos» regionales y nacionalistas,
expansionismo colonial, etc.).
(…) Por lo tanto, aquí no basta con hablar de una política
del Capital. El Capital, como tal, no es nada más que lo político, lo social,
lo tecnocientífico, articulados entre sí.
94
En la actualidad, cada operación capitalista concreta
orientada hacia la obtención de beneficios —en términos de dinero y de poder
social— va incorporando gradualmente la totalidad de las estructuras de poder
(…) El ama de casa ocupa en cierta manera un puesto de trabajo dentro de su
propio domicilio, el niño ocupa un puesto de trabajo en la escuela, el
consumidor en el supermercado, el telespectador frente a la pantalla…
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A todo esto habría que añadir un aspecto sobre el que no me
cansaré de insistir: el capitalismo no sólo explota al trabajador fuera de su
horario laboral, durante su tiempo de ocio, sino que, además, lo utiliza como
instrumento para explotar a aquellos que se encuentran sometidos a él en su
propia esfera de acción: sus subordinados, sus familiares no asalariados,
mujeres, niños, ancianos y todo tipo de personas en estado de dependencia (…)
Pero regresemos de nuevo a esta idea central: ¡a través de
la estructura salarial, el capitalismo tiene por objetivo fundamental controlar
a toda la sociedadl Así, tenemos la sensación recurrente de que el juego de los
valores de mercado depende en todo momento de las relaciones sociales, y no al
contrario. Mecanismos como el de la inflación son un buen ejemplo de la intrusión
constante de lo social en la economía. Lo «normal» no es el equilibrio de los
precios, sino la inflación, ya que ésta es un sistema para reajustar relaciones
de poder que están en permanente evolución (poder adquisitivo, poder de
inversión, poder de confrontación entre diferentes grupos sociales).
La plusvalía económica está intrínsecamente unida a las
plusvalías del poder que se ejerce sobre el trabajo, las máquinas, los espacios
sociales y la redefinición del capital como forma general de capitalización de
las semióticas del poder (…)
Ahora depende al menos de cuatro tipos de componentes,
cuatro agenciamientos que son irreductibles entre sí:
95-96
1) Las formaciones de poder capitalistas que posibilitan la
existencia de un Capital de mantenimiento del orden, garantizan la propiedad,
las estratificaciones sociales, la repartición de los bienes materiales y
sociales… El valor de un bien, sea el que sea, es inseparable de la
credibilidad de los dispositivos represivos legales o policiales… y también de
la existencia de un cierto grado de consenso popular a favor del orden establecido.
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2) Los agenciamientos maquínicos relativos a las fuerzas
productivas, constitutivos del Capital fijo (máquinas, fábricas, transportes,
reservas de materias primas, capital de conocimientos tecnocientíficos,
técnicas de servidumbre maquínica, técnicas de formación, laboratorios, etc.).
Aquí nos encontramos en el ámbito clásico de las fuerzas productivas.
3) La fuerza colectiva de trabajo y el conjunto de
relaciones sociales que se encuentran bajo la dominación del poder capitalista.
La fuerza colectiva de trabajo aquí no es considerada en cuanto servidumbre
maquínica, sino como alienación social (…) Estamos en el ámbito de las
relaciones de producción y de las relaciones sociales.
4) La red de dispositivos, de aparatos de poder estatal y
paraestatal, así como los medios de comunicación. Este entramado, que tiene
ramificaciones tanto a escala microsocial como a escala planetaria, se ha
convertido en una herramienta esencial del Capital; pues permite extraer e
integrar las capitalizaciones sectoriales del poder relativas a los tres
componentes anteriores.
97
Las funciones dia- gramáticas específicas del Capital (es
decir, que hacen referencia a su inscripción, que no son exclusivamente
representativas, sino operativas) «añaden» algo esencial a lo que de otro modo
no sería sino una simple acumulación de los diferentes componentes ya
mencionados (…)
El aumento del nivel de abstracción semiótica
correspondiente a este diagramatismo puede hacernos pensar en lo que explica
Bertrand Russell en su teoría de los tipos lógicos, es decir, que existe una
discontinuidad fundamental entre una clase y sus miembros. Pero en el caso del
Capital nos encontramos ante una discontinuidad que no es sólo de orden lógico,
sino también maquínico, en el sentido de que no opera únicamente a partir de
flujos de signos, sino también de flujos materiales y sociales.
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