11. El pluralismo axiologico de la ciencia

Selim Abdel CASTRO SALGADO, M. Arq. //Doctorado en Arquitectura y Urbanismo
Módulo 1: Introducción al Conocimiento Científico
Sesión 4. Lectura 11 ECHEVERRÍA, J. (1995). El pluralismo axiológico de la ciencia. En: J. Echeverria. Filosofía de la ciencia. (pp. 115-139). Madrid: Akal.
(ECHEVERRIA, 1995)

IV. El pluralismo axiológico de la ciencia
IV.I. El pluralismo de las ciencias y de sus métodos
La historia muestra un evidente pluralismo metodológico en cada una de las ciencias. Aparte de los métodos de inferencia lógica, cualquier tratado de metodología ofrece una amplia panoplia de métodos científicos. Sin pretender elaborar una tabla exhaustiva, y sin perjuicio de que muchos de ellos estén vinculados entre sí, pueden mencionarse los siguientes:
• los métodos deductivos e inductivos (…)
• los métodos de análisis y síntesis (…)
• los métodos experimentales (…)
• el método axiomático (…)
• los diversos métodos matemáticos (computacionales, algebraicos, infinitesimales, estadísticos, etc.) (…)
• los métodos de observación, particularmente problemáticos en las ciencias humanas, que han subrayado la importancia de los instrumentos en la actividad científica.
• los métodos de medición.
• los métodos de clasificación (o taxonomías).
• los métodos heurísticos", que parten de simulaciones, hipótesis o conjeturas no comprobadas para intentar extraer consecuencias de más fácil tratamiento, y en general para ampliar la problemática de una determinada ciencia
• el método hipotético-deductivo, que para Popper y otros muchos constituye el paradigma metodológico de la investigación científica.
• los métodos computacionales, y en concreto su aplicación para interpretar la actividad científica desde una perspectiva cognitiva.
• el método basado en la comprensión de los fenómenos estudiados, indispensable en muchas de las ciencias humanas
• los métodos hermenéuticos y contextúales, imprescindibles para el estudio de fenómenos históricos, pero también para la lectura de los textos
científicos clásicos.
• los métodos metacientíficos, que parten de una previa formalización de las teorías científicas y estudian a partir de ella las propiedades sintácticas, semánticas e incluso algunas características pragmáticas de las teorías.
• los métodos de implementación técnica del conocimiento científico y construcción de artefactos científicos
Esta larga enumeración no agota el espectro de lo que suele estar incluido bajo la rúbrica de una metodología científica. Aunque algunos pensadores clásicos, como Bacon y Descartes, y más recientemente autores como Bunge han propugnado concepciones unitarias de la ciencia en base a la noción de método científico, lo cierto es que dicho programa no parece nada prometedor en la actualidad. La filosofía de la ciencia no sólo ha de tomar como punto de partida el pluralismo de las ciencias, sino también el pluralismo metodológico de cada una de ellas.

IV.2. VALORES EPISTÉMICOS Y VALORES PRÁCTICOS EN LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA
Considerada la ciencia como una actividad plural, y no sólo como la búsqueda de conocimiento, hay que atender a los valores y a las reglas que rigen dicha actividad en cada uno de los cuatro contextos en los que puede ser analizada: el de educación, el de innovación, el de evaluación y el de aplicación. Al proceder así, estaremos en condiciones de poner en relación el pluralismo metodológico de la ciencia con el pluralismo axiológico inherente a la actividad científica.
Mostraremos en este capítulo que la axiología de la ciencia es plural, sugiriendo simultáneamente que por ello es plural su metodología. Reflexionar únicamente sobre las relaciones entre los hechos y las teorías, caracterizando a la ciencia por su capacidad de predicción (Reichenbach), por su corroborabilidad (Carnap), por su falsabilidad (Popper), por su aptitud para generar hechos nuevos y sorpendentes (Lakatos), o por su capacidad para resolver enigmas y problemas (Kuhn, Laudan), supone llevar a cabo un estudio parcial y limitado.
Si un enunciado científico es predictor de hechos nuevos o ya conocidos, o si es corroborable o falsable, puede ser aceptado como científico. En tales casos, que son los estudiados casi exclusivamente por los filósofos de la ciencia, imperan valores epistémicos: la verdad, o al menos la verosimilitud.
Sin embargo, ni éstos son los únicos valores determinantes en la actividad científica, ni los científicos proponen únicamente enunciados, proposiciones o leyes. (…)

Simplificando mucho, podríamos decir que, cuando hemos de evaluar proposiciones científicas, la adecuación entre los enunciados y los hechos, o entre el decir y el ser, al modo de los filósofos griegos, es un criterio axiológico relevante. Sin embargo, hay criterios adicionales de evaluación, como la claridad, la no trivialidad o la deducibilidad de una proposición (…)
Muchos enunciados, como por ejemplo las leyes, son lo suficientemente generales como para que su verdad y su falsedad no pueda ser dilucidada por simple corroboración empírica. En esos casos suelen deducirse consecuencias concretas a partir de las leyes, normalmente vinculadas a otros enunciados generales y a determinadas condiciones iniciales, de manera que su evaluación depende en primera instancia de su capacidad deductiva y predictiva. Una ley tiene mayor contenido empírico si de ella se derivan más predicciones concretas. La ley se confronta con los hechos de manera indirecta, a través de sus consecuencias.
En el caso de las matemáticas, resultan primordiales otros criterios: la consistencia, la coherencia, la decidibilidad, la independencia o la categoricidad de los sistemas formales han sido consideradas como propiedades metamatemáticas básicas. Aquí las consideraremos como valores epistémicos.
Pero también en el caso de las ciencias formales influyen otro tipo de valores, como la simplicidad o la belleza, así como la aplicabilidad o la fecundidad. Al considerar las propiedades metamatemáticas de las teorías como valores, se advierte de inmediato que, además de los valores sintácticos y semánticos, hay que considerar también los valores prácticos o pragmáticos.
Si volvemos a las ciencias empíricas y a los criterios de evaluación de algunas de sus estructuras más complejas, como son las teorías, conviene subrayar que ni siquiera el contenido empírico basta como criterio único para aceptar una nueva teoría. (…)
Por consiguiente, nunca es la pura contraposición entre predicciones y hechos comprobados (o falsados) lo que determina la aceptación de una teoría. Como han subrayado Popper, Kuhn, Lakatos y Laudan, las evaluaciones de las teorías no tienen como único criterio las dicotomías predicciones/ hechos, o teoría/experiencia: se evalúa en función de las restantes alternativas disponibles. En el caso de teorías alternativas o inconmesurables, es decir en los procesos de cambio científico revolucionario, se recurre a un segundo criterio de evaluación, de índole comparativa: para que una teoría T sea descartada y otra teoría rival T" sea aceptada es preciso que la segunda sea preferible o mejor. (…)
Lakatos se interesó por dos criterios de preferencia racional, ambos de tipo epistémico: el mayor o menor contenido empírico y el potencial heurístico.
El primer criterio es estrictamente maximizador, al igual que la evaluación de las teorías como sistemas de resolución de enigmas o de problemas. El segundo criterio de Lakatos apela a juicios que ya no están basados en la simple contraposición verdadero/falso, sino en otro tipo de tablas de valores, tales como fecundo/inane, relevante/irrelevante, interesante/inocuo, prometedor/trivial, etc. Y no hay que olvidar que, cuando tratamos de leyes y de enunciados científicos generales, siempre se dan por supuestos otros valores, como el rigor y la precisión en las observaciones y mediciones, o como la coherencia y la validez de las deducciones lógicas o de los cálculos matemáticos que llevan de la ley general a la predicción concreta, a partir de unas condiciones iniciales que han de ser explícitas.
La verdad y la verosimilitud no son los únicos criterios de evaluación; en ocasiones, ni siquiera son los más decisivos a la hora de optar racionalmente entre dos o más teorías rivales. Las innovaciones científicas no siempre tienden a predecir hechos ni a explicar fenómenos. En determinadas fases de la actividad científica hay que controlar sobre todo el grado de precisión de los datos y de las mediciones, presuponiendo un margen de error. (…)

No es lo mismo valorar una fórmula de la lógica matemática que un algoritmo o una tabla de datos observacionales. La primera puede ser evaluada directamente por sus valores de verdad, o indirectamente por su capacidad deductiva, la cual depende de los sistemas axiomáticos en los que es una fórmula bien formada, mientras que el algoritmo será aceptado o no según su sencillez, operatividad, eficacia, rapidez o implementabilidad técnica, así como las tablas de datos lo serán por su precisión, exactitud, claridad, manejabilidad o por el simple hecho de ser fácilmente comprimibles.
Cuando se habla de descubrimiento y de invención científicas, no sólo se alude a la demostración de un nuevo teorema, a la enunciación de una nueva ley o a la observación de un nuevo hecho. También son innovaciones los instrumentos de medida, de observación y de experimentación, las notaciones, los lenguajes y las representaciones informáticas, así como las técnicas de almacenamiento, recuperación y distribución de información y de conocimiento. Los criterios axiológicos que determinan la mayor o menor cíentificidad de unas u otras innovaciones son muy diversos, y cambian con el tiempo. (…)

La evaluación de las propuestas científicas no sólo depende de su verosimilitud o de su capacidad deductiva (a partir de una ley científica o de un sistema de axiomas), ni tampoco únicamente de su precisión o exactitud (al medir, al observar, al calcular). Hay otros valores, como la simplicidad, la generalidad, la simetría o la belleza, que han jugado un importante papel en muchos momentos claves de la historia de la ciencia. Asimismo hay que tener en cuenta la fecundidad y la potencialidad heurística de las innovaciones científicas: una conjetura, un problema y una teoría pueden generar muchas propuestas científicas a pesar de que no sean demostrables en un momento histórico dado, o no puedan ser contrastables empíricamente. (…)
Una propuesta audaz, sorprendente o novedosa suele tener una buena recepción inicial por parte de la comunidad científica, siempre que esté bien presentada y argumentada, sin prejuicio de cuál sea su destino final.
Se afirma con ello que la valoración de las nuevas propuestas científicas, sean éstas del tipo que sean (teóricas, prácticas, observacionales, técnicas, terminológicas, taxonómicas, axiomatizadoras, aplicadas o simplemente pedagógicas), constituye un proceso. (…)
Es de resaltar que la educación científica tiene unos objetivos abiertos: se trata de transformar a las personas para que adquieran unos mínimos, tanto en lo que respecta a los conocimientos teóricos como a las destrezas prácticas; pero a partir de esos mínimos, hay que promover también valores abiertos, como la excelencia y la creatividad. La evaluación de la docencia y de la discencia son axiológicamente plurales. (…)
Sin embargo, dicha diversidad de valores no implica una multiplicidad informe. Hay valores centrales que rigen más que otros la práctica científica en los diversos contextos, y en particular en el contexto de educación. El principal de todos ellos, al menos desde que la ciencia se convirtió en uno de los motores de la Ilustración, es la comunicabilidad de los contenidos científicos a cualquier ser humano; de este se deriva la exigencia de publicidad. (…)
Tanto el saber teórico como el saber práctico de los científicos es translingüístico y transcultural, puesto que puede ser enseñado en cualquier lengua y en cualquier cultura. (…)

IV.4. LA EVALUACIÓN EN EL CONTEXTO DE INNOVACIÓN
El conocimiento científico ha de poseer una estructura lógica y un armazón metodológico, sin perjuicio de que los criterios metodológicos, e incluso los lógicos, puedan variar a lo largo de la historia. La generalidad, la coherencia, la consistencia, la validez, la verosimilitud y la fecundidad han solido ser consideradas como condiciones sine quae non para que algo sea aceptado como científico. Estos criterios de valoración, ampliamente estudiados y comentados por los lógicos, metodólogos y epistemólogos, forman parte de lo que aquí hemos llamado el núcleo axiológico de la ciencia en el contexto de innovación. Una hipótesis ha de ser verosímil, en el sentido de que debe de adecuarse a los hechos. Un razonamiento debe de ser válido. Generalizar un teorema siempre se considera que es un avance científico. Las teorías deben de ser coherentes y consistentes, y a poder ser fecundas, en el sentido de que permitan la generación de nuevos hechos, nuevos resultados y nuevos problemas. La capacidad para resolver problemas previamente planteados la incluímos dentro de este criterio axiológico al que llamamos fecundidad.

Pero hay que señalar que, por lo que respecta al contexto de innovación o de descubrimiento, el núcleo axiológico tampoco se reduce a estos criterios epistémicos. También hay que incluir en ese núcleo algunos valores que son prerrequisitos de los anteriores, por una parte, así como una serie de valores pragmáticos que suelen tener aplicación general. La objetividad, entendida al modo de Popper, es uno de ellos. (…)
Otro valor importante es la utilidad, bien sea teórica, bien sea práctica. El hecho de que una teoría sea predictiva implica una utilidad epistémica (…)
Vayamos a los valores propiamente pragmáticos. La honestidad es uno de ellos, entendiendo por tal la no apropiación de descubrimientos o invenciones ajenas, la mención a las fuentes en las que uno se ha basado, la veracidad de los datos empíricos obtenidos, o simplemente y por resumir, la opción en contra de la mentira y del engaño.
La competencia en el uso de los instrumentos científicos (sean éstos artefactos materiales o conceptuales) es un segundo criterio de valoración de la praxis científica (…)
La idea central que aquí se defiende es que no debe pensarse que hay un valor preponderante (…)

IV.5. LA EVALUACIÓN EN EL CONTEXTO DE APLICACIÓN
Si pasamos a considerar el contexto de aplicación, los criterios axiológicos se amplían todavía más. (…)
La utilidad pública (o privada) de las innovaciones científicas, sean éstas teorías o sean simplemente artefactos que puedan ser usados en la vida cotidiana (...) pertenece al núcleo axiológico del contexto de aplicación. Incluimos en este valor tanto los beneficios y daños sociales que puede producir una innovación tecnocientífica a la hora de ser aplicada (…)
Otro valor nuclear es la eficacia: entre dos propuestas tecnocientíficas rivales se prefiere (o se considera mejor) aquella que resuelve más eficazmente un determinado problema. Y no hay que olvidar el coste: dado que el contexto de aplicación de la ciencia incide fuertemente en la economía y en la sociedad, y suele requerir inversiones considerables (…) Los criterios de valoración que se aplican en este contexto suelen estar íntimamente emparentados con lo que genéricamente se llama evaluación de tecnologías (…)
En el contexto de aplicación cabe distinguir también entre valores epistémicos y valores prácticos. La función explicativa de la ciencia, e incluso su función predictiva (…) pueden ser considerados como valores epistémicos particularmente relevantes en el contexto de aplicación.
Hablando en términos generales, cabe decir que el contexto de aplicación está determinado por un valor básico, que podríamos resumir con el siguiente verbo: mejorar.
Podemos concluir, por consiguiente, que hay crisis axiológicas en la ciencia, y no sólo crisis de los paradigmas epistémicos (o crisis de fundamentos). (…)
la ciencia posee también una dinámica propia, que no sólo tiene que ver con la historia interna de los conceptos o leyes científicas, sino también con las oscilaciones de los criterios axiológicos internos y externos que marcan los objetivos de la actividad científica. Los criterios de evaluación interactúan entre sí, y pueden llegar a ser contradictorios en determinados momentos. La ciencia no está exenta de oposiciones axiológicas. Lo importante es la optimización de la pluralidad de valores vigentes a la que se llegue en cada momento. No es lo mismo una ciencia que se desarrolla en una economía socializada, en la que el Estado es el principal potenciador de la actividad científica, que una ciencia desarrollada en empresas privadas regidas por una tabla de valores donde el beneficio y la competitividad son predominantes. (…)

IV.6. LA AXIOLOGÍA DE LA CIENCIA Y EL CONTEXTO DE EVALUACIÓN
(…) el contexto de evaluación tiene su propia entidad, particularmente relevante por lo que respecta a la filosofía de la ciencia, ya que ésta ha de estar inmersa, parcial o totalmente, en el contexto de valoración de la actividad científica.
Ya no basta con una justificación puramente epistémica de las teorías científicas. La ciencia es una actividad transformadora del mundo, y por consiguiente hay que analizar los valores que gobiernan la práctica científica.
El contexto de evaluación deviene así el ámbito por excelencia para la filosofía de la ciencia. Partiendo de esta perspectiva, caben dos líneas básicas de trabajo:
1. Estudiar la axiología de la ciencia tal y como ésta se produce empíricamente en la actividad de los científicos, y ello tanto a nivel individual como a nivel de grupo, a nivel institucional o a nivel social. (…)
2. La filosofía de la ciencia, sin embargo, no tiene por qué reducirse a la tarea anterior. O lo que es lo mismo, la filosofía de la ciencia no tiene por qué ser sólo un saber de segundo nivel (metacientífico). En la medida en que la filosofía de la ciencia incluya una Axiología, además de una Metodología y una Epistemología de la Ciencia, la filosofía de la ciencia tiene un segundo ámbito de estudio que ya no depende de cómo haya sido o sea la ciencia, sino de cómo debería ser.
Pudiera parecer que con ello volvemos a la concepción normativa de la filosofía de la ciencia, y en parte es cierto. Sin embargo, hay un matiz importante a subrayar. La filosofía de la ciencia no ha de ser normativa respecto a los contenidos de la ciencia, ni tampoco respecto a la metodología. Es imprescindible aceptar y promover el pluralismo metodológico de la ciencia, en lugar de regresar a los programas unificacionistas.

Referencias
ECHEVERRIA, J. (1995). El pluralismo axiológico de la ciencia. In Filosofía de la Ciencia (pp. 115–139). Madrid: Akal.


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