13. URIBE. Interdisciplinariedad en investigación

Selim Abdel CASTRO SALGADO, M. Arq. //Doctorado en Arquitectura y Urbanismo
Módulo 1: Introducción al Conocimiento Científico
Sesión 5. Tema 13 URIBE MALLARINO, Consuelo (2011): Interdisciplinariedad en investigación: ¿colaboración, cruce o superación de las disciplinas?
(URIBE MALLARINO, 2011)


Si la revolución científica basada en la razón y en los presupuestos del método cartesiano llevaron a la producción de conocimiento altamente especializado beneficioso para el avance de la ciencia y la tecnología, desde los años treinta del siglo pasado se hace evidente para algunos que la dirección que estaba tomando la producción de conocimiento era a la vez centrífuga y fragmentada. En este movimiento se encuentran científicos “puros” como físicos, biólogos y matemáticos, pero también filósofos y exponentes de las humanidades y de las ciencias sociales. En particular, se cuenta a científicos de la física cuántica, las teorías del caos, de la complejidad y de sistemas (…) Quizás el mayor influjo a favor de la visión sistémica y holística que caracteriza a este movimiento provino de biólogos y ecólogos en su afán de dar una mirada articuladora a todos los sistemas vivos (Bertalanffy, 1969; Capra, 2000). (p.149)

El movimiento a favor de la interdisciplinariedad surge con apoyo de agencias internacionales como la OCDE y la UNESCO, en torno a temas de educación superior y al papel de las ciencias sociales en ella. Cuatro académicos fueron clave en su gestación: Edgar Morin, Basarab Nicolescu, Erich Jantsch y Jean Piaget. Movidos por una profunda preocupación por la fragmentación del conocimiento y lo que ellos percibían como nefastos efectos para el futuro de la humanidad, participaron en la conferencia organizada por la OCDE denominada La interdisciplinariedad, problemas de enseñanza y de investigación en las universidades realizada en 1970 en Niza, Francia. Los resultados de esta conferencia fueron publicados como una reflexión sobre la producción escindida del saber; y sus autores incluyeron a Morin, Piaget, Nicolescu, Jantsch, Berger, Briggs, Michaud, Lichnerovicz y Apostel (Apostel et al., 1972). En la misma se ponen de relieve las nociones de inter, trans, multi y pluridisciplinariedad que hoy conocemos.
Jantsch y Piaget, en particular, hicieron aportes epistemológicos sobre la temática y se consideran los creadores de los conceptos de inter y transdisciplinariedad. (p. 150)
La tesis que se quiere plantear en este escrito es la siguiente: la interdisciplinariedad es una práctica que redunda en producción de nuevo conocimiento que ni niega las disciplinas ni pretende superarlas, pero que supone diversos grados de colaboración y cruce entre ellas para lograr mayor pertinencia y alcance. La colaboración puede tomar forma de síntesis, hibridación o integración de perspectivas y supone un esfuerzo adicional al de juntar expertos o personas de diversa formación en torno a un mismo problema. Pero no son las disciplinas las que colaboran, son las personas de diversas especialidades quienes lo hacen. Como toda forma de interacción humana, ello ocurre en un contexto de marcos institucionales, normas y valores de las comunidades a las que pertenecen, pero también de tensiones y en ocasiones, conflictos. La manera más usual de lograr este tipo de trabajo conectivo es la reunión de un grupo de investigadores. Pero también es posible que individuos, con su recorrido y experiencia, logren el cruce entre disciplinas. (p. 151)

Definiciones y taxonomía de la inter y la transdisciplinariedad


Algunos han proclamado a la interdisciplinariedad como un Modo Dos de producción de conocimiento que se opone al Modo Uno de producción disciplinar del mismo. El Modo Dos propuesto por Gibbons se caracteriza por sus cualidades de transdisciplinariedad, complejidad, hibridación, no-linearidad, reflexividad y heterogeneidad (Gibbons et al., 1997). (p. 152)
Tampoco resulta claro cómo se abordan los problemas de la interacción entre especialistas, problemas tales como la comunicación entre ellos, la valoración de los distintos puntos de vista o la autoría de los productos. Algunos propugnan no por una interacción entre disciplinas, sino por el abandono completo de ellas (Flórez, 2001).
Después de revisar la literatura respectiva, el primer reto que encontramos fue el de la multiplicidad de definiciones, que se presentaba como un ovillo difícil de desenredar. El segundo, fue el de enfrentar el dilema de la inter y la transdisciplinariedad. Las dos nociones, aunque similares, no son sinónimas. Algunos inscriben a la interdisciplinariedad en la modernidad, a la par de las disciplinas y, a la transdisciplinariedad, en la postmodernidad. No se trata de que una haya antecedido a la otra, porque ambas tuvieron su génesis más o menos en la misma época –los años sesenta del siglo pasado– pero sus caminos no parecen converger. (…) Los partidarios de la ID hablan más de colaboración, de trabajo en equipo, de encuentro alrededor de una problemática por resolver, mientras que los partidarios de la TD son más afectos al propósito de integrar, de resolver problemas sociales de alta relevancia y de incluir actores no académicos en esta integración. (p. 153)
(…)no se puede establecer la “verdadera definición” de inter (ID) y transdisciplinariedad (TD) o una definición autorizada de ellas. En su lugar, preferimos establecer los descriptores que les son asociados: colaboración, hibridación, integración, complejidad, sistemas, diálogo de saberes y resolución de problemas. (…) (p. 153)
Sobre investigación interdisciplinar, la definición ofrecida por el comité interinstitucional que lideró la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, resalta la integración como elemento esencial:
La investigación interdisciplinar es un tipo de investigación realizada por equipos o por individuos por la cual se integran información, datos, técnicas, herramientas, perspectivas, conceptos, y/o teorías de dos o más disciplinas o cuerpos especializados de conocimiento orientados a avanzar una comprensión fundamental o resolver problemas cuyas soluciones yacen más allá del ámbito de una sola disciplina o área de práctica investigativa (NAS, 2005, p. 2).
El grupo de TD Net en Suiza le da a la investigación transdisciplinar una clara orientación hacia la resolución de problemas de relevancia social. Así, la define como la investigación destinada a
acometer la complejidad de los problemas, tomar en cuenta la diversidad de visiones de los problemas científicos y sociales, para articular conocimiento abstracto, conocimiento específico y estudio de casos, con el fin de constituir conocimiento con una orientación hacia la resolución de problemas que atiendan al bien común (Hadorn et al., 2008, p. 19).
Otra definición reciente de transdisciplinariedad es aportada por los National Institutes of Health (NIH). En una convocatoria para investigaciones sobre el uso y abuso del tabaco en 2003 el NIH define la investigación transdisciplinar como
un proceso por el cual los investigadores trabajan en colaboración, usando un marco conceptual compartido que conjuga teorías, conceptos y miradas específicas a las disciplinas para enfrentar un problema común (p. 154)
Se propone la superación de fronteras entre las disciplinas; fronteras epistemológicas, sociológicas, institucionales y, en su forma más extrema, legales.
En medio de la multiplicidad de definiciones y enfoques, los conceptos se refieren a tipos y grados de colaboración e integración entre las disciplinas. La puja por el uso de uno de los términos, interdisciplinariedad (ID) y transdisciplinariedad, no ha cesado. La opción por uno u otro, lo mismo que las formas menos completas de colaboración como ocurre con la pluri (PD) y la multidisciplinariedad (MD), es cuestión de escuela. Algunos prefieren claramente un concepto sobre el otro, mientras que otros los usan como sinónimos. (p. 155)

El papel de las disciplinas y de saberes no expertos en la investigación interdisciplinar

La consolidación de campos del saber en disciplinas autónomas se abrió paso gracias a la conceptualización de objetos de estudio diferenciados, con lo que fue posible construir un número creciente de objetos organizados en un cuerpo separado de conocimientos. Esto requirió de un conjunto de instrumentos, teorías y métodos que mediaran las experiencias así obtenidas. La percepción de una disciplina como el estudio de un objeto concreto se modificó porque cada una de ellas se planteó la constitución de problemas propios. Los problemas así definidos se aplicaron a una serie de objetos nuevos, con lo cual se dio lugar a una mayor especialización. (p. 155)
Si los científicos hasta finales del siglo XVIII podían escribir compendios, sumas y enciclopedias, en el nuevo orden disciplinario se vieron compelidos a producir textos originales en donde se propusieran nuevos descubrimientos y nuevas explicaciones. En lo sucesivo, el conocimiento no podía ser el resultado de una labor individual, sino un producto cuya aceptación tiene lugar en medio de una comunidad epistémica definida. La investigación tomó un nuevo sentido, pues ya no se trató de reproducir y compendiar el conocimiento, sino de producir conocimiento nuevo.
La disciplina se estableció no solamente como un cuerpo de conocimientos, métodos y conceptos, sino que se concretó en un grupo humano que los compartía. La comunidad disciplinaria desarrolla su propio lenguaje, sus códigos de verdad, establece sus padres y mitos fundadores y sus sistemas de legitimidad. (…) La diferenciación de las disciplinas tuvo un impacto profundo en las estructuras institucionales de la producción de conocimiento. Las más importantes de ellas conciernen a las estructuras universitarias. (p. 156)
La explosión de áreas especializadas del saber se hace patente en su clasificación taxonómica. En la clasificación realizada por la UNESCO en 1988, por medio de la Nomenclatura Internacional Estándar de Campos de Ciencia y Tecnología, se clasifica el saber en campos, disciplinas y sub-disciplinas. En esta nomenclatura se reconocen 24 campos de ciencia y tecnología, 249 disciplinas y un número de más de mil de sub-disciplinas; este sistema se emplea en la organización de los sistemas de ciencia y tecnología, en la clasificación de revistas y en bibliometría. (p. 156)
La introducción del sujeto en el conocimiento objetivado pasa también por la consideración de otros saberes cuyo estatuto epistemológico era considerado “no científico”, es decir, que era excluido de la comunidad disciplinar. Así, se ha añadido a la labor interdisciplinar la propuesta de construir nuevo conocimiento con aportes que provengan del saber popular y de las expresiones culturales de grupos sociales no incluidos formalmente en la producción científica (Escobar, 2002).
Esto se une a la propuesta de una educación intercultural en donde los saberes colonizados –indígenas, raizales, autóctonos– dejen su carácter subalterno y sean considerados válidos. (p. 156-157)
Por otra parte, el sujeto, que había estado separado del proceso científico en las ciencias sociales en sus inicios, desde los años treinta del siglo XX regresa para tomar una centralidad inusitada. De examinar la sociedad a la manera de las ciencias naturales y los fenómenos sociales como “hechos objetivos” se pasó a mirarla en términos de narrativas, juegos, representaciones, interpretaciones, construcciones e interacciones (Klein, 2010a, p. 28).
De las experiencias obtenidas en los estudios ambientales se hizo evidente que la concepción y manejo que las comunidades tienen de los recursos naturales son esenciales para su conservación. También fue importante la noción de territorio como el área en la cual convergen pobladores y espacios geográficos como lugar de todos los seres vivos y no vivos. El saber de estas comunidades se identificó como clave para el éxito de la implementación de medidas que preserven el medio ambiente y su sostenibilidad. De hecho, enfrentar el cambio climático requiere, urgentemente, una perspectiva interdisciplinar.
En suma, la esencia de la interdisciplinariedad es la construcción o producción de conocimiento, bien sea para enfrentar problemas que requieren de una mirada múltiple –los llamados problemas complejos– y ofrecer soluciones para ellos, bien sea para emplear una perspectiva holística en medio de la creciente compartimentalización del saber en especialidades cada vez más alejadas unas de otras. Se plantea, entonces, como el medio para lograr propósitos que no podrían lograrse con la participación de una sola o de un reducido grupo de ellas. (p. 158)

No hay una sola metodología para la investigación interdisciplinar, como no hay una sola definición autorizada de la misma. Los equipos que se forman para ella deben trabajar, en forma ad hoc, en una construcción colectiva. Por esa razón, la investigación interdisciplinar es un camino más largo, más difícil y a menudo más costoso que la investigación disciplinar. Implica superar los problemas de la diversidad de perspectivas. Pero es ciertamente el camino más productivo. (p. 166)

Barreras a las prácticas interdisciplinarias en contextos institucionales de investigación

Las barreras para el trabajo interdisciplinar son múltiples y empiezan por el hecho de que el saber se adquiere y se reproduce de manera disciplinar. La formación impartida en las universidades está canalizada en currículos y programas definidos en líneas disciplinares y profesionales. Las universidades pueden tener más dificultad para conjugar grupos y perspectivas diferenciales que los centros de investigación de tipo gubernamental y de la industria por su estructura horizontal y porque la consulta entre pares se extiende a comunidades por fuera de la misma institución (NAS, 2005). (p. 166)
La estructura organizativa universitaria donde se aloja normalmente la disciplina es el departamento, mientras que lo interdisciplinar lo hace en centros e institutos. La facultad, por su parte, más que un dispositivo académico se perfila como una unidad administrativa. Pero en la tradición de la universidad latinoamericana, la facultad es la estructura organizativa universitaria por excelencia, con una vocación profesional (…) (p. 167)

Conclusiones

Un nuevo esquema de producción de conocimiento, en el marco de centros de investigación, tanto universitarios, gubernamentales como mixtos, implica una revisión de estructuras de gestión que impiden la colaboración interdisciplinar, el cruce de fronteras y la búsqueda de una integralidad del saber.
La flexibilización de las estructuras universitarias para propiciar el encuentro de disciplinas y la instauración de algunas prácticas son esenciales para abrirle un espacio a la investigación interdisciplinar. (p. 168)
En términos de reformas es preciso que lo interdisciplinar tenga también un espacio en el orden simbólico de la ciencia y la tecnología. En las universidades, lo que se celebra son las facultades, los departamentos y los programas académicos, más que los esfuerzos colaborativos. Ello implica que en el orden simbólico lo interdisciplinar sea legitimado. Un logo y cierta autonomía administrativa ayudan en dirección a la visibilidad en este orden simbólico.
Probablemente, las barreras más difíciles de vencer son las mentales y culturales. Las condiciones personales que ayudan a la disposición para la interdisciplinariedad incluyen apertura mental, flexibilidad, fluidez, respeto a la diferencia y ética (…) Las disciplinas tienen su lugar bajo el sol y no van a desaparecer, como no van a desaparecer las especialidades médicas a pesar del clamor por médicos generales. No todos los problemas son complejos y algunos se resuelven de manera adecuada con una mirada disciplinar. Tampoco hay que olvidar la riqueza que significa la autonomía, identidad y mirada propia de cada disciplina. Las disciplinas, sin embargo, no se encuentran en estado “puro” o no contaminado. Ellas están en constante transformación e hibridación.
No obstante, la ruta de la investigación interdisciplinar y transdisciplinar parece ser la que mejor se ajusta a las exigencias contemporáneas de producción de conocimiento. (p. 169)


Referencias
URIBE MALLARINO, C. (2011). Interdisciplinariedad en investigación: ¿colaboración, cruce o superación de las disciplinas? Universitas Humanística, (73), 147–172.


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