Baudrillard, Jean [1995]: El sistema de los objetos


BAUDRILLARD, Jean [1995]: El sistema de los objetos, Siglo XXI editores, México.

Introducción.

Productos, aparatos, gadgets […] por comparación con los cuales el hombre parece ser una especie particularmente estable.
Todo objeto transforma alguna cosa.
Sistema de ordenamiento y clasificación tiende a un sistema de significados.
GIEDION: mechanization takes command.
Plano tecnológico            (Abstracción)
Sistema funcional            (Significativo)

Realidad tecnológica de los objetos, lo más concreto del objeto. Lo que gobierna las transformaciones radicales del ambiente.
Tecnológico       (esencial)
Psicológico
Sociológico         (inesencial)
Lenguaje tecnológico.
El motor actual es concreto, el antiguo abstracto.
Existe una forma primitiva del objeto técnico: lo abstracto.
La tecnología nos cuenta una historia rigurosa de los objetos […] Cada transición de un sistema a otro mejor integrado, cada conmutación en el interior de un sistema ya estructurado, cada síntesis de unificaciones hace que surja un sentido: nos encontramos en el nivel de una lengua.
Cada uno de nuestros objetos prácticos está ligado a uno o varios elementos estructurales, pero, todos huyen continuamente de la estructuralidad técnica hacia los significados secundarios, del sistema tecnológico hacia un sistema cultural. El ambiente cotidiano es, en gran medida, un sistema “abstracto”: los múltiples objetos están, en general, aislados en su función:  multiplicidad de funciones parciales, a veces indiferentes o antagónicas.
En el nivel tecnológico no hay contradicción, solo hay sentido. Pero una ciencia humana tiene que ser del sentido y del contrasentido.

A.      El sistema funcional o el discurso objetivo.
I.                     Las estructuras de colocación.
EL ENTORNO TRADICIONAL.
La configuración del mobiliario es una imagen fiel de las estructuras familiares y sociales de una época.
Los muebles se miran, se molestan, se implican en una unidad que no es tanto espacial como de orden moral. Se ordenan alrededor de un eje que asegura la cronología regular de las conductas.
Antropomórficos, estos dioses lares que son los objetos se vuelven, al encarnar en el espacio los lazos afectivos y la permanencia del grupo, suavemente inmortales. Como sucede con los dioses, a menudo, los muebles tienen también a veces la oportunidad de una segunda existencia, y pasan del uso ingenuo al barroco cultural.
[…] estos muebles-monumentos (aparador, cama, ropero) y su arreglo recíproco responden a una persistencia de las estructuras familiares tradicionales en capas muy grandes de la sociedad moderna.

EL OBJETO MODERNO LIBERADO DE SU FUNCIÓN.
Así se presenta el conjunto moderno de serie: desestructurado pero no reestructurado, pues nada compensa el poder de expresión del antiguo orden simbólico. Sin embargo hay progreso: entre el individuo y estos objetos más livianos en su uso […] media una relación más liberal: el individuo ya no es estrictamente relativo a la familia a través de ellos. A nivel del objeto de serie, esta evolución “funcional” no significa más que la liberación de la función del objeto y no del objeto mismo […] lo que está liberado en ellos es su función […] se ha separado del rito y de la etiqueta de toda una ideología. Hoy en día, los objetos dejan traslucir claramente qué es aquello para lo cual sirven.[1]
Una cama es una cama, una silla una silla: no hay relación entre ellas mientras no sirven más que para lo que sirven. Sin relación no hay espacio, pues el espacio no existe sino abierto, suscitado, ritmado, ampliado por una correlación de los objetos y un rebasamiento de su función en esta nueva estructura. El espacio es, de alguna manera, la libertad real del objeto; su función no es más que su libertad formal. El comedor burgués estaba estructurado, pero era una estructura cerrada. El ambiente funcional es más abierto, más libre, pero está desestructurado, fragmentado en sus diversas funciones.

EL INTERIOR MODELO.
Los muros y la luz.
Las habitaciones y la casa misma rebasan la separación tradicional de la pared que las convertía en espacios refugio. Las habitaciones se abren, todo comunica, se fragmentan en ángulos, en zonas difusas, en sectores móviles. Se liberalizan. Las ventanas ya no son orificios impuestos a la irrupción del aire y de la luz, la cual venía desde el exterior a posarse sobre los objetos para iluminarlos “como desde el interior”. Más simplemente ya no hay ventanas y la luz, que interviene libremente, se ha convertido en función universal de la existencia de las cosas. De igual manera, los objetos han perdido la sustancia que les daba fundamento, la forma que los encerraba y a través de la cual el hombre los anexaba a la imagen de sí mismo. Ahora es el espacio el que juega libremente entre ellos y se convierte en la función universal de sus relaciones y de sus “valores”.
Espejos y retratos.
El interior burgués multiplica los espejos en los muros, en los armarios, en las mesitas, en los aparadores. Como la fuente luminosa, la luna es un lugar privilegiado de la habitación. Por esta razón, desmpeña por doquier su papel ideológico de redundancia, de superfluidad, de reflejo: es un objeto rico. Asi pues, expresa todo un orden social: no es cosa fortuita que en siglo de Luis XIV se resuma en la galería de los espejos. Consagrado al cuidado preciso de la apariencia que exige el trato social, se libera de los adornos y de los prestigios de la subjetividad doméstica. Pues el espejo limita el espacio, supone una pared, remite hacia el centro.
El reloj y el tiempo.
El reloj es el equivalente, en el tiempo, del espejo en el espacio. El reloj es paradójicamente símbolo de permanencia y de introyección del tiempo.
¿HACIA UNA SOCIOLOGÍA DE LA COLOCACIÓN?
En la actualidad, el valor ya no es de apropiación, ni de intimidad, sino de información, de invención, de control, de disponibilidad continua, con mensajes objetivos; está en el cálculo sintagmático, que funda propiamente el discurso del habitante moderno. Hoy en día los objetos no se responden, comunican; ya no tienen presencia singular sino, en el mejor de los casos, una coherencia de conjunto, constituida por su simplificación como elementos de código y por el cálculo de sus relaciones. Conforme a una combinatoria ilimitada, el hombre establece con ello su discurso estructural. Habla de interior y de amueblamiento en función de “problema” y “solución”. Más que en el “gusto” es allí donde reside el sentido actual de la decoración.

EL HOMBRE DE COLOCACIÓN.
Vemos que el nuevo tipo de habitante que se propone como modelo es el “hombre de colocación”; no es ni propietario ni simplemente usuario, sino que es un informador activo del ambiente. Dispone del espacio como de una estructura de distribución. ¿no implica esto una participación activa del hombre, una responsabilidad que quizá no solicitó? ¿no se cansa la gente de “personalizar” el mundo?
Por consiguiente, él mismo debe ser “funcional”, homogéneo a este espacio, si quiere que los mensajes de colocación puedan partir y llegar a él.
El habitante moderno no “consume” sus objetos. Los domina, los controla, los ordena.
Así pues, como el sentido y el valor provienen de la provienen de la transmisión hereditaria de las sustancias bajo la jurisdicción de la forma, el mundo es vivido como dado y el proyecto consiste en revelarlo y perpetuarlo. El hombre está ligado entonces a los objetos-ambiente con la misma intimidad visceral (sin dejar de advertir las diferencias) que a los órganos de su propio cuerpo.
El proyecto vivido de una sociedad técnica es una conceptualización práctica con fundamento en la abstracción total, la idea de un mundo que ya no nos es dado, sino que es producido, dominado, manipulado, inventariado y controlado: adquirido.

II.                   Las estructuras de ambiente.
LOS VALORES DE AMBIENTE: EL COLOR.
El color tradicional.
El color cobra en gran medida su sentido fuera de si mismo: es metáfora de significados estructurales clasificados.
El color natural.
No es la  naturaleza verdadera la que transfigura el ambiente cotidiano, sino que lo son las vacaciones, ese simulacro natural, ese envés de la cotidianidad que no vive de la naturaleza, sino de la Idea de la naturaleza. Tenemos aquí una suerte de huida de los objetos en el ocio.
El color “funcional”.
El color liberado es vuelto a capturar inmediatamente después por un sistema en el que la naturaleza ya no forma parte más que como naturalidad, como connotación de naturaleza […] en el sistema de ambiente los colores ya no obedecen más que a su propio juego, se deshacen de todo constreñimiento, de toda moral, de toda naturaleza y no obedecen más que a un imperativo: el cálculo de ambiente.
De la misma manera en que los muebles constituidos por elementos pierden su función específica, de modo que solamente valen, en el caso límite, por su posición móvil, así los colores pierden su valor singular y se vuelven obligatoriamente relativos los unos a los otros, así como al conjunto: es lo que se quiere dar a entender cuando se dice que son “funcionales”.
La lógica del ambiente.
[…] el ambiente, que no es resultado del tratamiento particular de uno de los elementos. Ni de su belleza ni de su fealdad. Esto valía para el sistema incoherente y subjetivo de los gustos y de los colores, de los que “no se discute”. En el sistema coherente actual, es al nivel de las limitaciones de abstracción y de asociación donde se sitúa el éxito de un conjunto.
Un material modelo: el vidrio.
Un material resume este concepto de ambiente, en el cual podemos descubrir una suerte de función moderna universal del entorno: el vidrio. En el fondo no es un recipiente, es un aislante, es el milagro de un fluido fijo y por consiguiente, de un contenido que es un continente y que da fundamento, por eso, a la transparencia, tanto del uno como del otro. Por lo demás, hay en el vidrio, a la vez, el simbolismo de un estado secundario y el de un grado cero del material […] lo que el vacío es al aire el vidrio es a la materia. Embalaje, ventana o pared, el vidrio instaura una transparencia sin transición: se ve pero no se puede tocar. La comunicación es universal y abstracta. Una vitrina es hechicería y frustración, es la estrategia misma de la publicidad. La transparencia de los productos comestibles, en frascos: satisfacción formal, colusión visual, pero en el fondo, relación de exclusión […] se interpone entre la materialidad de las cosas y la materialidad de las necesidades. Y eso sin contar la virtud esencial, que es moral: su pureza, su lealtad, su objetividad, la inmensa connotación higiénica y profiláctica.
Vemos que el simbolismo eterno de la “casa de vidrio” se encuentra presente aún, pero pierde parte de su sublimidad en la modernidad. Los prestigios de la trascendencia ha cedido el lugar a los del ambiente (como ocurrió con el espejo). Las modernas “casas de vidrio” no están abiertas al exterior. Son el mundo exterior, la naturaleza, el paisaje los que, por el contrario, y gracias al vidrio y a la abstracción del vidrio se traslucen en la intimidad, en el dominio privado y “juegan libremente” a títulos de elementos de ambiente. El mundo entero reintegrado al universo doméstico como espectáculo.
EL HOMBRE DE RELACIÓN Y DE AMBIENTE.
Amigo o pariente, familiar o cliente, tiene que existir siempre una relación, pero ha de ser móvil y “funcional”.
Los asientos.
Los asientos modernos ponen el acento, dondequiera, en la sociabilidad y la interlocución. Todo moralismo queda excluido, ya no se hace frente a nada. El hombre funcional está fatigado de antemano.
“Culturalidad” y censura.
Es cierto, que la cultura ha representado siempre este papel ideológico de apaciguamiento: sublimar las tensiones ligadas al reino de las pulsiones, proveer, más allá de la materialidad y de los conflictos del mundo real, el reconocimiento del ser en una forma. Esta forma, que a pesar de todo da testimonio de una finalidad y asegura la reminiscencia  viviente de la envoltura fundamental, es sin duda más apremiante aún en la civilización técnica. Simplemente, como la realidad a la que refleja y desconoce al mismo tiempo, esta forma hoy en dia, se sistematiza: a una tecnicidad sistemática corresponde un culturalismo sistemático. Es a este culturalismo sistemático, al nivel de los objetos, a lo que llamamos AMBIENTE.

LOS VALORES DE AMBIENTE: EL GESTUAL Y LAS FORMAS.
Cuando al hacer el análisis de los valores de ambiente, se emprende el estudio de las formas “funcionales” se ve que su “estilización” es inseparable de la del gestual humano relacionado con ella. Esta significa siempre una elisión de la energía muscular y del trabajo. Elisión de las funciones primarias en provecho de las funciones de relación y de cálculo, elisión de las pulsiones en provecho de una “culturalidad”, todos estos procesos tienen como mediación práctica e histórica, al nivel de los objetos, la elisión fundamental del gestual de esfuerzo, el pasaje de un gestual  universal de trabajo a un gestual universal de control. Es allí donde termina una posición relativa milenaria de los objetos, su rango antropomórfico: en la abstracción de las fuentes de energía.



[1] El objeto “funcional” de serie, como el individuo social, están liberados en su objetivación “funcional”, no en su singularidad y su totalidad de objeto o de persona.

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