ECO, Umberto (1986): La estructura ausente: introducción a la semiótica
ECO, Umberto (1986): La
estructura ausente: introducción a la semiótica, Lumen, Barcelona
III. El significado como unidad
cultural.
III.1 Intentemos ahora ver cuál
es el objeto que corresponde a un término lingüístico. Tomemos el término
/perro/. El referente no será ciertamente el perro x que está junto a mí cuando
pronuncio la palabra (…) cualquier
intento de determinar lo que es un referente de un signo nos obliga a definir
este referente en términos de una entidad abstracta que no es otra cosa que una
convención cultural.
III.2 Asi pues, ¿qué es el
significado de un término? Desde el punto de vista semiótico no puede ser otra
cosa que una unidad cultural. En toda cultura una “unidad” es simplemente, algo
que está definido culturalmente y distinguido como unidad.
SECCION C. La función y el signo.
1. Arquitectura
y comunicación
I.
Semiótica y arquitectura
I.1 (…) –partiendo de la
hipótesis de que en realidad todos los fenómenos culturales son sistemas de
signos, o sea que la cultura es
esencialmente comunicación- uno de los sectores en el que la semiótico
encuentra mayores dificultades, por la índole de la realidad que pretende
captar, es el de la arquitectura.
I.2 ¿Porqué la arquitectura
desafía a la semiótica? Porque en apariencia, los objetos no comunican (o al menos no han sido
concebidos para comunicar), sino que funcionan.
II. La arquitectura como
comunicación
II.1 El examen fenomenológico de
nuestras relaciones con el objeto arquitectónico ya nos indica que por lo
general disfrutamos de la arquitectura como
acto de comunicación, sin excluir su funcionalidad (…) El código arquitectónico genera un código icónico (…) El dibujo o la imagen
de la caverna, ya son la comunicación de una posible función y continúan
siéndolo aunque la función no se ejerza ni se desee ejercerla.
II.2 Ha sucedido lo que dice
Roland Barthes [1964, B]: “desde el momento en que existe sociedad, cualquier
uso se convierte en signo de este uso” (II.1.4)
(…) el producto manufacturado
“promueve” la función (…) comunica la
función que debe ser ejercida; los objetos comunican incluso sin ser usados.
III.2. No hay duda que una
escalera actúa sobre mí como un estímulo de necesidad (…) la escalera me estimula a subir (…)
2. El
signo arquitectónico.
I.
Caracterización del símbolo arquitectónico
(…) los
objetos arquitectónicos sólo pueden denotar su propia presencia física.
Para nosotros,
la caracterización de un signo se basa
solamente en un signo codificado que un determinado contexto cultural atribuye
a un significante.
Es indudable
que incluso los procesos de codificación son comportamientos sociales (…)
nuestra impostación semiótica reconoce en el signo arquitectónico la presencia
de un significante cuyo significado es la función que esta hace posible.
I.5 (…) la
perspectiva semiótica que hemos adoptado (…) nos permite reconocer en los
signos arquitectónicos unos significantes descriptibles y catalogables, que
pueden denotar funciones precisas, con tal que sean interpretados por medio de
determinados códigos; y estos pueden revestir significados sucesivos: que como
veremos, pueden serles atribuidos no solamente por la vía de la denotación,
sino también por vía de connotación, basados en otros códigos.
I.6 Formas
significantes; códigos elaborados por inferencia de su uso y propuestos como
modelos estructurales de relaciones comunicativas; significados denotativos y
connotativos que se aplican a significantes basados en códigos; éste el
universo semiótico en el que puede hacerse una lectura comunicativa rigurosa de
la arquitectura, de la que se excluya la referencia a objetos reales (ya sean
denotata o referentes, comportamientos físicos observables) y en la que los
únicos objetos concretos que nos interesan son los objetos arquitectónicos como
formas significantes. El reconocimiento de las posibilidades comunicativas de
la arquitectura se ha de mover en este ámbito.
II.
La denotación arquitectónica
II.1 El objeto
de uso es, desde el punto de vista comunicativo, el significante del significado denotado exacta y convencionalmente, y
que es su función.
Pero la forma
de estas ventanas, su número su disposición en la fachada (…) no denota
solamente una función; sino que implica una determinada concepción de la manera
de habitar y de su utilización; connota una ideología global que rige la
operación del arquitecto. Comienzan a asumir una función simbólica.
(…) el ingenuo
no sabe que unas determinadas formas significan unas determinadas funciones. No
posee el código (…) Por lo tanto, podemos darnos cuenta de que todas las
místicas de “la forma sigue a la función” son precisamente místicas si no se
apoyan en una consideración de los procesos de codificación.
II.3 Pero la
genialidad de un arquitecto o de un constructor no puede convertir en funcional
una forma nueva (no conseguir dar forma a una función nueva) si no se apoya en
procesos de codificación ya existentes.
Puede suceder
que un arquitecto construya una casa que está al margen de cualquier código
existente; y puede suceder que esta casa pueda ser habitada de una manera
agradable y “funcional”: pero es un hecho que no se llega a aprender a
habitarla si no se reconocen las direcciones de habitabilidad que sugiere y que
incitan como un complejo de estímulos; si no se reconoce la casa como un
contexto de signos referibles a un código conocido.
Esto no quiere
decir que para establecer nuevas funciones siempre tengamos que apoyarnos en
formas viejas y conocidas. Repitamos un principio semiótico fundamental que ya
hemos teorizado al tratar de las funciones estéticas del mensaje artístico y
que se explica de manera magistral en la Poética de Aristóteles: no se pueden establecer momentos de
información intensa si no se apoyan en bandas de redundancia; toda
manifestación de lo inverosímil se apoya en articulaciones de lo verosímil.
(…) un objeto
que pretenda promover una función nueva podrá contener en sí mismo, en su
forma, las indicaciones para decodificar la función inédita, con tal de que se
apoye en elementos de los códigos precedentes, es decir, con tal de que deforme
progresivamente las funciones conocidas y las formas que se pueden referir
convencionalmente a funciones ya conocidas.
En caso
contrario el objeto arquitectónico ya no es un objeto funcional y se convierte
en obra de arte, es decir, en forma ambigua que puede ser interpretada a la luz
de códigos distintos.
III.
La connotación arquitectónica.
III.2 (…) la
calificación de “función” se extiende a todas las finalidades comunicativas de
un objeto, dado que en la vida asociativa las connotaciones “simbólicas” del objeto
útil no son menos “útiles” que sus denotaciones “funcionales”
3. La
comunicación arquitectónica y la historia.
I.
Funciones primarias y funciones secundarias.
Puesto que de
ahora en adelante nos resultaría cada vez más incómodo hablar de “funciones” al
referirnos a las denotaciones de utilitas,
y de “connotaciones simbólicas” al referirnos a los demás tipos de
comunicación, como si estas no fueran funciones, utilizaremos los términos de función primaria (la que se denota) y funciones secundarias (que son
connotadas).
(…) en el
transcurso de la historia, las funciones primarias y secundarias están sujetas
a pérdidas, recuperaciones y sustituciones de todas clases (…) que en general
son corrientes en las vidas de las formas y constituyen la norma de lectura de
las obras de arte propiamente dichas, pero que resultan más evidentes (y
paradojales) en el ámbito de las formas arquitectónicas, en el que la opinión
común cree que se trata de objetos funcionales con indicaciones inequívocas, y
por lo tanto, unívocamente comunicativas.
II.2 En el
curso de la historia, o bien al pasar de un grupo humano a otro, un objeto
utilitario puede someterse a las siguientes lecturas:
1. A)
Se pierde el sentido de la función primaria.
B) Permanecen las
funciones secundarias, de una manera oculta.
2. A)
Permanece la función primaria.
B)
Se pierden las funciones secundarias.
3. A)
Se pierde la función primaria.
B)
Se pierden casi todas las funciones secundarias. Ó se reemplazan las funciones
secundarias por códigos de enriquecimiento.
4. A)
La función primaria se convierte en secundaria.
(es el caso del ready made: un
objeto de uso es elegido como objeto de contemplación, incluso para connotar
irónicamente su anterior utilización)
5. A)
Se pierde la función primaria.
B) Se sustituye
por otra función primaria.
C) Se deforman las
funciones secundarias por medio de códigos de enriquecimiento.
(Por ejemplo, las cunas rústicas
de los Alpes que se transforman en revistero –adaptadas a una nueva forma de
utilidad- en tanto que las connotaciones unidas a la decoración del objeto
válidas para los usuarios primitivos, se deforman, connotan otra cosa, como
analogías con las formas del arte primitivo o el actual, ingenuidad popular,
etc…)
6. A)
Las funciones primarias son vagas desde su origen.
B) Las funciones
secundarias son imprecisas y deformables.
III. Consumo y recuperación de
las formas.
III.1 Este juego de oscilaciones
entre las formas y la historia en realidad es un juego de oscilaciones entre
estructuras y acontecimientos, entre configuraciones físicamente estables (que
pueden ser descritas objetivamente como formas significantes) y el juego
variable de los acontecimientos que les confieren significados nuevos.
El fenómeno que denominamos
consumo de las formas, olvido de sus valores estéticos, se basa en este
mecanismo. Y en una época en que los sucesos se suceden más vertiginosamente –(…)
contribuyen al cambio frecuente y profundo de los códigos- este fenómeno puede
advertirse de una manera dominante. Por ello, aun siendo un fenómeno de
carácter permanente, derivado de la naturaleza propia de los procesos de
comunicación, no ha podido ser teorizado hasta nuestro siglo.
(…) Es como una vasta operación
pop, la misma que ya referíamos al hablar del ready made surrealista y que
Lévi-Strauss definía como fisión semántica, la descontextualización del signo y
su inserción en un nuevo contexto que lo llena de significados nuevos. Esta
operación va unida a la de conservación y descubrimiento de los viejos
contextos.
4. Los
códigos arquitectónicos
I.
¿Qué es un código arquitectónico?
I.2 (…) es
necesario investigar si la arquitectura puede soportar igualmente una
codificación puramente sintáctica (aunque solamente sea para justificar y
describir objetos cuya función denotada no se conoce, como el menhir, el
dolmen, el recinto de Stonehenge, etc.).
I.3
Finalmente, en la arquitectura se han de distinguir los códigos de lectura (y
de construcción del objeto, de los códigos de lectura y de elaboración del
proyecto del objeto). Aquí nos hemos de ocupar de la manera de leer un objeto
arquitectónico y no de la manera de leer un proyecto. En realidad, una vez
fijadas las reglas de interpretación del objeto, las reglas de interpretación
del proyecto derivan de aquellas, en el sentido de que son reglas de
interpretación de un lenguaje no escrito, según modos convencionales de la
escritura (de la misma manera que la transcripción de la lengua verbal se
elabora a base de reglas de notación escrita de los elementos verbales que son
los fonemas y los monemas). Ello no impide que la semiótica del proyecto
plantee problemas interesantes porque en un proyecto se dan diversos sistemas
de notación (una planta no se codifica de la misma manera que un alzado) y en
ellos hay a la vez signos icónicos, diagramas, indicios, símbolos,
quasi-signos, no-signos, etc., cubriendo toda la gama de signos propuesta por
Peirce.
I.4 Los que
estudian los códigos arquitectónicos en general se limitan a recurrir a los
códigos tipológicos (que son claramente semánticos), recordando que en la
arquitectura hay configuraciones que indican claramente “la iglesia”, “la
estación”, o bien “el tenedor”, etc. De los códigos tipológicos nos ocuparemos
a continuación, pero es evidente que solamente son uno, el más aparente de los
sistemas de codificación en uso.
I.5 En el
intento de apartarse progresivamente de un código tan claramente historicista
(es evidente que la imagen de “la iglesia” se articula de una manera
determinada y en un momento histórico determinado), se cae en la tentación de
buscar articulaciones básicas de la arquitectura, el sistema de figuras que
forma la articulación segunda, en los
elementos de la geometría euclidiana.
Si la
arquitectura es el arte de la articulación de los espacios, la codificación de
la articulación de los espacios podría ser la que Euclides dio en su geometría.
Los elementos de articulación primaria podrían ser los choremos (chora=espacio, lugar), cuyos elementos
de articulación secundaria son los stoichea
(los “elementos” de la geometría clásica), que se componen en sintagmas más o
menos complejos. Por ejemplo, pueden ser elementos de segunda articulación,
todavía sin significado pero con valor diferencial, el ángulo, la línea recta,
las curvas, el punto; y serán elementos de primera articulación el cuadrado, el
triángulo, el paralelepípedo, la elipse, hasta llegar a las figuras irregulares
más ambiguas, pero que pueden ser expresadas por medio de ecuaciones de la
clase que sean; y la combinación de dos rectángulos, uno dentro del otro, ya
puede constituir una configuración sintagmática característica (en la que se
pueden reconocer, por ejemplo, la relación entre pared y ventana) y otras
configuraciones sintagmáticas más complejas pueden ser el cubo (tridimensional)
o las distintas articulaciones de una planta de cruz griega. Desde luego, la
relación entre geometría plana y geometría tridimensional podría plantear el
problema de una tercera articulación de los elementos. Y a continuación se
provocarían nuevos problemas de codificación con el reconocimiento de las
geometrías no euclidianas.
Con todo, es
un hecho que este código geométrico no pertenece únicamente a la arquitectura:
se ha de invocar también para describir fenómenos pictóricos (…) Y el mismo
código sirve para la notación escrita y la descripción verbal (para la
formulación) de fenómenos topográficos (…) Finalmente podría incluso
identificarse con un código gestáltico que rigiera la percepción de las formas
elementales (…)
I.6 Así pues,
hemos de prescindir de un código como este(…) Pero del hecho de que la
arquitectura pueda ser descrita basándose en un código geométrico no podemos
deducir que la arquitectura como tal se funde en un código geométrico.
II.
Clasificación de los códigos arquitectónicos
II.1 De las
consideraciones que preceden podemos deducir una tabla de la siguiente especie
[cfr. Koenig, 1964; Dorfles, 1968, c. V]:
1. Códigos
sintácticos: en este sentido, es típica una articulación que corresponde a la
ciencia de la construcción. La forma arquitectónica se divide en travesaños,
techos, suelos, bóvedas, repisas, arcos, pilares, encofrados de cemento
(armazones multiplanos móviles unidos a bases transportables, paredes móviles
como cobertura). No hay referencia ni a la función ni al espacio denotado,
solamente una lógica estructural: las condiciones estructurales para la
denotación de espacios. A nivel de una segunda articulación con otros códigos,
existen las condiciones estructurales para la significación, aunque no se haya
llegado al significado (…)
2. Códigos
semánticos: a) articulación de elementos arquitectónicos:
1)
Elementos que denotan funciones primarias: techo, terrado, cúpula, escalera, ventana…
2)
Elementos que connotan funciones secundarias “simbólicas”: metopa, frontón, tímpano…
3)
Elementos que denotan “carácter distributivo” y
que connotan ideologías del modo de vivir:
aula común, zona de día y de noche, sala de estar, comedor…
b)
articulación de géneros tipológicos:
1) tipos
sociales: hospital, villa, escuela, castillo, palacio, estación…
2) tipos
espaciales: templo de planta circular, de cruz griega, planta abierta,
laberinto…
La enumeración
podría seguir y elaboraríamos tipos como ciudad jardín, ciudad de planta
romana, etc., o descubriríamos codificaciones recientes a nivel de determinadas
maneras de obrar, derivadas de las poéticas de vanguardia que han creado su
propia tradición y su propia manera.
II.2. Lo que
llama más la atención en todas estas codificaciones es que formalizan
soluciones ya elaboradas. Es decir,
que son codificaciones de tipos de mensajes. El código-lengua es distinto:
formaliza un sistema de soluciones posibles, de las cuales se puede originar un
número infinito de mensajes. Se puede considerar la lengua como un campo de libertad casi absoluto, y en el
cual el habla improvisa los mensajes adecuados para dar razón de situaciones
inesperadas. En cambio, en la arquitectura, si los códigos son los que hemos
indicado, la situación es distinta.
Si los códigos
de la arquitectura me dice cómo ha de hacerse una iglesia para que sea una
iglesia (código tipológico), ciertamente, con la dialéctica (ya teorizada)
entre información y redundancia, podré intentar construir una iglesia que, aun
siendo una iglesia, sea distinta de las que se habían hecho hasta ahora y por
ello, que me incite a rogar a Dios de una manera inusitada: pero esto no quiere
decir que yo haya violado una determinación arquitectónica y sociológica que me
prescribe la manera de hacer y de utilizar las iglesias. Si los códigos
arquitectónicos no me permiten traspasar este límite, en este caso la
arquitectura no es una manera de cambiar el curso de la historia y de la
sociedad, sino un sistema de reglas para dar a la sociedad lo que ésta prescribe a la arquitectura.
En este caso,
la arquitectura no sería ni siquiera un arte, si lo que es propio del arte
(véase lo que hemos dicho sobre el mensaje estético) es proponer a los
destinatarios algo que estos no esperaban.
II.3 Los
códigos de que hemos hablado no son otra cosa que léxicos de tipo iconológico,
estilístico o retórico. No establecen posibilidades generativas, sino esquemas
dados, ni formas abiertas que incitan al comentario, sino formas escleróticas,
relaciones generales de lo inesperado. En este caso, la arquitectura sería una
retórica, en el sentido en que se ha definido en A.5.II.
5. ¿La
arquitectura como comunicación de masas?
I.
La persuasión arquitectónica
I.1 Si la
arquitectura es un sistema de reglas retóricas destinadas a dar a quien las
utiliza lo que éste ya espera (aunque sea con unos toques inesperados muy
dosificados), ¿qué es lo que distingue a la arquitectura de los demás tipos de
comunicación de masas? La idea de que es una forma de comunicación de masas
está bastante difundida. Una operación dirigida a grupos humanos, para
satisfacer algunas de sus exigencias y persuadirlos de que vivan de una manera
determinada, puede conceptuarse de comunicación
de masas (…)
I.2 Pero
incluso refiriéndonos a esta problemática, la arquitectura parece tener unas
características afines a las de los mensajes de masas. Intentemos
individualizarlas:
a) El
razonamiento arquitectónico es persuasivo: parte de unas premisas admitidas,
las reúne en argumentos conocidos y aceptados e induce al consentimiento de un
tipo determinado (viviré así porque así se me propone, basándome en formas
espaciales que se asemejan a otras ya conocidas, y se me demuestra que,
relacionadas de esta manera, podré vivir de un modo más cómodo y confortable).
b) El
razonamiento arquitectónico es psicagógico: con una suave violencia (aunque no
me dé cuenta de ella), se me inclina a seguirlas instrucciones del arquitecto,
el cual, no solamente me señala las funciones sino que las promueve e induce
(en el mismo sentido en que hablamos de persuasión oculta, de inducción
psicológica, de estimulación erótica).
c) El
razonamiento arquitectónico se disfruta con desatención, de la misma manera que
se disfruta del film y de la televisión (…) (y no se disfruta del arte
propiamente dicho, que exige absorción, atención, devoción a la obra que se ha
de interpretar, respeto para las presuntas intenciones del emisor)
d) El mensaje
arquitectónico puede estar repleto de significados aberrantes sin que el
destinatario advierta que está perpetrando una traición. Quien utiliza la Venus
de Milo para conseguir una excitación erótica sabe que está traicionando la
función comunicativa originaria (estética) del objeto; pero quien utiliza el
Palacio de Ducal de Venecia para guarecerse de la lluvia, o quien utiliza una
iglesia abandonada para instalar tropas, no puede advertir que está perpetrando
una traición.
e) En este
sentido, el mensaje arquitectónico oscila entre un máximo coercitivo (tienes
que vivir así) y un máximo de irresponsabilidad (puedes utilizar esta forma
como quieras).
f) La
arquitectura está sujeta a olvidos y a sucesiones de significados rápidas, sin
que pueda defenderse con un recurso filológico; en un cuadro o en una poesía
esto no sucede; en cambio, sí sucede con las canciones de moda o con los
vestidos.
g) La
arquitectura se mueve en una sociedad de mercado; está sujeta a oscilaciones y
determinaciones de mercado, más que otras actividades artísticas, tanto como
los restantes productos de la cultura de masas (…) En realidad, el dibujante
puede dibujar para él y para sus amigos y el poeta puede escribir su obra en un
ejemplar único para su amada; en cambio , el arquitecto (a menos que se dedique
a formular modelos teóricos sobre el papel), no puede serlo si no se inserta en
un circuito tecnológico y económico que intenta comprender sus razones, incluso
cuando quiere oponerse a ellas.
II.
La información arquitectónica
II.1 No
obstante, quien examina con mayor atención la arquitectura ya tiene la
sensación de que es algo más que un acto de comunicación de masas (de la misma
manera que algunos tipos de operaciones que se originan en el ámbito de las
comunicaciones de masas, pero que llegan a escapar de él por la carga
ideológica y protestataria que contienen).
(…) Partiendo
de las premisas de la sociedad en la que se desarrolla para someterla a
crítica, toda obra arquitectónica nueva aporta algo nuevo y no solamente por
ser una máquina de vivir buena, que connota una adecuada ideología de la
habitabilidad, sino también porque con su existencia critica otras maneras de
vivir y las ideologías que la habían precedido.
En la
arquitectura, la técnica, dedicada a fines persuasivos, en la medida que
connota determinadas funciones, y en la medida en que las formas del mensaje
forman un todo con los materiales que le sirven de soporte, se autosignifica,
siguiendo es esto las leyes del mensaje estético. Y al autosignificarse, a la
vez informa no solamente sobre las funciones que promueve y denota, sino
también sobre el MODO en que ha decidido promoverlas y denotarlas.
Siguiendo la
cadena semiótica que va del estímulo a la denotación, y de la denotación a la
connotación (y del sistema de denotaciones y connotaciones al mensaje
autosignificante que connota las intenciones arquitectónicas del emisor)
resulta que en la arquitectura los estímulos son a la vez ideologías. La
arquitectura connota una ideología del vivir y por lo tanto, a la vez que
persuade, permite una lectura interpretativa capaz de ofrececr un acrecimiento
de información.
Cuando quiere
hacernos vivir de una manera nueva, nos informa de algo nuevo, y cuanto más
quiere hacernos vivir de una manera nueva, tanto más nos persuade para que lo
hagamos, valiéndose de la articulación de varias funciones secundarias
connotadas.
II.2 El
razonamiento sobre el styling entra en esta perspectiva (…) es la superposición
de nuevas funciones secundarias invariables; aparentemente debería informar,
pero de hecho confirma, por medio de nuevas estrategias persuasivas, lo que el
consumidor quería, hacía y ya sabía hacer. Puro acto de persuasión que no puede
ser otra cosa que una nueva estrategia de opiniones admitidas.
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