JOHNSON, Philip; WIGLEY, Mark [1988]: Arquitectura Deconstructivista


JOHNSON, Philip; WIGLEY, Mark [1988]: Arquitectura Deconstructivista, Gustavo Gili, Barcelona.

Prefacio.
La arquitectura deconstructivista no representa un movimiento, no es un credo. No tiene “tres reglas” de obligado cumplimiento.
Es la confluencia desde 1980, en la obra de unos cuantos arquitectos importantes, de enfoques similares que dan como resultado formas similares. Es una concatenación de tendencias afines en varios lugares del mundo.
Como las formas no salen de la nada, sino que están visiblemente relacionadas con formas preexistentes, no es extraño que las formas de la arquitectura deconstructivista puedan venir del constructivismo ruso de la segunda y tercera década de este siglo.
Tomemos por ejemplo el más obvio de los temas formales que repiten cada uno de ellos: la superimposición en diagonal de formas rectangulares o trapezoidales. Este tema aparece también claramente en la obra de toda la vanguardia rusa, desde Malevich hasta Lissitzky. La similitud, por ejemplo, entre los planos alabeados de Tatlin y los de Hadid es evidente. El “lini-ismo” de Rodchenko aparece en la obra de Coop Himmelblau y en la de Ghery, y así sucesivamente.
Los cambios que más chocan a un viejo moderno como yo son los fuertes contrastes entre las imágenes “retorcidas” de la arquitectura deconstructivista y las imágenes “puras” del antiguo estilo internacional. Me vienen a la mente dos de mis íconos favoritos: un rodamiento de bolas, de 1934 y una fotografía reciente de un cobertizo que protege un manantial.
Los dos íconos fueron “diseñados” por personas anónimas con fines no estéticos. Ambos parecen tener una especial belleza dentro de sus respectivas épocas. La primera imagen se correspondía con nuestros ideales de belleza maquinista de los años treinta, con sus formas no adulteradas por diseñadores “artísticos”. La foto del cobertizo toca hoy la misma fibra en nuestro cerebro que el rodamiento había tocado dos generaciones atrás. Es mi ojo receptor lo que ha cambiado.
Pensemos en los contrastes. La forma del rodamiento representa la claridad, la perfección; es única, clara, platónica, severa. El cobertizo es inquietante, dislocado, misterioso. La esfera es pura; las planchas retorcidas conforman un espacio deforme. El contraste se produce entre la perfección y la perfección violada.
En el arte como en la arquitectura, sin embargo, hay muchas –y contradictorias- tendencias pertenecientes a nuestra generación de rápidos cambios. Dentro de la arquitectura, son igualmente válidos el clasicismo estricto, el modernismo estricto y toda clase de tonalidades intermedias. No ha aparecido ningún “ismo” de persuasión generalizada. Es posible que ninguno aparezca a no ser que nazca una nueva religión o conjunto de creencias a nivel mundial a partir del cual pueda formarse una nueva estética.
Mientras tanto reina el pluralismo, terreno en que se pueden desarrollar artistas poéticos y originales.


Arquitectura deconstructivista. Mark Wigley.

La arquitectura siempre ha sido una institución cultural central a la que se ha valorado sobre todo por proveer orden y estabilidad. Estas cualidades se entienden como producto de la pureza geométrica de su composición formal.
El arquitecto ha soñado siempre con la forma pura, con producir objetos en los que toda inestabilidad o desorden hayan sido excluidos.
Cualquier desviación del orden estructural, cualquier impureza, se entiende como amenaza frente a los valores formales representados por la armonía, la unidad y la estabilidad, y por tanto se aísla de ella, tratándolo como puro ornamento.
Los proyectos de esta expo representan una sensibilidad diferente, en la que el sueño de la forma pura ha sido alterado. El sueño se ha convertido en una especie de pesadilla.
La deconstrucción no es demolición o disimulación. Si bien hace evidentes ciertos fallos estructurales dentro de estructuras aparentemente estables, estos fallos no llevan al colapso de la estructura. Por el contrario, la deconstrucción obtiene toda su fuerza de su desafío a los valores mismos de la armonía, la unidad y la estabilidad.
Un arquitecto deconstructivo no es por tanto aquel que desmonta edificios, sino el que localiza los dilemas inherentes dentro de ellos. El arquitecto deconstructivo identifica los síntomas de una impureza reprimida; la forma es sometida a interrogatorio.
El constructivismo ruso constituyó un hito clave en el que la tradición arquitectónica fue tan radicalmente torcida que se abrió en ella una fisura a través de la cual ciertas posibilidades arquitectónicas inquietantes fueron visibles por primera vez.
En los años que siguieron a la revolución […] entendieron la arquitectura como un arte pero con suficiente base en la función como para poder ser utilizada en el avance hacia las metas revolucionarias; ya que la arquitectura está tan imbricada con la sociedad, la revolución social requería una revolución arquitectónica.
Pero todas estas estructuras radicales nunca se construyeron. Se produjo un importante cambio ideológico […] La vanguardia rusa se vio corrompida por la pureza del movimiento moderno.
EL movimiento moderno intentó una purificación de la arquitectura al desnudar de todo ornamento la tradición clásica, revelando la pureza sin más de la estructura funcional subyacente. La pureza formal se asociaba con la eficiencia funcional. Pero el movimiento moderno estaba obsesionado por la funcionalidad estética elegante, y no por la compleja dinámica de la función misma.
La geometría irregular nuevamente se entiende como una condición estructurada más que como una estética formal dinámica.
El alterar la forma desde el exterior con esos medios no es amenazar la forma, solo dañarla. El daño produce un efecto decorativo, una estética del peligro.
A medida que observamos más cuidadosamente, se hace menos claro el punto en que acaba la forma perfecta y empieza su imperfección; parecen estar inseparablemente enmarañadas.
Es como si la perfección siempre hubiese contenido la imperfección […] la perfección es en secreto monstruosa.
Ya que la arquitectura deconstructivista busca lo extraño dentro de lo familiar, desplaza al contexto más que doblegarse frente a él […] cada uno de ellos hace en él intervenciones muy específicas. Con su intervención, los elementos del contexto se hacen extraños. En uno de los proyectos, las torres son abatidas sobre sus costados, mientras que en otros los puentes se levantan para convertirse en torres, los elementos subterráneos hacen erupción desde la tierra y flotan sobre la superficie, o los materiales más comunes se súbitamente se hacen exóticos. Cada proyecto activa una parte del contexto de manera de alterar el resto de él, extrayéndole propiedades rupturistas hasta entonces ocultas, que se convierten en protagonistas. La forma ya no divide simplemente un interior de un exterior. La sensación de estar delimitado, ya sea por un edificio o por una habitación se ve alterada. Las paredes se abren, pero de forma ambigua. No hay simples ventanas, aberturas regulares que perforan una pared sólida; más bien la pared es torturada, partida y doblada. Toda la condición de envolvente se hace añicos.
Si bien la arquitectura decontructivista amenaza así esa fundamental propiedad de los objetos arquitectónicos […] no es una retórica de lo nuevo. Más bien expone lo extraño que se esconde en lo tradicional.
Esta alteración del sentido tradicional de la estructura también altera el sentido tradicional de la función. Las formas son alteradas primero, y solo entonces dotadas de un programa funcional. La forma no sigue a la función, sino que la función sigue a la deformación.


Proyectos:
Frank O. Ghery (Toronto, 1929). Casa Ghery, Santa Mónica, Cal. 1978-88.

La casa Ghery es una remodelación en tres fases de un edificio suburbano existente. La casa original está ahora entrelazada con varios añadidos entrecruzados de estructuras conflictivas. Se ha visto severamente alterada por esos añadidos. Pero la fuerza de la casa le viene dada por la sensación de que los añadidos no fueron importados al lugar sino que surgieron del interior de la casa. Es como si la casa siempre hubiese contenido dentro de ella esas formas retorcidas.
En la primera fase, las formas buscan la salida desde el interior, retorciéndose hacia el exterior. Un cubo inclinado, por ejemplo, construido con la madera de la casa original, atraviesa la estructura, perforando las distintas capas de la casa. A medida que estas formas buscan el camino de salida, levantan la piel del edificio, dejando la estructura expuesta. Consecuentemente, la primera fase opera en el espacio existente entre la pared original y su piel desplazada. Este espacio es una zona conflictiva en la que las distinciones estables entre el interior y el exterior, entre el original y el añadido, entre la estructura y la fachada, son cuestionadas.
En la segunda fase, la estructura de la pared trasera, que no está protegida por la piel, revienta y las planchas se caen del interior. La estructura se rompe casi literalmente. En la tercera fase, el jardín trasero se llena de formas que parecen haberse escapado de la casa a través de una grieta en la pared trasera, que se cierra tras ellas. La casa Ghery se constituye en un extenso ensayo sobre la convulsa relación entre el conflicto interior de las formas y el conflicto entre ellas.

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