Wolfflin, H. (1952). Conceptos fundamentales de la historia del arte (fragmento)
Wolfflin, H. (1952). Conceptos
fundamentales de la historia del arte (3a ed.). Madrid: Espasa-Calpe.
18
2. Las formas más generales de representación
(…)
Intentaremos diferenciar formas fundamentales en el campo
del arte de la época moderna, cuyos periodos sucesivos denominamos: Primer
Renacimiento, Alto Renacimiento y Barroco, nombres que aclaran bien poco y que
conducen por fuerza a equivocaciones (…)
19
Brote, Florecimiento y Decadencia. Si entre los siglos XV y
XVI existe una diferencia cualitativa, en el sentido de que el siglo XV ha
tenido que elaborarse poco a poco los efectos de que dispone ya libremente el
XVI, sin embargo el arte (clásico) del quinientos y el arte (barroco) del seiscientos
se hallan en una misma línea en cuanto a valor (…) El arte barroco no es ni una
decadencia ni una superación del clásico: es, hablando de un modo general, otro
arte (…) La evolución occidental de la época moderna no puede reducirse al
esquema de una simple curva con su proclive, su culminación y su declive (…)
hay que tener consciencia de que se juzga arbitrariamente (…) así como es
arbitrario decir que el rosal alcanza su plenitud al dar flores (…)
20
(…)
Si no nos equivocamos, se puede condensar la evolución,
provisionalmente, en los cinco pares de conceptos que siguen:
1.
La evolución de lo lineal a lo pictórico, es
decir, el desarrollo de la línea como cauce y guía de la visión, y la paulatina
desestima de la línea. Dicho en términos generales: la aprehensión de los
cuerpos según el carácter táctil -en contornos y superficies-, por un lado, y
del otro una interpretación capaz de entregarse a la mera apariencia óptica y
de renunciar al dibujo “palpable”. En la primera, el acento carga sobre sobre el
límite del objeto; en la segunda, el fenómeno se desborda en el campo de lo
ilimitado (…) En el primer caso radica el interés mucho en la aprehensión de
los distintos objetos físicos como valores concretos y asibles; en el segundo
caso, más bien en interpretar lo visible en su totalidad, como si fuese vaga
apariencia.
20-21
2.
La evolución de lo superficial a lo profundo. El
arte clásico dispone en planos o capas las distintas partes que integran el
conjunto formal, mientras que el barroco acentúa la relación sucesiva de fondo
a prestancia o viceversa. El plano es el elemento propio de la línea; la
yuxtaposición plana, la forma de mayor visualidad (…) Con la desvaloración del
contorno viene la desvaloración del plano, y la vista organiza las cosas en el
sentido de anteriores y posteriores. Esta diferencia no es cualitativa (…)
21
3.
La evolución de la forma cerrada a la forma
abierta. Toda obra de arte ha de ser un conjunto cerrado, y ha de considerarse
como un defecto el que no esté limitada en sí misma (…) frente a la forma
suelta del barroco puede calificarse, en términos generales, la construcción
clásica como arte de la forma cerrada (…)
21-22
4.
La evolución de lo múltiple a lo unitario. En el
sistema del ensamble clásico, cada componente defiende su autonomía a pesar de
lo trabajado en el conjunto (…) lo particular está supeditado al conjunto sin
perder por ello su ser propio. Para el observador presupone ello una
articulación, un proceso de miembro a miembro, lo cual es algo muy diferente, o
la concepción como conjunto que emplea y exige el siglo XVII (…) en un caso se
alcanza la unidad mediante armonía de partes autónomas o libres, y en el otro
mediante la concentración de partes en un motivo, o mediante la subordinación
de los elementos bajo la hegemonía absoluta de uno.
22
5.
La claridad absoluta y la claridad relativa de
los objetos (…) es muy particular advertir que la época clásica instituye un
ideal de claridad perfecta que el siglo XV solamente vislumbró y que el XVII
abandona voluntariamente (…) la claridad del motivo ya no es el fín último de
la representación; no es ya necesario que la forma se ofrezca en su integridad:
basta con que se adquieran sus asideros esenciales. Ya no están la composición,
la luz y el color al servicio de la forma de un modo absoluto, si no que tienen
su vida propia.
(…)
89
La arquitectura
OBSERVACIONES
GENERALES
La investigación de lo pictórico y lo no pictórico en las
artes tectónicas ofrece el interés especial de que en ellas, libre por vez
primera el concepto de toda mezcla de requerimientos imitativos, se mostrará
como concepto puro de la decoración (…)
90
(…) la arquitectura -ésta, por su misma naturaleza, no puede
llegar a ser arte de la apariencia en el mismo grado que la pintura-, pero la
diferencia es sólo de grado y los factores esenciales de la definición de lo
pictórico pueden aplicarse aquí sin variación.
El fenómeno más elemental consiste en que se obtienen dos
efectos arquitectónicos completamente distintos, según tomemos la forma
arquitectónica como algo completamente definido, firme, permanente, o como algo
que, a pesar de toda su estabilidad, está dotado de la apariencia de movimiento
constante, es decir, de mutación. Pero no incurramos en falsas
interpretaciones. Toda arquitectura y toda decoración cuentan, naturalmente,
con ciertas sugestiones de movimiento: la columna se yergue, en los muros hay fuerzas
vivas en acción; la cúpula se levanta (…) Pero en todo este movimiento la
escena permanece inmutable en el arte clásico, mientras que el arte postclásico
despierta la ilusión de que va a variar ante nuestros ojos.
(…)
91
El espacio como cosa física no puede ser captado más que con
los órganos físicos. Este efecto espacial es propio de toda arquitectura. Ahora
bien, si se le agrega estímulo pictórico, ya no será éste asequible a esa
especie más general de sensibilidad táctil (…) las distintas formas son algo
palpable, pero la imagen que su sucesión engendra sólo vista puede ser. Siempre
que haya que contar, pues, con “perspectivas” nos hallamos en terreno
pictórico.
Es evidente que la arquitectura clásica pide también ser
vista y que su tangibilidad no tiene más que un significado ideal (…) pero bajo
todos los aspectos se abrirá paso, como decisiva, la forma tectónica
fundamental, y donde quiera que se desnaturaliza esta forma fundamental se
percibirá lo accidental de un mero aspecto accesorio (…) La arquitectura
pictórica, por el contrario, tiene especial interés en hacer que aparezca la
forma fundamental en las más variadas y múltiples imágenes (…)
92
Entre más variados y más alejados de la forma objetiva,
tanto más pictórica resultará la arquitectura.
(…)
En un sentido estricto, la arquitectura arquitectónica
reconoció todos o no reconoció, por principio, ningún punto de vista para el
espectador (…); la arquitectura pictórica, por el contrario, cuenta siempre con
el sujeto expectante (…)
93
(…) El gusto clásico trabaja con límites (perfiles,
contornos) tangibles, claros de línea; toda superficie tiene su marco de borde
preciso; cada volumen se presenta como forma plenamente tangible; nada existe
que no sea aprehensible en su corporeidad. El barroco invalida la línea como
limitadora, multiplica los bordes, y mientras más se complica la forma en sí,
la ordenación se hace más complicada, más difícil le es a cada componente
imponer su valor plástico: un movimiento (puramente óptico) inflama la forma
total, independientemente de todo aspecto especial (…)
95
El enemigo mortal de lo pictórico es el aislamiento de la
forma singular. Para que tenga lugar la ilusión de movimiento es preciso que
las formas se acumulen, se traben y se fundan unas en otras (…) una cómoda
rococó no puede colocarse en cualquier pared: su movimiento ha de poder
propagarse.
(…)
Toda arquitectura clásica busca la belleza en lo que “es”;
la belleza barroca es belleza del movimiento. En aquella tienen su lugar las
formas “puras”, y se intenta dar forma visible a la perfección de las
proporciones eternas; en ésta se atenúa el valor del “ser” perfecto ante la
representación de la vida palpitante.
106
II. SUPERFICIE Y
PROFUNDIDAD
Pintura
1. Observaciones
generales
(…) aquel periodo artístico que se adueñó por completo de
los medios espaciales aptos para la imagen, el siglo XVI, es el que reconoce
por principio la composición planimétrica de las formas, siendo desechado este
principio de la composición plana en el siglo XVII y sustituido por una
evidente composición de profundidad. En el uno, la apetencia de superficie que
produce el cuadro por capas, paralelas al margen de la escena; en el otro, la
tendencia a sustraer la superficie a la mirada, a desvalorizarla y convertirla
en algo carente de significación al acusar las relaciones de primeros y últimos
términos, obligando al espectador a internarse en el cuadro.
Arquitectura
163
El traspaso de los conceptos “plano” y “profundo” a la
arquitectura parece ofrecer dificultades.
164
(…) El arte clásico de los italianos dispone de una
sensibilidad para el volumen completamente desarrollada, pero da forma al
volumen con otro espíritu que el barroco. Busca la zonificación por planos; en
él toda profundidad es una serie de zonas, mientras que el barroco evita desde
luego la impresión planimétrica y busca la esencia del efecto, la sal de la
apariencia, en la intensidad de la perspectiva honda.
(…)
169
Claro está que nunca ha podido impedirse que los ojos contemplasen
también más o menos de soslayo una arquitectura clásica, pero ella no lo
requiere (…) Por el contrario, un edificio barroco, aun cuando no haya duda
sobre cuál es su fachada, desarrolla siempre un impulso de movimiento. Cuenta,
desde luego, con una serie cambiante de imágenes, y eso proviene de que la belleza
no radica ya en valores puramente planimétricos y en que los motivos de profundidad
lograrán todo su efecto sólo al ir cambiando su punto de mira.
(…)
173
Una pared, según el sentimiento clásico, se organiza por
paños, que, según su altura y anchura, determinan una armonía a base de
emparejamientos netamente planos. Si se introduce en ella una diferenciación
espacial, se desvía en seguida el interés, y aquellos mismo paños ni
significarán ya lo mismo (…)
Para el barroco no tiene encanto la decoración de pared si
carece de profundidad (…)
177
III.- FORMA CERRADA Y
FORMA ABIERTA
(Tectónica y atectónica)
Pintura
1.
Observaciones generales
Toda obra de arte es una
estructura, un organismo. Lo que la distingue esencialmente es su carácter de
forzosidad; es decir, que en ella ha de ser todo como es, sin que sea posible
variar nada.
(…) A pesar de su sentido
equívoco, adoptamos para el título los conceptos de forma cerrada y forma
abierta, porque con su generalidad califican mejor el fenómeno que los de
tectónico y atectónico, y además son más precisos que otros aproximadamente
sinónimos, como por ejemplo, riguroso y libre, regular e irregular y otros
parecidos.
Por forma cerrada entendemos la
representación que, con medios más o menos tectónicos, hace de la imagen un
producto limitado en sí mismo, que en todas sus partes a sí mismo se refiere; y
entendemos por estilo de forma abierta, al contrario, el que constantemente
alude a lo externo a él mismo y tiende a la apariencia desprovista de límites,
aunque, claro está, siempre lleve en sí una tácita limitación que hace posible
precisamente el carácter de lo concluso en sentido estético.
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