Silver, Nathan (1975). Arquitectura sin edificios


Silver, N. (1975). Arquitectura sin edificios. In El significado en arquitectura (1st ed., pp. 310–319). Blume.

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A finales del año 1964, el Museum of Modern Art de Nueva York presenté6 una exposicién titulada “Arquitectura sin Arquitectos” (…)
La arquitectura anónima (…) La frase resultaría adecuada para referirse a una ciudad fantasma, o un paisaje artificial.
(…) “Todos los edificios no pertenecen a la Arquitectura. Una obra arquitectónica se presenta como una ofrenda a la Arquitectura y a su Tesoro de espacios”, dice Louis Kahn (…)

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La arquitectura como ciencia social se encuentra a la zaga de otras ciencias sociales, tanto en programas como en expectativas. ¿Es por esto por lo que insistimos en llamarla arte?
(…) tendremos que encontrar una serie de principios más adecuados a los de la belleza abstracta y la autoexpresión (…) no existe predisposición alguna en el arte que excluya la consideración de la arquitectura como ciencia social, ni tampoco que deba ser respetada cualquier ambición o valor que se pueda adscribir a la arquitectura (…)
(…) lo que tengo intención de presentar es lo siguiente: la idea de que la arquitectura es fundamentalmente un sistema de personas, y no un sistema de cosas; que (incidentalmente) la arquitectura sin arquitectos es imposible, desde el momento en que todo aparece como intención de uso, pero. que la arquitectura sin edificios puede ser de hecho posible, ya que las situaciones de uso pueden existir sin necesidad de edificios que las contengan.

Podría comenzarse con un examen critico de la teoría arquitectónica que nos rodea. En términos estéticos, es posible que el medio expresivo de la arquitectura, su abstracción fundamental (su “manifestación primaria”, como la llama Suzanne Lange) no sea el espacio, como han creído Giedion, Pevsner, Langer y otros. La arquitectura como manipulación del espacio correspondió mucho más a la concepción de los no-arquitectos (incluso de los no-clientes se podría pensar) que olvidaban el valor de la protección, la seguridad, la comodidad y la organización. Afortunadamente ya no hay necesidad de suscitar más polémicas sobre este tema. En su Feeling and Form, la propia Suzanne Langer establecía que la abstracción fundamental de la arquitectura debía ser el “dominio étnico”, una designación admirable. Después, más recientemente, Christian Norberg-Schulz desplegó su gran erudición y energía para oponerse a todas las teorías monocolores: en lugar de referirse exclusivamente al espacio o incluso a la forma, Norberg-Schulz concluía que la arquitectura era una compleja combinación de ambos objetivos y de objetos construidos, debiendo siempre considerarse ambos aspectos conjuntamente (…) Sin embargo, mientras esta rechazando las antiguas nociones formales en su libro Intentions in Architecture, Norberg-Schulz está aplicando, casi negligentemente, otras nuevas.

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(…) El explica las complicadas raíces que ligan un cuerpo artificial con la naturaleza. Pero ahora el ambiente artificial se ha convertido en dominante, en realidad en la forma habitual para la mayor parte de la gente. Se trata de una experiencia incesante. Ya no disponemos de unos pocos objetos artificiales extraordinarios sino de un continuum familiar, Ahora Ja arquitectura aparece con un orden de magnitud muy diferente del que poseía en el pasado; vivimos tan completamente dentro de un mundo artificial que se podría muy bien sospechar la existencia de un cambio cualitativo en nuestra experiencia. Igualmente se podría pensar en que una teoría adecuada pare explicar las obras de Alberti o de Borromini podría no ser válida hoy.
(…)
El arquitecto Venturi cita al historiador de la arquitectura Sir John Sammerson con aprobación cuando este se lamenta por las obsesiones de los arquitectos por “la importancia, no de la arquitectura, sino de la relacion de la arquitectura con las demás cosas”. Parece evidente que el arquitecto lo que debería hacer es construir y callarse, o si habla, nunca debería hablar “en torno” a la arquitectura. Y los arquitectos no deberían preocuparse sobre las cosas que están fuera de sus límites, como las interconexiones, las proximidades, o la coherencia total (aunque en cierto sentido, la arquitectura no sea otra cosa que coherencia, “relaciones”).
Me pregunto dónde piensa Venturi que comienza este alrededor.
(…)
Lo que Venturi quiere decir realmente es que los arquitectos no deben hablar en absoluto sobre arquitectura, sino sobre edificios. Resulta, en mi opinión, bastante ingenuo cuando concluye que “el poder constantemente decreciente del arquitecto y su creciente incapacidad para conformar el ambiente total pueden tal vez ser invertidas, irónicamente, mediante una reducción de su campo de interés y una concentración en su propio trabajo. Puede ser que entonces las relaciones y el poder se cuiden de sí mismos”.

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II
Al tratar de hablar de la arquitectura sin edificios, no deberíamos encontrar mayor dificultad que al hablar de literatura sin tipografía y sin habla, o de música sin instrumentos musicales. La forma de la música realmente se manifiesta en el sonido y en el tiempo; por tanto, parece un débil paralelismo el establecido entre los instrumentos musicales —meros agentes formales— y los edificios. Pero podría ser que los edificios también fueran meros agentes formales.
(…) Los instrumentos musicales son realmente algo más que simples herramientas; en cuanto agentes formales son subrogados, o en el mismo sentido los “correlativos objetivos” (el término usado por Eliot) (…) La música concreta ha introducido alegremente agentes formales totalmente diferentes (por ejemplo, sonidos naturales en cinta), seguramente sin causar ningún colapso estético.
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Los edificios son los agentes formales usuales encargados de transmitir los valores arquitectónicos; como los instrumentos musicales (…) Nos resultan con frecuencia tan cómodos para refugiarnos de la lluvia y el frío que quizá llegamos a olvidarnos de que no son necesarios para la forma de la arquitectura; es decir, de que puede que la forma sea predominantemente, o parcialmente invisible. Un quiosco de música, un arco de triunfo, un mirador, una autopista con interés paisajístico, un automóvil o un avión no son simplemente formas, sino agentes formales; sirven para originar formas más amplias y completas en nuestro “dominio étnico”: un concierto, un desfile, un espectáculo, un viaje. Las cosas son simplemente subrogadas. Evidentemente mis ejemplos no son “edificios” y, por tanto, en el sentido común de la palabra, no tienen nada que ver con la “arquitectura”. Sin embargo, ¿no podría extenderse el mismo argumento a los agentes invisibles de organización y su relación con una iglesia, una estación ferroviaria, una sala de reuniones? Estoy tratando de llegar a una afirmación totalmente paradójica; que lo que estamos acostumbrados a considerar como forma en arquitectura puede ser en parte contenido, y lo que hemos supuesto que era contenido puede a veces convertirse en forma. Pero en este punto deben cesar todas las consideraciones marginales relativas las otras artes, porque intento demostrar que en arquitectura los agentes formales, estrictamente hablando, deben. ser las personas.

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(…) Igual que un cuerpo humano en el ballet se puede pensar que se convierte en una cosa, en un objeto artístico, en la arquitectura la cosa artística debe ser una estructura de acciones humanas… Y, por tanto, un acto creativo, si tiene lugar, es lo que consigue transformar el modelo o estructura en un sistema. Pero la construcción de un edificio no tiene por qué seguir a dicho acto.
Desde mi ventana puedo ver a un granjero de Cambridgeshire arando sus tierras. Avanza hacia el Oeste hasta llegar a un foso, luego se vuelve hacia el Este hasta llegar a la carretera, y después repite el recorrido con otro surco. Hacia atrás y hacia adelante. Y al final de la jornada deja el tractor donde se ha detenido y se va andando a su casa (…)

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(…)
Para mí se revelaba como un sistema. Yo seleccioné el modelo cuando estaba en el terreno. Ese diseño se reveló para mí como arquitectura. El granjero seleccionó el modelo hace veinte años, cuando compró el terreno. Eso era arquitectura. Un campo arado es arquitectura sin edificios. Una ceremonia es otro ejemplo de arquitectura sin edificios.
La evasión clásica de la estética arquitectónica es la introducción de ese resbaladizo término “arquitectónico" qué significa “perteneciente a la arquitectura”. Podría, por el contrario, afirmarse que el campo arado es arquitectónico, aunque no pertenezca a la arquitectura. Bueno, sí y no. Si ni el granjero ni yo hubiéramos reconocido su modelo como sistemático, si ninguno de los dos ni ningún otro hubiera seleccionado realmente su modelo (…) Pero habíamos elegido y, en consecuencia, creado. El suceso creativo tuvo lugar en este momento inicial.
Si pasamos a considerar en lugar de un campo arado un edificio moderno, la elección del modelo se verifica prácticamente en el mismo momento. Aunque, en un edificio, el modelo arquitectónico mas refinado y más complicado correspondería a la ordenación de uso global que puede ser leída con sensibilidad (y, dentro del modelo, quizá el uso determinaría el orden, el orden determinaría el uso o cualquier otra posibilidad intermedia).
Parece extraño. Si esto es arquitectura, ¿quién es entonces el responsable de ella, el usuario? En parte, sí. Norberg-Schulz consideraba que el objetivo y los objetos construidos formaban juntos la arquitectura: yo diría que el objetivo ordenado dentro de un sistema es suficiente. Pero la inclusión del objetivo significa implicar a las personas. Para usar el lenguaje de Norberg-Schulz, existe arquitectura en cuanto aparece una “intención” (…) la actitud del arquitecto hacia la obra creada por él, a la totalidad del significado que introduce en el modelo o la forma construida. También se refiere a la orientación del usuario, y su plena capacidad para conocer lo que ha sido creado. La intención del arquitecto significa el diseño; la intención del usuario significa la inclinación, la ambición o el deseo. Cualquiera de lo dos que lo “intente” hace arquitectura, porque puede existir una arquitectura sin arquitectos (profesionales), aunque no sin alguien que demuestre da intención de elegir modelos. Incluso en la sociedad primitiva, e incluso si no existen edificios, una vez que un modelo es reconocido se convierte en sistema, un sistema revela una intención, y esta intención es la arquitectura. Siempre existe un “arquitecto”. El hombre de la calle hace la ciudad.

III
Ya he aludido a que dicha idea resultaría prometedora si demostrara tener ventajas empíricas. Consideremos, por tanto, ciertos temas prácticos:

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1° Si en lo sucesivo la arquitectura puede entenderse no simplemente como algo en que el contenido siempre se refiere a las personas (sus objetivos, su cultura, sus valores) y la forma siempre se refiere las cosas, si en lugar de esto aparece sospechosamente como un sistema de comunicación altamente complejo que comprende a las personas y las cosas juntas en ambos aspectos (…)

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2° Una opinión: lo que los arquitectos deberían buscar ahora no es la renovación de la forma visual (…) sino algo que esté por encima de ésta (…) Lo que está por encima de esto es la necesidad de asumir la responsabilidad de la entera condición normal  del hombre. Es cierto que no son sólo los arquitectos profesionales los que tienen sobre si esta enorme responsabilidad, todos la tenemos.
3.° Una vez que nosotros, arquitectos, consigamos liberar nuestras mentes de la opresiva afirmación de que arquitectura significa edificios (…) podremos dedicarnos a esa tarea esencial que es la de convertirnos en buenos seleccionadores de modelos. Esto requiere considerar al hombre como medida, en sentido litera. El material del diseño no son los ladrillos ni el hormigón (ni tampoco el papel vegetal), sino la adaptabilidad humana. El “sujeto” de la arquitectura es la situación vital (en contraposición al limitado sujeto de la danza, que es el cuerpo en movimiento).
4º. Esta proposición podría estructurar los problemas complejos con una agudeza crítica.
5º. (…) las nuevas necesidades se revelan en gran medida como oportunidades para la adopción de nuevos modelos (…) el campo de selección de modelos es lo que constituye la esencia de la arquitectura (…)

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6º Un corolario de mi tesis es que la adaptabilidad humana es lo que constituye la materia del diseño. Po tanto, la “expresión” vienen a significar una variación de la condición normal del hombre (lo que es “normal” en la cultura, esto es) (…) También depende de los valores: ¿cuál es nuestra idea de normalidad? Si tuviéramos algo más que la intuición de los arquitectos en cuanto a los datos que configura la existencia y la experiencia normal, podríamos ser capaces de afrontar mejor los cometidos arquitectónicos de crear un mundo en que el ambiente dicte instrucciones formales únicamente en términos de situaciones de uso potenciales. Esto significaría una arquitectura libre y auténticamente relajada, porque muchas veces la mejor política puede ser la de no dar instrucciones (…)

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Porque la incapacidad generalizada para comprender que aquello que considerábamos como una nueva forma en la mayoría de los casos es un nuevo contenido, nos lleva a restringir la evolución de nuevas situaciones de uso, a través de políticas discordantes como son los reglamentos de la zonificación o el gusto tradicional.
Por tanto, de hecho, el problema de la expresión, y no el de la forma, debe ser el más urgente que tenemos ahora que resolver, porque ningún tipo de pluralidad comprensible, de interconexión diversa, o amplio sistema de coherencia (…) es posible es posible mientras que, por una parte, el edificio de oficinas de Jones tenga que superar sin razón alguna al de Smith o, por otra parte, la legislación urbanística y de la construcción limite simplemente la naturaleza de la continuidad y el cambio. Estas situaciones se darían con menos frecuencia si estudiáramos las obras de arquitectura como modelos de uso antes de con convertirlas en edificios.
7º. La mejor arquitectura según esta nueva propuesta sería aquella que definiera, con la introducción de una gran sensibilidad, la normalidad, sin uniformidad (porque la condición normal del hombre no es uniforme), y la formalidad sin deformidad (entendida como exageración inadecuada).

IV
Siguiendo mi línea de razonamiento hasta el final, incluso una conversación telefónica podría ser considerada como arquitectura. (Se convierte en arquitectura cuando ése es el modelo elegido; en otro momento la conversación podría haber tenido lugar en una plaza de la ciudad).
No podría encontrarse un ejemplo más provocadoramente destructivo que éste para la vieja concepción artística, visual, histórica y esteticista de la arquitectura (…)
¿Podemos realmente llegar a admitir que la arquitectura sea un arte que pueda existir sin formas ni espacios? ¿Sin el “juego magistral, correcto y magnífico de las masas unidas a la luz”? (…)
Quizá nuestra posición debería ser la de que “la arquitectura no es arte” (…)

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Los arquitectos no son los únicos seleccionadores de modelos, ni tienen por qué serlo. Sin embargo, aún me queda la sospecha de que la arquitectura sea arte incluso sin edificios. La única estructura necesaria puede ser invisible, que es el modelo del uso; como tal es la auténtica “manifestación primaria” de la arquitectura que finalmente imprime forma a la materia como arte.

(…) la tesis centrada en el cometido de la arquitectura es tan antigua como Sócrates y, como gran parte de mi proposición, es simplemente una especie de funcionalismo radical, disfrazado de una forma oportunista de algo de lo que hemos comenzado a aprender sobre las relaciones estructurales y las comunicaciones.
En una disputa entre Sócrates y Aristipo, recogida en el Memorabilia de Jenofonte (…) Sócrates fue conciso: “la casa en la que su dueño puede encontrar un refugio agradable en todas las estaciones y puede guardar sus pertenencias con seguridad es sin duda al mismo tiempo la más agradable y la más bella”. Ciertos elementos de las ideas de Sócrates han reaparecido más tarde en los escritos y las realizaciones de Horatio Greenough, Louis Sullivan, Walter Gropius y otros miles. Estaban incluidas las ideas de que se precisa una única explicación para todos los tipos de belleza y cualquier procedencia de ésta; de que, según esta explicación, toda la belleza es relativa, y de que aquella cosa a la que lo que es bello es relativo son precisamente aquellas cosas para las cuales resulta útil (…) Con ellas como fondo aún podemos formar nuestros modelos, aprender a leerlos y a cambiarlos, y después, dejar nuestras huellas sobre la tierra.

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