Sloterdijk, Peter (2009): Esferas I. Burbujas. Microesferología (Parcial)

 Sloterdijk, P. (2009). Esferas I. Burbujas. Microesferología (3rd ed.). Siruela.

 Prólogo. Rüdiger Safranski

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La coexistencia precede a la existencia.

 

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(…) Que la vida es una cuestión de forma es la tesis que conectamos con la vieja y venerable expresión de filósofos y geómetras: esfera. Tesis que sugiere que vivir, formar esferas y pensar son expresiones diferentes para lo mismo (…) allí donde hay vida humana, sea nómada o sedentaria, surgen globos habitados, ambulantes o estacionarios (…)

22-23

(…)

Quien no quiera saber nada de construir esferas tiene que mantenerse alejado, naturalmente, de dramas amorosos; y quien elude el eros se excluye de los esfuerzos por buscar claridad sobre la forma vital (…) Si la filosofía es exclusiva es porque refleja la autoexclusión de la mayoría de la gente de lo mejor, pero, en cuanto extrema la escisión existente en la sociedad, hace consciente esa exclusión y obliga a reconsiderarla.

23

Hay que insistir, por contra, en que la transferencia es la fuente formal de los procesos creadores que dan ala al éxodo de los seres humanos a lo abierto.

24

(…) Los límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo.

Si hubiera, pues, de colocar mi lema a la entrada de esta trilogía, este habría de rezar: Manténgase alejado quien no esté dispuesto de buen grado a elogiar la transferencia y a rebatir la soledad.

 

25

Esferas I (Burbujas)

27

Introducción: Los aliados

O: La columna exhalada

28-29

(…) la pompa de jabón se convierte para su creador, en médium de una sorprendente expansión anímica. Juntos existen la burbuja y su exhalador en un campo desplegado por la simpatía de la atención. El niño que sigue su pompa de jabón en el espacio abierto no es un sujeto cartesiano que permanezca en su punto sin dimensión de pensamiento mientras observa un objeto con dimensión en su camino a través del espacio (…) Así, imperceptiblemente (…) surge en el jugador una evidencia (…) que, a su manera, el espíritu mismo está en el espacio. ¿O habría que decir mejor que lo que en otro tiempo se llamó espíritu significaba desde un principio comunidades espaciales aladas?

30

Con la tesis heliocéntrica de Copérnico comienza una serie de instancias investigadoras dirigidas al exterior, vacío de seres humanos, a las galaxias, inhumanamente lejanas, y a los más espectrales componentes de la materia.

¡Se inauguran nuevas realidades: Realidades tecnológicas!

Desde el inicio de la edad moderna el mundo humano tiene que aprender en cada siglo, en cada decenio, en cada año, cada día a aceptar e integrar verdades siempre nuevas sobre un exterior que no concierne al ser humano (…) en las masas informadas del Primer Mundo, desde el siglo XVI se expande la nueva y relevante sensación psico-cosmológica de que los seres humanos no han sido el punto de mira de la evolución, esa diosa indiferente del devenir.

33

La humanidad de la era moderna contrarresta la helada cósmica que entra en la esfera humana por las ventanas violentamente abiertas de la Ilustración con un pretendido efecto invernadero: tras la quiebra de los receptáculos celestes, acomete el esfuerzo de compensar su falta de envoltura en el espacio mediante un mundo artificial civilizador. Ése es el horizonte último del titanismo técnico euroamericano, La era moderna aparece a esta luz como la época de un juramento hecho por una desesperanza agresiva; a saber: que, ante la perspectiva de un cielo abierto, frío y mudo, había que conseguir la edificación de la gran casa de la especie y una política global de calentamiento.

34

La civilización altamente tecnológica, el Estado del bienestar, el mercado mundial, la esfera de los media: todos esos grandes proyectos quieren imitar en una época descascarada la imaginaria seguridad de esferas que se ha vuelto imposible: Ahora, redes y pólizas de seguros han de ocupar el lugar de los caparazones celestes; la telecomunicación debe imitar a lo envolvente. El cuerpo de la humanidad quiere procurarse un nuevo estado de inmunidad dentro de una piel electrónico-mediática, Puesto que lo omniabarcante y omnicomprensivo de antes, la bóveda continens celeste, se ha perdido irremisiblemente, lo ya no abarcado, ya no comprendido, el viejo contentum, tiene que procurarse ello mismo su bienestar en continentes artificiales bajo cúpulas y cielos artificiales.

35

(…) fue precisamente a la modernidad existencialista a la que se le revelaron los motivos por los cuales, para los seres humanos es menos importante saber quiénes son que saber dónde están.

36

Lo que algunos filósofos contemporáneos han denominado olvido del Ser se manifiesta sobre todo como una actitud de pertinaz ignorancia frente al inhóspito lugar del existir.

(…)

A la pregunta de inspiración gnóstica ¿dónde estamos cuando estamos en el mundo? es posible darle una respuesta actual competente. Estamos en un exterior que sustenta mundos interiores (…)

36-37

Por eso tiene hoy más sentido que nunca la indagación de nuestro «dónde», puesto que se dirige al lugar que los hombres crean para tener un sitio donde poder existir como quienes realmente son. Ese lugar recibe aquí el nombre de esfera, en recuerdo de una antigua y venerable tradición: La esfera es la redondez con espesor interior, abierta y repartida, que habitan los seres humanos en la medida en que consiguen convertirse en tales. Como habitar significa siempre ya formar esferas, tanto en lo pequeño como en lo grande, los seres humanos son los seres que erigen mundos redondos y cuya mirada se mueve dentro de horizontes. Vivir en esferas significa generar la dimensión que pueda contener seres humanos.

Esferas son creaciones espaciales, sistémico-inmunológicamente efectivas, para seres estáticos en los que opera el exterior.

 

40-41

El Dios de la primera fase de la creación del hombre encarna a un representante de la más antigua cultura de la técnica, cuyo punto fuerte está en las habilidades del ceramista. Los alfareros fueron los primeros que descubrieron que la tierra es algo más que simple tierra laborable. El ceramista como originario creador de una obra o demiurgo dispone de la experiencia de que la tierra que da frutos puede ser también materia prima para nuevas conformaciones, en especial para la producción de recipientes básicos de arcilla, a los que luego, en talleres y hornos, se concede forma, es decir, pureza de contornos unida a estabilidad.

 

41

La metafísica comienza como metacerámica.

 

44

(…) ambas fases del proceso de la creación tienen, cada cual a su manera, un carácter resueltamente técnico (…)

La perfección técnica (arte) es lo que genera al hombre, lo que lo infunde de vida, lo que lo hace hombre, finalmente.

47

Parece que la parte esencial de la estratagema de Dios consiste en asimilar, durante la inhalación,

inmediatamente otra en contra: se podría decir sin rodeos que el llamado ser originario creador no es preexistente a la obra pneumática, sino que se genera a si mismo sincrónicamente como íntimo Enfrente de su igual. Sí, quizá hablar de un creador originario es sólo una figura perifrástica convencional y confusa para el fenómeno de la resonancia ejercitándose originariamente. Una vez establecido, el canal de animación entre Adán y su Señor, lleno de efectos de doble eco sin fin sólo puede entenderse como sistema de dos vías. El Señor de lo vivo no sería a la vez el Dios de las respuestas, tal como aparece en sus tempranas invocaciones, si provenientes de lo animado no volvieran torrencialmente y de inmediato hacia él confirmaciones de sus impulsos de aliento. El aliento es desde un principio conspirador, respirador, inspirador; tan pronto como hay aire, respira a dos (…)

Lo creado por Dios crea a Dios, lo confirma como Dios hacedor. Eso nos pone en posición de volvernos Dioses creadores, con la tecnología “pneumática” adecuada.

48

La ciencia del aliento sólo puede ponerse en marcha como teoría de pares.

(…)

La venida del segundo al primero no es la de un apósito exterior y adicional, como sucede en la lógica clásica, en la que los atributos se asocian con la sustancia, por decirlo así, como zagueros y abastecedores de propiedades.

(…)

En la íntima escisión de la subjetividad en un par, que habita un espacio anímico abierto para ambos, segundo y primero aparecen siempre y sólo juntos. Donde no sucede el segundo, tampoco estaba el primero.

49

(…) todos los que pretenden hablar de seres humanos sin referirse a sus inspiradores e intensificadores o, lo que viene a ser lo mismo, a sus medios, se equivocan de tema por su modo de tratarlo.

(…) Esto es lo que proporciona el impulso fundamental a las ciencias del espíritu y de la salvación del espíritu en tanto que con ello aparece la idea de que entender significa haber-hecho, y lo que es más importante desde el punto de vista religioso, haber-sido- hecho significa poder ser-entendido y reparado (…)

51

Si el Dios judío y el hombre prototípico se vuelven uno hacia otro, presentándose los respectivos lados de contacto de su ser, forman juntos una esfera común de espacio interior. Lo que aquí se llama esfera sería, por consiguiente, en una comprensión primera y provisional, un globo de dos mitades, polarizado y diferenciado desde el comienzo, ordenado interiormente, sin embargo, subjetivo y capaz de sensibilidad: un espacio común de vivencia y a experiencia, dúplice y único a la vez. De acuerdo con la formación de esteras, lo que la tradición llama espíritu se extiende en origen espacialmente.

51-52

Vivir en esferas significa, por tanto, habitar en lo sutil común. El objetivo de este libro en tres volúmenes es probar que el ser-en-esferas constituye la relación fundamental para el ser humano, una relación, ciertamente, contra la que atenta desde el principio la negación del mundo interior y que ha de afirmarse, reconstituirse y crecerse continuamente frente a las provocaciones del Fuera. En este sentido las esferas son también conformaciones morfo-inmunológicas. Sólo en estructuras de inmunidad, generadoras de espació interior, pueden los seres humanos proseguir sus procesos generacionales e impulsar sus individuaciones. Nunca han vivido los seres humanos en inmediatez a la llamada Naturaleza, ni sus culturas, sobre todo, han pisado jamás el suelo de lo que se llama los hechos mismos; siempre han pasado su existencia exclusivamente en el espacio exhalado, repartido, desgarrado, recompuesto.

(…)

Lo que en el lenguaje de algunos filósofos modernos se llamó ser-en-el-mundo significa para la existencia humana, primero y sobre todo: ser-en-esferas. Si los seres humanos están ahí están en principio en espacios que se han abierto para ellos porque ellos les han dado forma, contenido, extensión y duración relativa al habitarlos. Pero, dado que las esferas constituyen el producto originario de la convivencia humana —de lo que no ha tomado jamás noticia ninguna teoría del trabajo-, esos lugares atmosférico-simbólicos de los seres humanos dependen de su renovación constante; esferas son instalaciones de aire acondicionado de las que vale decir: no participar en su construcción e instalación es algo que ni siquiera entra en la consideración de seres que realmente viven en común.

La climatización simbólica del espacio común es la producción originaria de cualquier sociedad. De hecho, los seres humanos hacen su propio clima, pero no lo hacen espontáneamente, sino bajo circunstancias encontradas, dadas y transmitidas.

51-52

(…) las esferas les inquieta constantemente su inevitable inestabilidad: comparten con la suerte y el cristal los riesgos de todo lo que se hace pedazos fácilmente. No serían formas de la geometría vital si no pudieran implosionar, si no fueran susceptibles de ser destruidas por la presión exterior; y menos lo serían si no estuvieran en condiciones de agrandarse bajo la presión interior del crecimiento de los grupos hasta convertirse en estructuras más ricas. Allí donde sucede la implosión desaparece el espacio común como tal. Lo que Heidegger ha llamado ser-para-la-muerte no significa tanto la larga marcha del individuo hacia una última soledad, anticipada con determinación pánica, sino la circunstancia de que todos los individuos han de abandonar alguna vez el espacio en el que estuvieron aliados, en fuerte conexión con otros (…) Lo que se llama fin del mundo significa estructuralmente muerte de esferas. Su caso más real a pequeña escala es la separación de los amantes, la vivienda vacía, la foto rota; en su forma general aparece como muerte de la cultura, como la ciudad quemada, el lenguaje desaparecido. La experiencia humana e histórica testifica siempre que las esferas pueden persistir más allá de la separación mortal y que lo perdido puede permanecer presente en los recuerdos como advertencia, como fantasma, como misión, como saber.

55

Que esferas incólumes lleven en sí su propia destrucción es algo que enseña también la narración judía del Paraíso con rigurosa consecuencia. No hay nada que objetar a la perfección de la primera burbuja pneumática, hasta que un desajuste esférico provoca la catástrofe original. Adán, el desviable, sucumbe ante una segunda inspiración producida por voces accesorias que provienen de la serpiente y de la mujer; con ello descubre lo que los teólogos llamaron su libertad; ésta no significa otra cosa al comienzo que una cierta frente a la seducción por parte de un tercero. En adelante el fenómeno de la libertad se agranda hasta adquirir su enorme tamaño, poniendo en obra formas radicalizadas de voluntad propia, de deseo de otra cosa, de deseos múltiples y variados: todas las formas de declinación de la mala voluntad metafísica significada. Pero ya desde el primer antojo de libertad propia se le quitó al ser humano la capacidad de autoordenación en la dúplice unicidad de sonoridad pura, libre de voces accesorias, en el espacio propio de Dios, Lo que se llamó expulsión del Paraíso es un título mítico para la catástrofe esferológica primitiva (…)

(…) En el mundo dúplice-único no habían aparecido ni el número ni la oposición, pues ya la mera conciencia de que hay algo distinto, numerable, tercero, hubiera corrompido la homeostasis originaria.

62

Si no consigue mantener en marcha su proceso de autoinspiración, ningún pueblo subsiste en su propio proceso generacional ni en la concurrencia con otros. Lo que aquí se designa como inspiración autógena significa, hablando con mayor frialdad, el continuum de las técnicas climáticas etnosféricas. Mediante etnotécnicas que se extienden sobre generaciones se pone de acuerdo unánimemente a diez mil, cien mil, quizá a millones de individuos respecto a espíritus superiores comunes y a ritmos, melodías, proyectos, rituales y olores propios; gracias a tales juegos formales, que producen una sensibilidad general muy oportuna, los muchos aunados encuentran siempre argumentos para su deber-estar juntos incluso bajo condiciones adversas; (…)

64

Aunque los individuos en los pueblos afronten a menudo con relativa abulia sus propias preocupaciones, crean sin embargo mitos, rituales y autoestímulos, crean incluso formaciones sociales de coherencia étnica suficiente a partir de un material turbulento. Tales cuerpos colectivos, endógenamente autoestresados, son alianzas esféricas que avanzan en la corriente de los tiempos. Por eso, las comunidades formadoras de esferas más exitosas, las culturas o naciones consolidadas religiosamente han sobrevivido milenios con una constancia étnico-espiritual impresionante.

(…) También el continuum chino confirma la ley según la cual la política de esferas es el destino: ¿no fue China, hasta el umbral de nuestra década, un tremendo ejercicio de arte sobre el tema «existir en un espacio sin exterior, autoamurallado»?

64-65

Es verdad que la teoría de las esferas comienza, por su objeto, como psicología de la formación interior de espacio a partir de correlaciones dúplice-únicas, pero se desarrolla necesariamente hasta convertirse en una teoría general de los receptáculos autógenos. Ésta suministra la forma abstracta de todas las inmunologías. Bajo el signo de las esferas se plantea al final también la pregunta por la forma de las creaciones políticas de universo en general.

65

(…) en nuestra exposición precederá la psicología de las esferas a la política de las esferas; la filosofía de la intimidad tiene que fundamentar, inaugurar, acompañar, merodear alrededor de la morfología política. Este orden tiene obviamente una razón expositiva, pero no sólo eso sino también un fundamento en el asunto mismo. Toda vida pasa en su comienzo por una fase en la que un suave delirio arregla entre dos el mundo. Éxtasis solícitos entretejen entre sí madres e hijos en una campana de amor cuyos ecos son y siguen siendo bajo cualquier circunstancia condiciones de una vida felizmente lograda.

(…)

Esferas son formas como fuerzas del destino: comenzando con la canica fetal en sus oscuras aguas privadas hasta el globo cósmico imperial que se nos pone ante los ojos con la pretensión soberana de encerrarnos y apisonarnos.

66

(…)

Por eso nuestra fenomenología de las esferas, siguiendo en ello el sentido propio del tema, no puede hacer otra cosa que derribar el altar morfológico sobre el que en tiempos del imperio siempre se inmoló lo no redondo y descentrado a lo redondo. La teoría de las esferas desemboca, cuando habla de lo más grande, en una crítica de la razón redonda.

El primer volumen de esta trilogía de Esferas habla de unidades microsféricas, que aquí se llaman burbujas. Ellas constituyen las formas de la intimidad del ser-en-forma redondeado y las moléculas base de la relación fuerte. Nuestro análisis se pone a la tarea nunca hasta ahora emprendida, de narrar el epos de las unicidades dúplices, perdidas ya para inteligencias adultas pero nunca borradas del todo, Nos sumergimos en una historia desaparecida (…) En ese mundo aparte destellan a la orilla de la lógica convencional magnitudes que desvían de ella, Con la conciencia de nuestro inevitable desvalimiento conceptual como único acompañante seguro, atravesamos paisajes de la existencia preobjetiva y de las relaciones precedentes.

67

(…)

En el paso a través del confuso mundo subterráneo del mundo interior se despliega, como un mapa sonoro, la imagen espectral de un universo fluido y aurático, tejido plenamente de resonancias y materiales volátiles; en él hay que buscar la protohistoria de lo anímico. Esa búsqueda tiene de por sí la forma de una tarea imposible, que ni se puede resolver ni abandonar.

A lo largo de esos pasos marginales hacia las fuentes del alma, hacia la autoexperiencia y el ser-uno-en-otro se aclara en qué medida la protohistoria de lo íntimo procede siempre como una historia psíquica de catástrofes. No se puede hablar de las esferas íntimas sin hacerlo del modo en que suceden su estallido y su nueva formación ampliada. Todas las burbujas fecundas, modelos orgánicos de receptáculos autógenos, viven para su estallido; con el rompiente del nacimiento toda vida es arrastrada a una costa de hechos más duros.

(…)

Con el segundo volumen de Esferas se abren las hojas de un mundo histórico-político, sujeto e influenciado por las imágenes directrices morfológicas de un globo y de una esfera construidos con exactitud geométrica. Penetramos aquí en la dimensión parmenídea: en un universo cuyos límites vienen trazados por medio del círculo y cuyo centro lo ocupa una jovialidad específicamente filosófica, precavida y desbordante. En la era, no tan superada como olvidada, de la metafísica y de los imperios clásicos, Dios y el mundo parecían haber hecho el acuerdo de representar toda entidad esencial existente como una esfera inclusiva. Por lo que alcanzamos a ver, teología y ontología siempre han sido doctrinas en la forma redonda de receptáculos; sólo desde ella toman cuerpo, a su vez, las figuras de imperio y cosmos.

68

(…)

No hay ningún imperio tradicional que no asegurara sus fronteras a la vez con medios cosmológicos, y ninguna autoridad que no descubriera en su provecho los instrumentos de la inmunología política. ¿Qué es y ha sido siempre la historia universal sino historia, también, de guerras entre sistemas de inmunidad: Y los sistemas de inmunidad de antes ¿no fueron siempre, también, geometrías militantes?

68-69

Con los recuerdos de las venerables doctrinas antiguas del ser de forma esférica se descubren los orígenes filosóficos de un proceso que hoy está en boca de todos bajo el título de globalización. Hay que contar su verdadera historia, desde la geometrización del mundo en Platón y Aristóteles hasta la circulación de la última esfera, la tierra, por medio de barcos, capitales y señales. Se demostrará cómo, por su fracaso en la época moderna, la globalización urania de la física antigua hubo de transformarse en globalización terrestre.

70

(…) Cuando uno se ha hecho un concepto de la globalización terrestre como acontecimiento fundamental de la época moderna puede comprenderse por qué en este momento una tercera globalización desencadenada por las rápidas imágenes de las redes conduce a una crisis general del espacio, que se designa por el concepto, tan habitual como oscuro, de virtualidad. El espacio virtual de los medios cibernéticos es el exterior modernizado que no puede ser representado de ningún modo bajo las formas del interior divino; se hace transitable como exterioridad tecnológica: como un exterior, por tanto, al que no le corresponde de antemano ningún interior. Ciertamente, a la virtualidad cibernética le precedió la filosófica, creada con la exposición platónica del mundo de las ideas; ya la metafísica clásica había hecho que entrara en crisis el pensamiento vulgar sobre el espacio, dado que Platón hizo que sobre el mundo sensible apareciera aquel sol virtual que se llama el bien y del que recibe ser, en principio, todo lo que es «real» en lo sensible tridimensional. La publicística del virtual space llega hoy justo a tiempo para tomar parte en la celebración del 2400 aniversario del descubrimiento de lo virtual.

70-71

(…)

La teoría de las esferas es un instrumento morfológico que permite reconstruir el éxodo del ser humano de la simbiosis primitiva al tráfico histórico-universal en imperios y sistemas globales como una historia casi coherente de extraversiones; ella reconstruye el fenómeno de la gran cultura como la novela de la transferencia de esferas desde el mínimo íntimo, el de la burbuja dual, hasta el máximo imperial que había que representar como cosmos monádico redondo. Si la exclusividad de la burbuja es un motivo lírico, el de la inclusividad del globo es uno épico.

71

(…) llegamos a la evidencia de que los pueblos, los imperios, las iglesias y sobre todo los Estados nacionales modernos son, y no en último lugar, ensayos político-espaciales para reconstruir, con medios imaginarios institucionales, cuerpos maternos fantásticos para masas de población infantilizadas.

72

(…)

Expondremos cómo la era cristiana pudo encontrar su fórmula de éxito sólo en un compromiso histórico entre los sistemas de inmunidad, entre el religioso-personalista y el constructivista-imperial; y por qué su decadencia hubo de conducir a esa tecnificación de la inmunidad que constituye la característica de la Modernidad.

Finalmente habrá que mostrar cómo a partir del demorado fracaso del sueño europeo de monarquía universal surgieron los impulsos del proceso de globalización terrestre, en cuyo transcurso las culturas dispersas en la última esfera son concentradas formando una comuna ecológica de stress.

72-73

El tercer volumen se ocupa de la catástrofe moderna del mundo redondo. Con expresiones morfológicas describe la aparición de una era en la que la forma del todo ya no puede representarse con miradas imperiales en derredor desde un punto céntrico y panópticos circulares. Desde el punto de vista morfológico aparece la Modernidad, ante todo, como un proceso revolucionario formal. No en vano fue presentada por sus críticos conservadores como pérdida del centro y como insurrección contra el círculo de Dios; y así hasta hoy. Para viejos europeos católicos la esencia de la era moderna puede definirse aún por un único concepto: profanación de esferas. Nuestro pensamiento esferológico, mucho menos nostálgico, y si intempestivo por caminos no católicos, depara los medios para caracterizar las catástrofes de la forma del mundo de la Modernidad —esto es, la globalización terrestre y la virtual-, con expresiones sobre formaciones descentradas, no redondas, de esferas.

73

Esta contradictio in adiecto refleja el dilema-forma de la presente situación del mundo, en la que a través de mercados y medios globales se desata una acerada guerra mundial de formas de vida y mercancías de información. Cuando todo se ha convertido en centro, no hay centro válido alguno; cuando todo envía mensajes, el supuesto remitente central se pierde en el laberinto de las misivas. Vemos cómo y por qué la era del único, mayor, omnicomprensivo circulo de unidad y de sus sumisos exégetas ha acabado definitivamente. La imagen morfológica definidora del mundo poliesférico que vivimos hoy no es ya el globo sino la espuma. Hoy día, la conexión universal a redes, con todas sus extraversiones en lo virtual, y por ello, no significa estructuralmente tanto una globalización cuanto una espumidificación. En los mundos-espuma las burbujas aisladas no son introducidas en un hiperglobo único integrador, como sucede en las ideas metafísicas de mundo, sino concentradas en grandes montones irregulares.

(…) sólo una teoría de lo amorfo y descentrado podría ofrecer la teoría más íntima y general de la presente época. Espumas, montones, esponjas, nubes y torbellinos sirven como primeras metáforas amorfológicas que ayuden a afrontar las preguntas por las formaciones de mundo interior, las creaciones de contexto y las arquitecturas de inmunidad en la era del desencadenamiento técnico de la complejidad.

74-76

A instancias de la cosa misma, aquí se producen también consideraciones respecto a la patología de las esferas en el proceso moderno-posmoderno. El discurso de una patología de las esferas permite distinguir un foco triple; uno político, en tanto las espumas son estructuras tendencialmente ingobernables que tienden a la anarquía morfológica; uno cognitivo, en tanto los individuos y las asociaciones de sujetos que viven en espumas ya no pueden llegar a formar un mundo global, puesto que la idea misma del mundo global, con su acento característicamente holístico, pertenece inequívocamente a la época ya pasada de los círculos metafísicos de encierro total o monosferas: y uno psicológico, en tanto los individuos aislados pierden tendencialmente en las espumas la fuerza de formación psíquica de espacio y se encogen convirtiéndose en puntos depresivos aislados que son transferidos a un entorno discrecional (llamado sistémicamente con razón medio ambiente, mundo del entorno) (…)

76

De hecho, en la era a-redonda, descentrada, incluso bajo las circunstancias más favorables, el alma ha de hacerse a la idea de que la espuma global híbrida ha de resultar algo impenetrable para las burbujas aisladas, los individuos liberados que se completan a sí mismos, que amueblan mediáticamente sus espacios propios; de todos modos, la navegabilidad puede suplir parcialmente a la transparencia. Ciertamente, mientras el mundo como un todo pudo ser divisado panópticamente desde un punto dominante, parecía inteligible por la autotransparencia con la que la esfera divina se luminaba, a sí misma para poseerse plenamente en cada punto; la idea de la participación humana en tales transparencias liberaba formas imperiales y monológicas de razón; el mundo resplandecía como un todo en el brillo de la mirada en redondo que ejercía el dominio desde el centro. Dios mismo no era otra cosa que el centro y el perímetro, a la vez, del globo del ser proyectado y examinado por él, y todo pensar fundado en él participaba analógicamente de la excelsitud de su mirada central, Pero en los mundos de espuma ninguna burbuja puede ampliarse hasta convertirse en el globo absolutamente centrado, omnicomprensivo, anfiscópico; ninguna luz media atraviesa la espuma totalmente en su dinámica turbiedad. Por eso, a la ética de las burbujas descentradas, pequeñas y medianas, en la espuma del mundo pertenece el esfuerzo de moverse con la prudencia de una modestia sin par en un mundo de una amplitud sin par; en la espuma tienen que producirse juegos racionales discretos y polivalentes que enseñen a vivir con una multiplicidad cambiante de perspectivas y prescindan de la quimera del punto visual único y soberano.

 

78

(…)

Con esta ciencia, ni alegre ni triste, de las espumas, el tercer volumen de Esferas ofrece una teoría de la era presente bajo el punto de vista fundamental de que la desanimación lleva una ventaja inalcanzable ya a la reanimación. Es el exterior inanimable lo que da que pensar en la época esencialista moderna. Ese diagnóstico llevará irremisiblemente a resignarse a la nostálgica añoranza de una imagen del mundo, añoranza que todavía persigue hoy una totalidad viviente en el sentido de una conformación holística. Pues sea lo que sea siempre lo que se afirme como interior aparecerá cada vez con mayor evidencia como el interior de un exterior.

(…) ¿Quién podría vivir de tal modo que viviera el todo? ¿O sin inmiscuirse en nada exterior? Parece que el mundo se ha hecho demasiado grande para gentes de viejo estilo que aspiran a una comunidad real en que haya cosas cercanas y lejanas.

79

(…) ningún individuo aislado que siga leyendo esforzadamente, puede imaginarse todavía estar lo bastante abierta para todo lo que estimula, habla e interpela; la mayoría de los individuos, lenguajes, obras de arte, mercancías, galaxias, vista desde cada una de las posiciones del mundo de la vida, queda como mundo externo inasimilable, y esto sucede necesariamente y para siempre. Todos los «sistemas», se trate de hogares, comunas, iglesias o estados, y sobre todo de parejas e individuos, están condenados a su específica exclusividad; el espíritu del tiempo celebra cada vez más abiertamente su inocente complicidad con lo exterior variopinto. La historia del espíritu hoy: los juegos finales de la observación externa.

81

(…) Teoría de las esferas: eso significa facilitarse el acceso a un algo que es lo más real y sin embargo lo más esquivo y lo menos captable objetivamente. La propia expresión de «facilitar el acceso» es confusa, porque el descubrimiento de lo esférico no es tanto un asunto de accesibilidad como de reposada mirada panóptica a lo más notorio. Siempre estamos envueltos extáticamente en relaciones esféricas, aunque por razones profundas específicamente culturales hayamos aprendido a ignorarlas, a pensar y a discutir dejándolas al margen. Por su orientación y objeto, en planteamientos como en resultados, la cultura científica europea es una propuesta de destematización de los éxtasis esféricos. La espacialidad interior animada, que intentaremos mostrar en todos los postas fundamentales de la existencia y de la cultura humanas, es efectivamente un realissimum que se substrae en principio a toda representación geométrica y lingüística -en general a toda representación- y que, sin embargo, gracias a una potencia de redondeamiento que actúa antes de todas las construcciones circulares formales y técnicas, fuerza en cualquier sitio donde haya un ente algo así como conformaciones originarias de círculos y globos.

81-82

Es por ellas, precisamente, por las que los era separados de los seres reales que viven en común tienen una dinámica formal redondeada que se produce espontáneamente sin la colaboración de los geómetras. De la autoorganización de los espacios psicocósmicos y políticos surgen metamorfosis del círculo en las que se constituye esférico-atmosféricamente el ser-ahí. La palabra autoorganización -que aquí se utiliza sin la histeria cientificista usual- ha de llamar la atención sobre el hecho de que el círculo que cobija al hombre ni sólo se hace ni sólo se encuentra hecho, sino que, en el límite entre construcción y autorrealización, se redondea él mismo espontáneamente, o mejor dicho: se realiza en aconteceres de redondeamiento, como el que se produce con los reunidos en torno al fuego del hogar, que se agrupan libre y determinadamente en torno al foco de fuego y a las ventajas inmediatas que proporciona el calor que despide. De ahí que el análisis esferológico que se aborda en este primer volumen partiendo de las microformas no sea ni una proyección constructivista de espacios redondeados en los que los seres humanos se imaginen una existencia común, ni una meditación ontológica sobre el círculo en el que estuvieran encerrados los mortales en virtud de un orden trascendente inescrutable.

 

83

(…) este texto, sobre todo en su segunda parte, podría aparecer también como una historia cultural que con ayuda de conceptos morfológicos, inmunológicos y transferencial-teóricos mostraría, de manera inusual, un modo de ver las cosas que, si todavía no conduce a lo esencial, no sería ni completamente falso ni completamente inoportuno, suponiendo, claro está, que se esté dispuesto a admitir que sólo por la filosofía puede experimentar la inteligencia cómo sus pasiones llegan a conceptos.

 

85

Reflexión previa:

Pensar el espacio interior

Que los hombres son seres que participan en espacios de los que la física nada sabe: de la elaboración de este axioma proviene una topología psicológica moderna que reparte a los hombres, sin consideración de sus primeras autolocalizaciones, por lugares radicalmente diferentes, conscientes e inconscientes, diurnos y nocturnos, honrosos y escandalosos, que pertenecen al yo en los que otros interiores han plantado su tienda. La fortaleza e independencia del saber psicológico moderno estriba en que ha substraido la posición humana del alcance de la geometría y de las oficinas de empadronamiento. Por medio de análisis psicológicos, a la pregunta dónde se encuentra un sujeto se le han dado respuestas que desmienten la evidencia física y civil.

(…)

En relación con seres que están en vida de modo humano extático, la pregunta acerca de su localización se plantea de modo radicalmente diferente, ya que la productividad primaria de los seres humanos consiste en trabajar por conseguir alojarse en relaciones espaciales propias, surreales.

86

(…) En medio de la naturaleza exterior y sobre la interior los hombres llevan una vida de insulares que confunden en principio sus caprichos, costumbres, acciones simbólicas, y sus abandonos de patrones instintivos, con lo obvio y, por tanto, con lo que antes era natural, de nuevo, Pero si se miran las cosas más de cerca, viven en principio sólo en formas que han salido de ellos mismos como segundas naturalezas: en sus lenguajes, sus sistemas de ritual y de sentido, en sus delirios constitutivos que seguramente también se apoyan en algún lugar de la corteza terrestre. (Lo político es producto de delirio grupal y territorio.)

La revolución de la psicología moderna no se agota en explicar que todos los hombres viven constructivistamente y que se dedican sin excepción a la profesión de arquitectos de interiores clandestinos que trabajan incesantemente en sus alojamientos en receptáculos imaginarios, sonoros, semióticos, rituales, técnicos. La radicalidad especifica de las ciencias psicológicas se manifiesta sólo cuando interpretan al sujeto humano como algo que no sólo se instala a sí mismo en ordenaciones simbólicas, sino también como algo extáticamente incluido con otros, en principio, en el común habitáculo del mundo. No sólo es el diseñador de un espacio interior propio imaginado con objetos relevantes, tiene además que dejarse instalar, siempre e ineludiblemente, en los receptáculos del prójimo y de la proximidad interior como mobiliario familiar, como cuerpo de resonancia, como pared antagónica, En consecuencia, la relación entre sujetos humanos que se reparten un campo de proximidad hay que describirla como una relación entre receptáculos inquietos, estresados, que se limitan y contienen mutuamente.

86-87

Lo que significa una paradoja insuperable para magnitudes geométricas y físicas supone el hecho primordial para la teoría de los lugares psicológicos o humanos: los individuos, los llamados indivisibles, son sujetos solo en tanto participan de una subjetividad dividida y repartida.

87

(…) Donde aparecen tales individualismos puede suponerse con alta evidencia psicológica una postura fundamental neurótica frente a la libertad; de la que es característico el hecho de que un sujeto no pueda pensarse como contenido, limitado, rodeado y ocupado. La neurosis básica de la cultura occidental es tener que soñar un sujeto que lo observa, nombra, posee todo sin dejarse contener, nombrar, poseer por algo, aún en el caso de que el Dios más discreto se ofreciera como observador, receptáculo y mandante.

88

(…) la estructura plegada, ensamblada, participativa del espacio humano real. Ambos han anulado la dramática diferencia originaria entre interior y exterior al colocarse de manera fantástica en el centro de una esfera homogénea que no es requerida por ningún exterior real ni por ningún en-frente inexpugnable. Obviamente, la tesis del todo-fuera no es menos delirante que la pretensión de tenerlo todo dentro. Ambos postulados extremos, por los que son tentados de un modo u otro todos los individuos occidentales, intentan salir del entretejido extático del sujeto en el espacio interior común en el que se absorben mutuamente aquellos que viven realmente juntos.

(…) Todo sujeto en el espacio real consubjetivo es un sujeto continente, en tanto admite y contiene subjetividad distinta a él, y uno contenido, en tanto es rodeado y absorbido por las miradas panópticas y los dispositivos de otros. Así pues, el campo real de cercanía humana no es sólo un simple sistema de receptáculos comunicantes (…) Como sistema de receptáculos comunicantes híbridos, el espacio interior humano se compone de cuerpos huecos, paradójicos o autógenos, que son a la vez impermeables y permeables, que han de cumplir la función unas veces -de contenedor y otras de contenido, y que poseen al mismo tiempo propiedades de pared interior y de pared exterior. La intimidad es el reino de los receptáculos autógenos surreales.

88-89

Intimidad: bajo esta palabra-guía maltratada, y dado que no se dispone de ninguna mejor, menos prostituida, en los análisis que siguen intentaremos acercarnos a los secretos del cambio humano de lugar, que siempre comienza como cambio hacia dentro (para hacerse ostensible como cambio hacia fuera).

89

Sería precipitado abordar aquí la expresión de Heidegger de que ser-ahí significa «mantenerse dentro de la nada», ya que aún no hemos llegado al punto de poder decir con renovada claridad lo que significa ser-ahí, mantenerse, nada, y sobre todo dentro”. Sería igualmente prematuro abordar ya ahora el teorema propuesto por Deleuze y Foucault de que el yo sea un pliegue del exterior, puesto que no sabemos nada absolutamente todavía de una superficie o de una exterioridad cuyo pliegue pudiera producir algo así como un interior o un yo-mismo. Por ahora, sólo indicar que la intimidad, más allá de un primer acceso edulcorado a ella, únicamente puede ser entendida como inmersión abismal en lo más cercano.

90-91

(…) todas las ciencias del hombre siempre han recopilado aportaciones a un surrealismo topológico, dado que no fue posible en ninguna época hablar del hombre sin tener que vérselas con poéticas del espacio interior habitado, iluminantes sólo como fuegos fatuos. Los espacios por los que se dejan envolver los seres humanos tienen su propia historia: una historia, ciertamente, que todavía no ha sido contada y cuyos héroes no son eo ipso los seres humanos mismos, sino los topoi y las esferas, en función de los que florecen los seres humanos y de los que se caen éstos cuando fracasa su desarrollo.

93

¿Qué queda del sueño de la autonomía humana cuando el sujeto se ha experimentado como un cuerpo hueco penetrable?

95

¿Y la imagen modélica de la Modernidad, el yo fuerte autorrealizado, no ha entrado efectivamente en liza como el máximo metabolizador polivalente, que bajo la máscara de la fuerza de consumo controlada se entrega a una multitud de invasiones, seducciones, tomas de posesión? ¿No se desarrolla el universo entero de la intimidad humana, el entresijo del interior dividido, tanto en sentido literal como figurado, a partir de un tráfago de gestos apropiadores incorporadores? ¿No hemos de partir, como fenomenólogos igual que como psicólogos y topólogos, de la comprobación de que los sujetos sólo se forman desde un principio a través de la experiencia «al tomar ser tomado»? (…)

96-97

¿No se convence todo niño que no es víctima del desamparo de la ventaja de haber nacido, sólo porque hay mamilas eudaimónicas, espíritus-caramelo benignos, ampollitas conjuradas, hadas bebibles que velan discretamente en su cama para irrumpir de vez en cuando tranquilizadoramente en su interior?

97

En los ocho capítulos de este primer volumen comenzaremos una travesía sosegada por los abovedamientos de intimidad consubjetiva. En ella aparecerán por orden en el discurso: los espacios de la cardialidad histérica y el campo interfacial, el contacto magnetopático en la hipnosis y la posición envolvente amniótica del feto, el desdoblamiento placental y las figuras culturales de la doble alma, la evocación psicoacústica del yo-mismo y, finalmente, también, los ensayos teológicos de asentamiento sobre una base intimo-topológica de la relación entre Dios y el alma. Las observaciones que se hacen en todos esos estratos e inversiones del espacio interior común no sólo tienen el carácter, sin embargo, de constructos metafóricos. El interior del que se hablará aquí tiene otra estructura que la del «aula de la memoria» de la que habla san Agustín (…)

97-98

Lo que aquí se llama lo íntimo se refiere exclusivamente a espacios interiores divididos, compartidos, consubjetivos e interinteligentes, en los que participan sólo grupos diádicos o multipolares y que sólo puede haber en la medida en que individuos humanos por estrecha cercanía mutua, por incorporaciones, invasiones, cruzamientos, repliegues de uno en otro y resonancias —psicoanalíticamente también: por identificaciones-, crean esas peculiares formas de espacio como receptáculos autógenos.

99

Si hubiéramos de evocar un genio para la primera parte de la empresa Esferas, sería ante otros muchos Gaston Bachelard, que con su fenomenología de la imaginación material, sobre todo con sus estudios sobre el psicoanálisis de los elementos, puso a nuestra disposición un tesoro de intuiciones brillantes a las que es preciso volver siempre.

100

El riesgo fundamental de toda intimidad lo señala el hecho de que en ocasiones el destructor se acerca más a nosotros que el aliado.

 

101

Capítulo 1

Operaciones de corazón

o:

Sobre el exceso eucarístico

(…)

Para las intuiciones primarias de los europeos la no convergencia de humanidad y cordialidad es algo casi impensable, Pero una mirada fugaz a culturas antiguas y extraeuropeas enseña que la asociación entre el corazón y la mismidad del yo no es un universal antropológico (…)

102

(…)

En el ámbito de influjo del cristianismo, sin embargo, la religión personal par excellence, la búsqueda del foco de animación se ha centrado imperturbablemente en el «órgano» corazón.

(…) entre los europeos cristianizados, especialmente en la Edad Media y en la temprana Modernidad, cardialidad, o cordialidad, significaba subjetividad central afectiva sin más (…) La cardialidad, como tal, actúa ya siempre con complicidad, posibilitando comunidad, y está interesada, por tanto, en la concordia, en la sintonía de ritmos cardíacos.

106

Esta historia del corazón devorado llegó oportunamente en su tiempo para responder a una perplejidad descubierta precisamente entonces por los trovadores cortesanos: que, como se constata ya al principio de la historia, para el amor perfecto no existe superación alguna ni futuro alguno, en todo caso relajamiento por su consumación física. Quedan dos caminos abiertos para eludir la esterilidad inhumana del idealismo erótico (…)

107

El propio sacramento cristiano tampoco ha hecho ascos a la vecindad de tales horribles arcaísmos: el comer-a-Dios comunitario, y generador de comunidad, abre al mundo cristiano la posibilidad de incurrir en lo prohibido en formas sublimadas sin necesidad de remordimiento alguno. Entre los cristianos, desde siempre, la in-animación de Dios se subraya sin reparos con un gesto de in-corporación; consumen aquello por lo que ellos mismos quieren ser consumidos.

110

El ser humano ya no es ahora simplemente la obra o el vasallo de Dios: el retraso del alma individual con respecto a su fundamento del más allá parece recuperado de modo misterioso; por una profundización difícilmente analizable en las relaciones interiores mejor el comparativo: más interiores—, el ser humano se convierte de repente en compañero, co-sujeto, cómplice extático y coautor coetáneo de lo absoluto. Ese ascenso a la igualdad de condición presupone que el sujeto humano alberga en sí un exceso de apetencia por la yoidad absoluta del otro que no podría ser no satisfecho (…) La literatura edificante es clara en esto: sólo quien consigue «representarse» a Dios como la subjetividad más pura llega a la zona caliente del ser-sujeto completamente descosificado, irrepresentado. En consecuencia, del sujeto supremo Dios sólo se puede tener «experiencias mediante la adopción de su propio modo de ser, sin representación de exterioridad alguna. La relación místico-cordial de Catalina con su Señor se acerca, de todos modos, a tales misterios sin objeto.

111

(…) desde la perspectiva filosófica se podría decir que las personas histéricas son individuos que con su venir-al-mundo esperan hasta que pueden aparecer en juegos de lenguaje sobrecalentados; su modo de existencia es la neurosis metafísica sin más. Los histéricos se trasladan, por decirlo así, sin interludio o después de una larga fase de latencia en lo discreto, del cuerpo de la madre a la casa del lenguaje o a la galería de los tonos y de los grandes gestos sonoros. Con lenguaje y gestos pretenden que no haya sucedido el extravío prelingúístico, el trauma del infante, e ignorarlo. De ahí quizá su capacidad de hacer que se pongan al rojo vivo formas de hablar en su propio cuerpo.

115

(…) el libro de Ficino De amore se asegura temprano un lugar de honor en la historia de la literatura del efecto mágico de la simpatía. Pone de relieve la idea de que los grandes libros y sus simpatizantes existen en un círculo de resonancia propio, a cuyo lado pasa sin enterarse el resto de la gente que parece que, sin embargo, podría también leerlos. El gran libro, como después la obra de arte eminente, sigue su curso a través del espacio público moderno y se manifiesta como una fuerza peculiar conformadora de esferas. Donde obras eminentes ofrecen sus páginas generosamente, allí se autoexcluyen, malhumorados, los incompetentes.

 

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