Guattari, Félix (1996): Las tres ecologías. Valencia: Pre-textos

 

Guattari, Félix (1996): Las tres ecologías. Valencia: Pre-textos

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La verdadera respuesta a la crisis ecológica sólo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales.

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Las oposiciones dualistas tradicionales que han guiado el pensamiento social y las cartografías geopolíticas están caducas. Las situaciones conflictivas continúan, pero introducen sistemas multipolares incompatibles con enrolamiento bajo banderas ideológicas maniqueístas. Por ejemplo, la oposición entre Tercer Mundo y Mundo desarrollado ya no tiene ningún sentido. Lo hemos visto con esas nuevas potencias industriales cuya productividad ya no se puede comparar con la de los tradicionales bastiones industriales del Oeste, pero este fenómeno va unido a una especie de tercermundización interna en los países desarrollados, que a su vez va unida a una exacerbación de las cuestiones relativas a la inmigración y al racismo (…)

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La eocosofía social consistirá, pues, en desarrollar prácticas específicas que tiendan a modificar y a reinventar formas de ser en el seno de la pareja, en el seno de la familia, del contexto urbano, del trabajo, etcétera.

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(…) se tratará de reconstruir literalmente el conjunto de las modalidades del ser-en-grupo.

(…) Por su parte, la eocosofía mental se verá obligada a reinventar la relación del sujeto con el cuerpo, el fantasma, la finitud del tiempo, los “misterios” de la vida y de la muerte. Se verá obligada a buscar antídotos a la uniformización “mass-mediática” y telemática, al conformismo de las modas, a las manipulaciones de la opinión por la publicidad, los sondeo, etc. Su forma de actuar se aproximar á más a la del artista que a la de los profesionales “psy” siempre obsesionados por un ideal caduco de cientificidad.

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Intentemos, ahora, estudiar más detalladamente las implicaciones de una perspectiva ecosófica de este tipo sobre la concepción de la subjetividad.

El sujeto no es evidente; no basta pensar para ser, como lo proclamaba Descartes (…)

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Más bien que de sujeto, quizá convendría hablar de componentes de subjetivación, cada uno de los cuales trabaja por su propia cuenta. Lo que conduciría necesariamente a reexaminar la relación entre el individuo y la subjetividad (…)

Estos vectores de subjetivación no pasan necesariamente por el individuo; en realidad, éste está en posición de “terminal” respecto a procesos que implican grupos humanos, conjuntos socioeconómicos, máquinas informáticas, etc.

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En adelante, lo que estará a la orden del día es la liberación de campos de virtualidad “futuristas” y “constructivistas”. El inconsciente sólo permanecerá aferrado a fijaciones arcaicas en la medida en que ningún comportamiento tire de él hacia el futuro. Está tensión existencial se realizará por medio de temporalidades humanas y no humanas. Por estas últimas entiendo el desplegamiento, o si se quiere, el despliegue, de devenires animales, de devenires vegetales, cósmicos, pero también de devenires maquínicos, correlativos de la aceleración de las revoluciones tecnológicas e informáticas (así es como veremos desarrollarse ante nuestros ojos la expansión de una subjetividad asistida por ordenador).

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Eso significa una recomposición de las prácticas sociales e individuales que yo ordeno según tres rúbricas complementarias: la ecología social, la ecología mental y la ecología medioambiental, y bajo la égida ético-estética de una ecosofía.

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Por supuesto, sería absurdo querer dar marcha atrás para intentar reconstruir las antiguas formas de vida. Tras las revoluciones informáticas, robóticas, tras el progreso de la ingeniería genética y tras la mundialización del conjunto de los mercados, el trabajo humano o el hábitat ya nunca volverán a ser lo que eran hace tan solo unos decenios (…)

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En cierto sentido, hay que admitir que habrá que “aceptar” ese estado de hecho. Pero ese aceptar implica una recomposición de los objetivos y de los métodos del conjunto del movimiento social en las condiciones actuales.

(…) Hoy menos que nunca pueden separarse la naturaleza de la cultura, y hay que aprender a pensar “transversalmente” las interacciones entre ecosistemas, mecanósfera y universo de referencia sociales e individuales.

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Esta lógica de las intensidades, que se aplica en los agenciamientos existenciales autorreferidos y que introducen duraciones irreversibles, no sólo concierne a los sujetos humanos constituidos en cuerpos totalizados, sino también a todos los objetos parciales, en el sentido psicoanalítico, a los objetos transicionales, en el sentido de Winnicott, a los objetos institucionales (los “grupos-sujetos”), a los rostros, a los paisajes, etcétera. Mientras que la lógica de los conjuntos discursivos se propone cernir bien los objetos, la lógica de las intensidades, o ecológica, solo tiene en cuenta el movimiento, la intensidad de los procesos evolutivos. El proceso, que yo opongo aquí al sistema o a la estructura, tiene por objeto la existencia, a la vez constituyéndose, definiéndose y desterritorializándose.

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Propongo reagrupar en cuatro principales regímenes semióticos los instrumentos sobre los que reposa el CMI [Capitalismo Mundial Integrado]:

las semióticas económicas (instrumentos monetarios, financieros, contables, de decisión…);

las semióticas jurídicas (título de propiedad, legislación y reglamentaciones diversas…);

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las semióticas técnico-científicas (planes, diagramas, programas, estudios, investigaciones…);

las semióticas de subjetivación, algunas de las cuales coinciden con las que acaban de ser enumeradas, pero a las que convendría añadir muchas otras, tales como las relativas a la arquitectura, el Urbanismo, los equipamientos colectivos, etc.

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Esperamos que una recomposición y un reajuste de las finalidades de las luchas emancipadoras devengan, cuanto antes, correlativas del desarrollo de los tres tipos de praxis ecológicas evocadas aquí. Y deseamos que, en el contexto de los nuevos “elementos” de la relación entre el capital y la actividad humana, las tomas de conciencia ecológicas, feministas, antirracistas, etcétera, logren alcanzar más rápidamente, como objetivo principal, los modos de producción de la subjetividad, es decir, de conocimiento, de cultura, de sensibilidad y de sociabilidad que dependen de sistemas de valor incorporal que desde ahora se sitúan en la raíz de los nuevos agenciamientos productivos.

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(…) Lejos de buscar un consenso embrutecedor e infantilizante, en el futuro se tratará de cultivar el dissensus y la producción singular de existencia.

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Sobre el conjunto de esos frente imbricados y heterogéneos deberán, creo yo, articularse las nuevas prácticas ecológicas, puesto que su objetivo es hacer procesualmente activas singularidades aisladas, rechazadas, que giran sobre sí mismas. (Ejemplo: una clase escolar, en la que se aplican los principios de la Escuela Freinet, que consiste en singularizar el funcionamiento  global sistema cooperativo, reuniones de evaluación, diario, libertad para los alumnos de organizar su trabajo individualmente o en grupo, etc.)

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(...) Me parece esencial que se organicen así nuevas prácticas micropolíticas y microsociales, nuevas solidaridades, un nuevo bienestar conjuntamente con nuevas prácticas estéticas y nuevas prácticas analíticas de las formaciones del inconsciente.

 Se me podría objetar que las luchas a gran escala no están necesariamente en sincronía con las praxis ecológicas y las micropolíticas del deseo. Pero, ese es el problema:

Los diversos niveles de práctica no sólo no tienen que ser homogeneizados, conectados unos con otros bajo una tutela trascendente, sino que conviene hacer que entren en procesos de heterogénesis (…) Conviene mantener unida la singularidad, la excepción la rareza con un orden estatal lo menos pesado posible.

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La connotación de la ecología debería dejar de estar ligada a la imagen de una pequeña minoría de amantes de la naturaleza o de especialistas titulados. La ecología cuestiona el conjunto de la subjetividad y de las formaciones de poderes capitalísticos, los cuales no tienen ninguna garantía de seguir triunfando, como sucedió durante el último decenio.

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Llegará un tiempo en el que será necesario introducir inmensos programas para regular las relaciones entre el oxígeno, el ozono y el gas carbónico en la atmósfera terrestre. Se podría perfectamente recalificar la ecología medioambiental de ecología maquínica, puesto que, tanto en el cosmos como en las praxis humanas, nunca se trata de otra cosa que de máquinas, y yo incluso osaría decir de máquinas de guerra. ¡Desde siempre, la “naturaleza “ ha estado en guerra contra la vida!

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Sacar a la luz otros mundos que los de la pura información abstracta, engendrar universos de referencia y Territorios existenciales en los que la singularidad y la finitud sean tenidos en cuenta por la lógica multivalente de las ecologías mentales y por el principio de Eros del grupo de la ecología social y afrontar el cara a cara vertiginoso con el Cosmos para someterlo a una vida posible, tales son las vías imbricadas de la triple visión ecológica.

Así pues, creo que una eocosofía de nuevo tipo, a la vez práctica y especulativa, ético-política y estética, debe sustituir a las antiguas formas de compromiso religioso, político, asociativo…

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(…) es en la articulación:

de la subjetividad en estado naciente ;

del socius en estado mutante;

del medio ambiente en el que puede ser reinventado; donde se dilucidar á la salida de las crisis más importantes de nuestra época.

En conclusión, las tres ecologías deberían concebirse, en bloque, como dependiendo de una disciplina común ético-estética y como distintas las unas de otras desde el punto de vista de las prácticas que las caracterizan. Sus registros dependen de lo que yo he llamado una heterogénesis, es decir, de procesos continuos de resingularización. Los individuos han de devenir a la vez solidarios y cada vez más diferentes. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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