Sloterdijk, Peter. Esferas III


15

En los dos tomos precedentes se intenta conferir a la expresión esfera el rango de un concepto fundamental, que se ramifica en aspectos significativos topológicos, antropológicos, inmunológicos, semiológicos. Esferas I propone una descripción (el autor piensa que, en parte, nueva) del espacio humano, que acentúa el hecho de que por el cercano ser-juntos de seres humanos con seres humanos se produce un interior hasta ahora poco considerado. Llamamos a ese interior la microsfera y lo caracterizamos como un sistema de inmunidad espacial anímico (moral, si se quiere), muy sensible y capaz de aprender. El acento se pone en la tesis de que es la pareja, y no el individuo, la que representa la magnitud más auténtica; eso significa, a la vez, que, frente a la inmunidad-yo, la inmunidad-nosotros encarna el fenómeno más profundo.

16

En tanto es un ser que «existe», el ser humano es el genio de la vecindad. Heidegger lo conceptualizó así en su época más creativa: si hay existentes juntos, se mantienen «en la misma esfera de patencia». Son accesibles unos para otros y, sin embargo, unos a otros trascendentes, una observación que no se cansan de subrayar los pensadores del diálogo. Pero no sólo las personas, sino también las cosas y las circunstancias se comprenden, a su modo, desde el principio de la vecindad. Por eso «mundo» significa para nosotros el contexto de posibilidades de acceso. «El ser-ahí lleva ya consigo la esfera de posible vecindad; ya originariamente es vecino de…» (…)

17

A la salida de la situación fundamental familiar -su símbolo arquitectónico es la cabaña-, el programa expansivo pasa del pueblo a la ciudad, al imperio y, más allá, al universo finito, hasta que se pierde en el espacio ilimitado e inhabitable.

18

El postulado de que la seguridad se encuentra en lo más grande, y sólo en ello, suscitó el affaire del alma con la geometría. No otra cosa significó el acontecimiento que se llama metafísica: que la existencia local se integra en la esfera absoluta, y el punto animado va inflándose hasta la esfera-todo. En ella creyó encontrar la psique participación en lo indestructible.

19

El gran relato de Esferas II, que sigue la curva, jalonada por catástrofes, del mínimo al máximo, pretende hacer comprensible la razón por la que la metafísica fue la prosecución del animismo con medios tanto teóricos como políticos: el animismo es la creencia en el hipersistema de inmunidad: alma.

20-21

Ese movimiento excéntrico, designado ahora tuertamente como «la globalización» (como si no hubiera más que una, y no tres), se reproduce en el capítulo 8 de Esferas II, bsyo el título «La última esfera. Para una historia filosófica de la globalización terrestre», al estilo de una consideración macrohistórica. Llamamos terrestre a la globalización que sigue a la metafísica y antecede a la telecomunicativa.

22

En una defensa de la Enciclopedia, Diderot ya había consumado esa sustitución en el año 1755 expressis verbis, declarando al ser humano como «punto central común» de todas las cosas (y de todas las entradas lexicográficas): «¿Hay en el espacio infinito algún punto mejor desde el que puedan hacerse salir esas líneas inconmensurables que queremos trazar hasta todos los demás puntos?»

23

Con una amplitud de miras que roza el acaparamiento, McLuhan postula una esfera de información, híbrida, global-tribal, que nos encerraría a todos nosotros, como miembros dichosos y obligados de la «familia humana», en una «única membrana universal»11, que sería a la vez redonda (centrada, romana) y ovalada (periférica, canadiense). La máquina que llevara a cabo este milagro simplificador es el Computer; interpretado en espíritu pentecostal: según McLuhan, él posibilita la integración de la humanidad en una «comunidad psíquica» supratribal. ¿Quién puede ignorar que aquí se enseñaba, una vez más, y quién sabe si no por última vez, la unidad de aldea global e Iglesia (…)

En contraste con todo esto, Esferas III, Espumas, ofrece una teoría de la época actual bajo el punto de vista de que la «vida» se desarrolla multifocal, multiperspectivista y heterárquicamente. Su punto de partida reside en una definición no-metafísica y no-holística de la vida (…)

La vida se articula en escenarios simultáneos, imbricados unos en otros, se produce y consume en talleres interconectados. Pero lo decisivo para nosotros: ella produce siempre el espacio en el que es y que es en ella. Así como Bruno Latour ha hablado de un «parlamento de las cosas», nosotros, con ayuda de la metáfora de la espuma, pretendemos ocupamos de una república de los espacios.

24

Es evidente que se ha agotado la forma de pensar y de vida de la vieja Europa, la filosofía; la biosofía acaba de comenzar su trabajo, la teoría de las atmósferas se acaba de consolidar provisionalmente, la teoría general de los sistemas de inmunidad y de los sistemas de comunidad está en sus inicios, una teoría de los lugares, de las situaciones, de las inmersiones se pone en marcha lentamente, la sustitución de la sociología por la teoría de las redes de actores es una hipótesis con poca recepción aún, consideraciones sobre la movilización de un colectivo constituido realistamente con el fin de aprobar una nueva constitución para la sociedad global del saber no han mostrado apenas más que esbozos. En estos indicios no puede reconocerse sin más una tendencia común. Sólo algo está claro: donde se lamentaban pérdidas de forma, aparecen ganancias en movilidad.

25

La proposición «Dios ha muerto» se confirma como la buena nueva del presente. Se la podría reformular: La esfera una ha implosionado, ahora bien, las espumas viven. La comprensión de los mecanismos del acaparamiento mediante globos simplifícadores y totalizaciones imperiales no proporciona precisamente la razón para dar al traste con todo lo que se consideraba grande, imaginativo, valioso. Proclamar muerto al Dios pernicioso del consenso significa reconocer con qué energías se retoma el trabsyo, no pueden ser otras que aquellas que estaban constreñidas en la hipérbole metafísica. Si una gran exageración ha cumplido su tiempo, surgen nuevos ideales de vuelos más discretos.

27

Prólogo: El nacer de la espuma

Aire en lugar inesperado.

27-28

Casi nada, y sin embargo no nada. Un algo, aunque sólo un tejido de espacios vacíos y paredes sutiles. Un dato real, pero una hechura esquiva al contacto, que al mínimo roce abandona y revienta. Eso es la espuma, tal como se presenta a la experiencia cotidiana. Por suplemento de aire, un líquido, un sólido pierde su compacidad; lo que parecía autónomo, homogéneo, consistente, se transforma en estructuras esponjosas (…) Es la miscibilidad de las materias más opuestas lo que en la espuma se convierte en fenómeno. Al elemento ligero corresponde, evidentemente, la perversa capacidad de infiltrarse en los más pesados y asociarse con ellos, la mayoría de las veces fugazmente, en algunos casos incluso por más tiempo (…) Esta unión a corto plazo de gases y líquidos constituye el modelo del concepto usual de espuma. Alude al hecho de que, bajo circunstancias por ahora inexplicadas, lo compacto, continuado, macizo sufre una invasión de lo hueco. El aire, el elemento incomprendido, encuentra medios y caminos para infiltrarse en lugares en los que nadie cuenta con su presencia; más aún, por su propia fuerza acondiciona lugares extraños allí donde antes no había ninguno. ¿Cómo rezaría, pues, una primera definición de la espuma? ¿Aire en lugar inesperado?

28

Por su forma efímera, la espuma ofrece la oportunidad de observar con los propios ojos la subversión de la substancia. A la vez, se consigue la experiencia de cómo la venganza de lo sólido la mayoría de las veces no se hace esperar mucho tiempo (…) En cuanto se detiene la agitación de la mezcla, que procura la introducción de aire en lo líquido, se desploma rápidamente el esplendor de la espuma. Queda una inquietud: lo que se atreve a ahuecar la substancia, aunque sea por poco tiempo, ¿no participa de aquello que ha de ser considerado malo y sospechoso, quizá incluso hostil? Así es como la tradición ha concebido la mayoría de las veces ese algo precario, recelando de ello como de una perversión (…) la espuma se presenta como una insolente subversión del orden natural en medio de la naturaleza. Es como si la materia se hubiera extraviado y se hubiera entregado a lo estéril en saturnales físicas. No es casualidad que durante toda una era se considere peyorativamente que ha de servir como metáfora de lo inesencial y falto de solidez (…) En la espuma se manifiestan fuerzas impulsivas, sospechosas para los amigos de los estados puros (…) La materia, la matrona fecunda que lleva una vida honesta al lado del logos, pasa por una crisis histérica y se arroja en brazos de la primera ilusión que se presenta. Las malvadas perlas de aire la someten a los juegos de prestidigitación más arriesgados. Espumea, se esponja, se estremece, estalla. ¿Qué queda? El aire de la espuma regresa a la atmósfera general, la substancia más sólida se descompone en polvo de gotas. Casi nada se convierte en casi nada.

29

(…) antes los sueños no parecían representar más que un apéndice vacío de lo real, que se podía pasar por alto tranquilamente, sí, del que había que prescindir a la mayor brevedad posible si se quería permanecer en la esfera de lo categorial, substancial, público, así también faltaba a las espumas todo lo que pudiera relacionarse con las esferas respetables de lo válido-duradero. 

30

La espuma es el uniforme de salida del nihil, de la nada de la que nada puede provenir, si se sigue confiando en la afirmación de Lucrecio; es lo inconsistente, «sin edad alguna», lo que se distingue por su esterilidad y falta de acción. Lo espúmeo existe -se escucha decir a los informados- sólo en autorreferencia vacía, no produce más que episodios, nunca hace más que abombarse y desplomarse. Lo que no tiene ante sí otra perspectiva que su desintegración es mera inflación, es la anécdota que ha llegado al poder. La espuma no engendra nada, nada se sigue de ella. Sin esperanza de vida ni de generación próxima, sólo conoce el avance hacia su propio reventón. Por eso la espuma, entre los hijos extravagantes del caos, si no el primogénito, sí es el más despreciable.

Y sin embargo: cuando en la nueva lógica de Hegel el pensamiento se hizo polivalente, se produjo una positivación de lo negativo y, con ella, una posible rehabilitación de la espuma: «De la fermentación de la finitud, antes de que se convierta en espuma, exhala el aroma del espíritu»

31

Interpretación de la espuma

La decisión temprana de Freud de señalar el sueño como camino real al inconsciente puso de manifiesto el cambio «revolucionario» de acento entre lo central y lo periférico. La aparición de la Interpretación de los sueños en el año 1900, sin embargo, no sólo puso de relieve lo pronto que en la retrospectiva del siglo se manifestó el acto fundacional epistémico-propagandístico del movimiento psicoanalítico, fue también uno de los puntos de partida de la subversión del sistema de seriedad tradicional y de la conciencia de la categoría de peso pesado en general.

31-32

(…) El psicoanálisis vienés entró en un contexto en el que no había nada menos en juego que una nueva repartición de los acentos en el campo de lo primario, fundante, creador de significado, un suceso de alcance cultural-revolucionario (…)

32

 ¿Con qué seriedad se tomó el siglo XX la espuma? ¿Qué rango de valor asignó al «aire en lugar inesperado»? ¿De qué modo trabajó en la rehabilitación de esa entidad evanescente, abocada a la desintegración? ¿Con qué medios intentó hacer justicia a las oquedades autorreferentes, a las esferas interiores llenas de valores propios, al interior halitoso y a los hechos climáticos? Si la respuesta adecuada a esas preguntas ya resultara posible en nuestro tiempo proporcionaría una sinopsis de la modernización. Describiría un amplio procedimiento de admisión de lo casual, momentáneo, vago, efímero y atmosférico, un procedimiento en el que participan las artes, las teorías y las formas de vida experimentales con planteamientos propios en cada caso.

32-33

Quien quisiera emprender una amplia reproducción de estos procesos tendría que hablar tanto de las intenciones de un Nietzsche no falseado como del desarrollo del impulso de Husserl; tanto del perspectivismo en torno a 1900 como de la teoría del caos en torno al 2000; tanto de la promoción de lo surreal, convirtiéndolo en una sección arbitraria de lo real, como de la elevación de lo atmosférico a la dignidad de teoría; tanto de la matematización de lo borroso como de la penetración conceptual de las estructuras estriadas y de los conjuntos irregulares . Habría que hablar de una rebelión de lo poco llamativo, de lo discreto por la que lo pequeño y efímero se aseguró una porción de la fuerza visual de la gran teoría, de una ciencia de las huellas, que a partir de indicios poco aparentes quiso leer los signos tendenciales del acontecer del mundo. Más allá del giro «micrológico» habría que hablar de un descubrimiento de lo indeterminado, gracias al cual -quizá por primera vez en la historia del pensamiento- lo no-nada, lo casi-nada, lo casual y lo informe han conseguido conectar con el ámbito de las realidades teorizables.

33-34

La larga sombra del pensar de la substancia, que gusta tan poco de lo accidental, sigue extendiéndose aún sobre las teorías modernas y las teorías de la Modernidad.

34

(…) La interpretación de la espuma tendría que constituirse como ontología política de los espacios interiores animados. En ella se comprendería lo más frágil como el corazón de la realidad.

35

En el lenguaje de nuestro ensayo la interpretación de la espuma ha de negociarse bajo el nombre de poliesferología, o ciencia ampliada de invernaderos. Desde el principio tiene que quedar claro que este «leer» en las espumas no puede quedarse en mera hermenéutica, ni detenerse en el desciframiento de signos. Sólo entra en materia como teoría tecnológica de espacios humanamente habitados, simbólicamente climatizados, es decir, como instrucción científico-ingeniera y política para la construcción y mantenimiento de unidades civilizatorias, un ámbito temático que hasta ahora (aía dentro de la ética y de sus ramificaciones en politología y pedagogía La disciplina más cercana a esta teoría heterodoxa de la cultura y la civilización puede encontrarse, por el momento, en la astronáutica tripulada, pues en ninguna otra parte se pregunta tan radicalmente por las condiciones técnicas de la posibilidad de existencia humana en cápsulas que mantengan la vida.

36

Aprología -del griego áphros, la espuma- es la teoría de sistemas cofrágiles. Si se consiguiera probar que lo espumoso puede ser lo que tenga un gran porvenir, sí, que es, en ciertas condiciones, capaz de generar, se le sustraería el fundamento al prejuicio substancialista. Justamente eso es lo que se intentará en lo que sigue. Lo que durante toda una era se ha considerado menospreciable, lo aparentemente frívolo, lo que existe sólo en vistas a su implosión, recuperaría su parte en la definición de lo real. Se comprende, pues: hay que entender lo flotante como algo que de algún modo especial proporciona fundamento; describir nuevamente lo hueco como una llenura de propio derecho; considerar lo frágil como lugar y modo de lo más real; evidenciar lo irrepetible como el fenómeno superior frente a lo serial. 

Espumas fértiles – Interludio mitológico

37

(…) Cierto, sólo parece que Hesíodo fue víctima de una feliz confusión etimológica al derivar el nombre de la diosa, que había sido importada del Próximo Oriente al panteón griego, de áphros, espuma. Con ello relacionó a la diosa del amor y la fertilidad de los helenos con aquella substancia asubstancial, a la que se atribuyen nobles funciones erógenas.

41

La introducción de aire en la substancia sirve para el precipitado de lo más substancial de la substancia, hasta alcanzar la extrema contracción del poder generativo en un único receptáculo, en un último punto seminal. Se entiende: cuando se presupone, como en la Primera Teoría generalizante, la unidad de fuerza originaria y plenitud de esencia, de ahí no hay gran trecho hasta llegar a una radicalización de la búsqueda; es entonces cuando se aventura el acceso mágico a la esencia de la esencia con el fin de filtrar el poder desde el poder (…)

Estos mitos aluden a tempranas alternativas al prejuicio de esterilidad referente a las espumas; con todo, sólo pueden proporcionar a la constelación de espuma y fertilidad, en el mejor de los casos, una plausibilidad poética. Aun así, preparan desde lejos un concepto de aphrogenia (…)

42

We are such stuff the foams are made on.

Espumas naturales, aphrosferas

42-43

En el contexto físico se entiende por espumas: sistemas de cámaras múltiples de reclusión de gas en materiales sólidos y líquidos, cuyas celdillas están separadas unas de otras por tabiques peliculares. Los impulsos a la investigación científica de estructuras espumosas se remiten al físico belga Joseph Antoine Ferdinand Plateau (…)

Con su ayuda las espumas pudieron describirse exactamente como esculturas tensionadas de tegumentos peliculares (…)

Enuncian que los ángulos de una burbuja de espuma o, mejor, de un polígono de espuma, se forman exactamente por tres tabiques peliculares; que dos a dos de esos tres tabiques se encuentran siempre en un ángulo de 120 grados; y que siempre convergen en un punto exactamente cuatro ángulos de celdillas de espuma. La existencia de tegumentos jabonosos se debe a la tensión de superficie del agua, que ya señaló en torno a 1508 Leonardo da Vinci en sus observaciones sobre la morfología de las gotas.

43-44

Hay que agradecer ante todo al siglo XX la introducción del tiempo en el análisis de la espuma. Hemos aprendido que las espumas son procesos y que en el interior del caos de múltiples celdas se producen constantemente saltos, transformaciones y cambios de formato. Esa agitación tiene un rumbo, conduce a mayor estabilidad e inclusividad. Una espuma vieja se reconoce porque sus burbujas son mayores que las de las espumas jóvenes, porque las celdas jóvenes que revientan mueren en cierto modo dentro de sus vecinas, a quienes legan su volumen. Mientras más húmeda y joven es una espuma, más pequeñas, redondas, móviles y autónomas son las burbujas aglomeradas en ella; mientras más seca y vieja, por el contrario, más burbujas autónomas han perecido, más grandes se hacen las celdas supervivientes, con más fuerza actúan unas sobre otras, más se hacen valer las leyes de Plateau de la geometría de vecindad en la deformación recíproca de las burbujas agrandadas. Una espuma avejentada encama el caso ideal de un sistema cofrágil, en el que se ha alcanzado un máximo de interdependencia. En el entramado de grandes poliedros lábil-estables ya no puede reventar potencialmente ninguna celda concreta sin arrastrar consigo a la nada la contextura total. La dinámica procesual de la espuma proporciona, así, la forma vacía a todas las historias que tratan de espacios de inclusión inmanentemente crecientes. En estas geometrías trágicas se alcanza un grado tan alto de tensión interior o tensegridad entre los espacios co-aislados restantes que su riesgo común de existencia puede expresarse mediante una fórmula de cofragilidad. Juntas, las grandes celdas de una espuma madura consiguen incrementar la duración de su existencia, juntas se deshacen en la implosión final. Notemos que en las espumas no existe una celda como punto central y que la idea de una capital sería contraproducente per se.

45

Últimamente, el motivo de la multiplicidad de cámaras ha hecho carrera también en las teorías físicas del espacio. Esto trae como consecuencia que se recurra cada vez más a menudo a la metáfora de la espuma para la descripción de conformaciones de espacio espontáneas, tanto en las dimensiones mínimas como en fenómenos mesocósmicos, como, finalmente, en procesos de dimensiones galácticas, efectivamente cósmicas. Se anuncia abiertamente el siglo XXI como la century of the foam. Buena parte de la astrofísica más reciente aparece con ropaje aphrofísico. Muchos de los modelos cosmológicos que se discuten actualmente representan el universo como un trenzado de burbujas inflacionarias, cada una de las cuales encarna un sistema de explosión originaria del tipo del contexto de mundo que habita la humanidad actual (…) Pero ninguna de las ciencias actuales concede mayor papel a la potencia morfológica de la espuma que la biología celular. Desde el punto de vista de numerosos biólogos, el surgimiento de la vida sólo puede explicarse por la formación espontánea de espuma en el agua turbia del océano primitivo.

47

Espumas humanas

Mediante el concepto espuma describimos aglomeraciones de burbujas en el sentido de los análisis microsferológicos que hemos presentado con anterioridad44. La expresión vale para sistemas o agregados de vecindades esféricas, en los que cada una de las «células» constituye un contexto (dicho en lenguaje usual: un mundo, un lugar) autocomplementante (…)

47-48

Cuando se forman lugares de ese tipo, el existir- uno-hacia-otro de los asociados en proximidad actúa en cada caso como el auténtico agens de la conformación de espacio; la climatización del espacio interior coexistencial se produce por la extraversión recíproca de los simbiontes, que atemperan el interior común (…)

48

La introversión de cada uno de los hogares no contradice que se aglomeren en alianzas más densas, me refiero a las espumas sociales: el enlace de vecindad y la separación recíproca hay que interpretarlos como dos caras del mismo hecho. En la espuma rige el principio del co-aislamiento, según el cual una y la misma pared de separación sirve de límite en cada caso para dos o más esferas. Tales paredes, que se apropian ambos lados, son las interfaces originarias. Del hecho de que en la espuma físicamente real una burbuja concreta limite con una pluralidad de globos vecinos, que le condicionan la repartición del espacio, puede deducirse una imagen prototípica para la interpretación de asociaciones sociales: también en el campo humano las células concretas se aglutinan unas con otras por inmunizaciones, separaciones y aislamientos recíprocos (…)

49

Por eso la espuma constituye un interior paradójico, en el que la mayor parte de las co-burbujas circundantes son, a la vez, desde mi emplazamiento, vecinas e inaccesibles, y están, a la vez, unidas y apartadas (…) En realidad, las «sociedades» sólo son comprensibles como asociaciones agitadas y asimétricas de multiplicidades-espacios y multiplicidades-procesos, cuyas células no pueden estar ni realmente unidas ni realmente separadas (…) Quien pretenda hablar teóricamente de «sociedad» tiene que operar fuera de la obnubilación del «nosotros». Si se consigue eso se puede uno percatar de que las «sociedades» o los pueblos están constituidos más fluida, híbrida, permeable y promiscuamente ellos mismos de lo que sugieren sus nombres homogéneos.

50

Entendemos bajo «sociedad» un agregado de microsferas (parejas, hogares, empresas, asociaciones) de formato diferente, que, como las burbujas aisladas en un montón de espuma, limitan unas con otras, se apilan unas sobre y bajo otras, sin ser realmente accesibles unas para otras, ni efectivamente separables unas de otras.

51

Las unidades simbióticas son conformadoras de mundo siempre en sí y para sí, junto a grupos-modeladores-de-mundo que hacen lo mismo a su manera y con los que aquéllas están constreñidas bajo el principio del co-aislamien- to, formando un ensamblaje interactivo (…)

51-52

(Piénsese en los ocupantes de vehículos, que viajan en filas unos tras otros: cada grupo de viajeros conforma dentro una célula resonante, entre los vehículos sin embargo reina el aislamiento, y así está bien, puesto que comunicación significaría colisión.)

53

Para la teoría, que acepta el ser-en-la-espuma como determinación primaria de la situación, las super-visiones concluyentes del mundo-uno no sólo resultan inaccesibles, sino imposibles, y, si se entiende bien, tampoco deseables.

53

Como sistemas de vecindades asimétricas entre invernaderos de intimidad y mundos propios de tamaño mediano, las espumas son medio transparentes, medio opacas. Toda situación en la espuma significa un relativo ensamblaje de visión en derredor y ceguera; todo ser-en-el-mundo, entendido como ser-en-la-es- puma, abre un claro en lo impenetrable. El giro a una ontología pluralista ya fue tomado en cuenta previsoriamente en la moderna biología y me- tabiología, desde que, gracias a la introducción del concepto de entorno, llegó a una nueva visión de su objeto

54-55

Dado que las conformaciones de mundo siempre se expresan también arquitectónicamente, más exactamente, en la tensión sinérgica entre bienes muebles e inmuebles, hay que tener en consideración los procesos esferopoiéticos, que se materializan bajo forma de espacios habitados, edificios y aglomeraciones arquitectónicas. De acuerdo con una idea de Le Corbusier, se puede comparar un edificio con una pompa de jabón: «La pompa de jabón es perfectamente armónica cuando el aliento está bien repartido, bien regulado desde dentro. El exterior es el resultado de un interior»

55

Las espumas en la época del saber

Las cosas delicadas se convierten tarde en objeto.

56

Todo lo muy explícito se convierte en algo demoníaco.

57

¡Ay de aquel que oculta desiertos! Ahora hay que reconstruir artificialmente lo que antes parecía dado como recurso natural.

58

Para ser absolutamente contemporáneo hay que presuponer que apenas hay algo todavía que presuponer.

Revolución, rotación, invasión

59

Como hábito cognitivo, es lo mismo dar la vuelta a la Tierra y reflejarlo en mapas, que abrir el cuerpo humano por todas partes y representarlo gráficamente desde todas las perspectivas.

61

El auténtico significado de la explicación está en otro campo: la gran característica de las relaciones modernas de saber no la constituye el hecho de que los «sujetos» puedan mirarse al espejo en sí mismos o rendir cuentas ante el público sobre los motivos de sus opiniones, sino que se operen a sí mismos y tengan planos ante sí de la oscuridad propia, en parte aclarada, que les señalen puntos de intervención potencial para la auto-intervención (…)

Nuestra posible intervención, inevitablemente imperfecta, pero siempre ampliable, en el propio fundamento interior somático y psicosomático constituye el rasgo característico de la situación, que designamos con el terminante predicado de «moderna». Huelga decir por qué apenas tenemos aún algo que tratar de la llamada cosificación a este nivel.

63

Cuando lo implícito se vuelve explícito: Fenomenología

Que el hogar del saber se convulsiona por la invasión irreprimible de la inteligencia en lo oculto: ese hecho fundamental para toda civilización superior, y sobre todo para la Modernidad, se llama, en su exégesis normal, investigación. Cuando la interpretación de esa inquietud se llena de pretensiones toma el nombre, durante un lapso de tiempo destacado en la historia del espíritu, de Fenomenología: teoría de la salida de «objetos» a la escena del aparecer, y reconocimiento lógico de su existencia junto al resto del contingente del saber. Que a los seres humanos no todo se les revela de una vez, sino que la llegada de los objetos al saber sigue las leyes de una secuencia -un orden tan estricto como difícil de entender, de lo anterior y lo posterior-: en esto consiste la intuición originaria (…) El núcleo de esa intuición es la observación de que lo posterior y lo anterior se comportan a menudo recíprocamente como lo explícito y lo implícito (…) La Fenomenología es la teoría que narra la explicitación de aquello que al comienzo sólo puede estar dado implícitamente (…) Aquí estar implícito quiere decir: presupuesto en estado no revelado, dejado en reposo cognitivo, exonerado de la presión de desarrollo y mención pormenorizada, dado en el modus de proximidad oscura, que no está todavía en la lengua, no interpelable en el instante próximo, no movilizado por el régimen discursivo y no instalado en un procedimiento. Volverse explícito significa, al contrario: ser llevado por la corriente que fluye del trasfondo al primer plano (…)

63-64

Ciertamente, la implicación es también una relación entre enunciados (…) la auténtica historia del saber tiene la forma del devenir-fenómeno de lo en otro tiempo no-aparecido, del paso de lo no-iluminado a lo iluminado o de datos-en-la-sombra a temática-en-primer-plano. Saber real: así llamamos a los discursos que han sobrevivido a la larga noche de la implicación y se mueven en el día de lo temáticamente desplegado.

64

Los fenomenólogos propagan la buena nueva de que no hay un exterior al que no corresponda un interior; sugieren que no se topa uno con nada extraño que no pueda ser asimilado por apropiación en lo nuestro.

65

El optimismo consecuente hace que la historia del conocimiento y de la técnica desemboque en una imagen final, en la que la paridad entre interioridad y exterioridad estuviera consumada punto por punto. ¿Pero qué sucedería si pudiera mostrarse que con el devenir explícito de lo implícito se infiltra en el pensar, a veces, algo completamente arbitrario, extraño, de otro tipo, algo nunca pensado, nunca esperado y jamás asimilable? (…) ¿Si hay algo nuevo que se sustrae a la simetría de lo implícito y lo explícito y penetra en los órdenes del saber como algo inmenso, exterior, algo que permanece extraño hasta el final?

Aparece lo monstruoso

65-66

Tras el fin de la coyuntura optimista puede manifestarse desapasionadamente qué significó de fado la fenomenología en su habitual aplicación: fue un servicio de salvamento de los fenómenos en una época, en la que la mayoría de las «apariciones» ya no se dirigen al ojo o a los demás sentidos desde sí mismas, sino que más bien son conducidas a la visibilidad por la investigación, por explicaciones invasoras y medidas correspondientes (esto es, «observaciones» gracias a máquinas y sensores artificiales).

66-67

Invitó a sus adeptos a participar en el intento de defender el primado metafísico de la percepción contemplativa frente al medir, calcular y operar. Se dedicó a la tarea de contrarrestar la enajenante inundación de la conciencia por las inasimilables miradas internas y externas de máquinas a las entrañas y cuerpos cortados y abiertos, no para negarse a lo nuevo sino para integrarlo en la acostumbrada percepción de la naturaleza o de las circunstancias, como si no hubiera sucedido nada por el corte de la técnica. Con razón había enseñado Heidegger que la técnica es un «modo del desocultamiento». Esto quería decir, a la vez, que a lo técnicamente desocultado y hecho público sólo le puede corresponder ya una fenomenalidad derivada, una publicidad híbrida y una quebrantada vinculación con la percepción.

67-68

En primera instancia no puede negarse: también las vistas y figuras de lo extraño -que se vuelve visible al hacer incisiones en los cuerpos de los seres humanos y animales desde diferentes ángulos, así como en la descomposición química de la materia, hasta llegar a las epifanías nucleares sobre el desierto americano o a las huellas de átomos en cámaras de Wilson- penetran en la percepción humana como si esas nuevas visualidades sólo fueran continuación de lo diáfano de la primera naturaleza diurna con medios más actuales. Pero no son eso. Todas esas nuevas visibilidades, esas penetraciones en el trasfondo de los fenómenos, posibilitadas por procedimientos figurativos desarrollados: esos cortes implacablemente explícitos en cuerpos vivos y sin vida, esas vistas externas de órganos naturalmente ocultos, esas vistas artificiales contra-intuitivas del lado nocturno y mecánico de la naturaleza, esas tomas de cerca de la materia al descubierto, generada por un sólido saber operacional y un excentricismo experimentado, todo ello está separado por un foso ontológico de la disposición cognoscitiva natural, cautelosa, tolerante, de las miradas en derredor humanas dentro de circunstancias más o menos familiares, inmanentes al horizonte, para las que se ha introducido desde antiguo la expresión naturaleza. Sólo después del giro auto-operativo el nuevo saber llega a una posición en la que se convierte para él en fenómeno lo que en modo alguno estaba predispuesto para el aparato perceptivo humano, al menos no según su primer diseño. Lo que la investigación lleva a la superficie tuvo que ser extraído «a la luz del día» o «desocultado» (…)

69

(…) como consecuencia de esas invasiones, los cerebros humanos, el genoma humano y los sistemas de inmunidad humanos han sido colocados tan teatralmente en el escenario epistemológico que se mantiene continuamente en vilo tanto a la publicidad formativa como a la sensacionalista mediante su puesta en escena y la carta de naturaleza que se les concede, presentándolos como «investigación» y « desciframiento ».

En estos tres campos de objetos puede mostrarse qué absurda sería la idea de que disciplinas de esa orientación fueran expresión y emanación de la reflexión humana sobre la existencia, o incluso manifestaciones de eso que los filósofos idealistas han llamado autorreflexión.

70

Quien plantea la pregunta qué es la vida tiene que comenzar por admitir que la vida depara ella misma la respuesta. Cada vez puede hablarse menos de una apropiación del objeto por el sujeto investigador (…) Los nuevos bienes nunca pueden pasar a ser propiedad nuestra, porque nada nos resultará tan extraño siempre como la biomecánica «propia» hecha explícita.

71-72

Nunca hemos sido revolucionarios

Una vez transcurrido el siglo XX comienza a reconocerse que fue un fallo colocar el concepto de revolución en el centro de su interpretación, igual que fue un camino errado entender los modos extremos de pensar de aquel tiempo como reflejos de acontecimientos «revolucionarios» en la «base» social (…) Lo que pudo explorarse, explotarse, investigarse mediante perforaciones de profundidad, intervenciones e hipótesis invasivas, llegó a los depósitos de combustible, al texto impreso, a los balances de negocios. El medio plano se extendió, las funciones representativas se multiplicaron, cambió el reparto de papeles en los tribunales, las administraciones se ampliaron, los puntos de aplicación de acciones, producciones, publicaciones proliferaron, nuevos departamentos oficiales surgieron de la nada, el número de oportunidades de hacer carrera se multiplicó por mil (…)

72

El concepto fundamental auténtico y verdadero de la Modernidad no se llama revolución sino explicación. Explicación es para nuestro tiempo el verdadero nombre del devenir, al que pueden subordinarse o yuxtaponerse los modi convencionales del devenir mediante flujo, mediante imitación, mediante catástrofe y recombinación positiva. Deleuze articuló una idea semejante cuando intentó transferir el tipo de acontecimiento «revolución» al nivel molecular, con el fin de eludir las ambivalencias de la actuación en la «masa»; no cuenta la subversión voluminosa, sino el fluir, el discreto ir más allá en la próxima situación, la huida continuada del status quo. En el ámbito molecular lo que importa son sólo las pequeñas y mínimas maniobras; todo lo nuevo, que lleva más lejos, es operativo.  La visibilidad de la innovación real se debe precisamente al efecto producido por la explicación; lo que entonces se encomia como una «revolución» no es ya, por regla general, más que el ruido que surge cuando el acontecimiento ha pasado. La era presente no subvierte las cosas, las situaciones, los temas: los lamina.

73

¿Exageró Heráclito cuando dijo que la guerra es el padre de todas las cosas? En cualquier caso, un filósofo contemporáneo no habría exagerado afirmando que el terror es el padre de la ciencia de las culturas.

75

Introducción: Aerimotos

(…)

1 La guerra de gas o: El modelo atmoterrorista

Si se quisiera decir en una frase y con un mínimo de expresiones lo que el siglo XX, junto a sus logros inconmensurables en las artes, aportó como características inconfundiblemente propias a la historia de la civilización, bastaría con considerar tres criterios. Quien desee comprender la originalidad de esa época ha de tener en cuenta: la praxis del terrorismo, la concepción del diseño del producto y las ideas sobre el medio ambiente. Por lo primero, se establecieron las interacciones entre enemigos sobre fundamentos posmilitares; por lo segundo, el funcionalismo consiguió reincorporarse al mundo de la percepción; por lo tercero, los fenómenos de la vida y del conocimiento se vincularon entre sí a una profundidad no conocida hasta entonces.

75-76

Si se planteara, además, la tarea de determinar cuándo, desde este punto de vista, comenzó el siglo XX, la respuesta podría darse con gran exactitud puntual. Con un mismo dato puede ilustrarse cómo las tres características primarias de la época estaban unidas al comienzo en una común escena primordial. El siglo XX se abrió espectacularmente revelador el 22 de abril de 1915 con la primera gran utilización de gases de cloro como medio de combate por un «regimiento de gas»

78

Mientras que el desdichado siglo XX se dispone hoy a entrar en los libros de historia como la «época de los extremos»81 y le va consumiendo la inactualidad progresiva de sus líneas de lucha y conceptos movilizado res (…) se manifiesta con creciente nitidez uno de los modelos técnicos del siglo pasado. Se le podía llamar la introducción del medio ambiente en la lucha de los adversarios.

79

Se recordará el siglo XX como la época cuya idea decisiva consistió en apuntar no ya al cuerpo de un enemigo sino a su medio ambiente. Esta es la idea fundamental del terror en un sentido más explícito y más acomodado a los tiempos (…) Entre esos medios, hoy han pasado a ser el centro de atención, junto a las económicas, también las condiciones ecológicas y psicosociales de la existencia humana. En los nuevos procedimientos para gestionar desde el medio ambiente o entorno del enemigo la sustración de sus condiciones de vida aparecen los perfiles de un concepto específicamente moderno, post-hegeliano, del horror.

80

El horror de nuestra época es una forma fenoménica del saber de exterminio, teórico-medioambientalmente modernizado, gracias al cual el terrorista comprende mejor a sus víctimas de lo que ellas mismas se comprenden. Cuando el cuerpo del enemigo ya no se consigue liquidar por impactos directos, al atacante se le presenta la posibilidad de hacerle imposible la existencia sumergiéndolo durante el tiempo suficiente en un medio sin condiciones de vida.De esa conclusión surge la moderna «guerra química», como ataque a las funciones vitales del enemigo que dependen del medio ambiente, a saber, respiración, regulaciones nervioso-centrales y condiciones de temperatura y radiación aptas para la vida. De hecho, aquí se produce el paso de la guerra clásica al terrorismo (…)

82

(…) apareció el fenómeno de una segunda artillería, que ya no apuntaba directamente a los soldados enemigos y sus posiciones, sino más bien al entorno de aire de los cuerpos del enemigo. En consecuencia, el concepto de «blanco» se movilizó siguiendo una lógica borrosa: lo que estaba suficientemente cerca del objeto podía valer desde ahora como suficientemente exacto y, por ello, operativamente dominado.

83

Cuando se llega a saber por la literatura histórico-militar que, entre febrero y junio de 1916, sólo entre las tropas alemanas en Verdún fueron repartidas por el depósito correspondiente de la zona de retaguardia cerca de 5 millones y medio de máscaras de gas, así como 4.300 aparatos de protección de oxígeno (la mayoría de las veces tomados de la explotación minera) dotados con 2 millones de litros de oxígeno91, se hace evidente en cifras en qué medida ya en ese momento la guerra «ecologizada», transferida a un entorno atmosférico, se había convertido en una lucha alrededor de los potenciales respiratorios de las partes enemigas.

84-85

En su primera aparición la guerra de gas reunió en estrecho consorcio los criterios operativos del siglo XX: terrorismo, conciencia del design y planteamiento medioambiental. El concepto exacto de terror presupone, como se ha mostrado, un concepto explícito de medio ambiente, porque el terror representa el desplazamiento de la acción destructiva desde el «sistema» (aquí, desde el cuerpo enemigo físicamente concreto) a su «medio ambiente» (en este caso, al entorno atmosférico en el que se mueven los cuerpos enemigos, obligados a respirar).

85

Desde el comienzo el principio design se incluye en este envite explicativo, ya que la manipulación operativa de ambientes gaseados en terrenos abiertos obliga a una serie de innovaciones atmotécnicas. Por su causa, las nubes tóxicas de combate se convirtieron en una tarea de diseño productivo. Los combatientes movilizados como soldados normales en los frentes de gas, tanto en el oeste como en el este, se vieron enfrentados al problema de desarrollar rutinas para el diseño regional de atmósferas. La instalación o producción artificial de nubes de polvo de combate exigía una coordinación eficiente de los factores generadores de nubes bajo criterios de concentración, difusión, sedimentación, coherencia, masa, expansión y movimiento. Con ello se anunciaba una meteorología nueva, dedicada a «precipitaciones» de un tipo muy especial.

86

Lo decisivo fue que la técnica, por medio del terrorismo de gas, apareció en el horizonte de un diseño de lo inobjetivo, y por ello temas latentes como calidad física del aire, aditivos artificiales de la atmósfera y demás factores conformadores de clima en espacios de residencia humanos cayeron bajo presión explicativa (…)

El terrorismo diluye la diferencia entre violencia contra personas y violencia contra cosas desde el flanco del medio ambiente: es violencia contra aquellas «cosas»-humano-circundantes, sin las cuales las personas no pueden seguir siendo personas.

88

En cuanto desaparece la moderación de las desavenencias, conforme al derecho de los pueblos, toma el mando la relación técnica con el enemigo: en tanto que estimula la explicitud de procedimientos, la técnica pone en claro la esencia de la enemistad: que no es otra que la voluntad de extinción de lo que está enfrente. La enemistad hecha explícita técnicamente se llama exterminismo. Esto explica por qué el estilo maduro de guerra del siglo XX estaba orientado a la aniquilación.

88

Nuevas armas de terror son aquellas por las cuales se hacen más explícitas condiciones de vida; nuevas categorías de atentados ponen en evidencia -al modo de una sorpresa maligna- nuevas superficies de vulnerabilidad. Es terrorista quien consigue una ventaja explicativa respecto a las condiciones de vida implícitas del contrario y las utiliza para la acción. Esta es la razón por la cual, tras grandes y violentas cesuras históricas producidas por el terrorismo, se pueda tener la sensación de que lo sucedido remite al futuro. Tiene futuro lo que destapa lo implícito y transforma aparentes inocuidades en zonas de lucha.

90

Al atardecer de aquel día, entre las 18 y las 19 horas, la manecilla del reloj epocal saltó de la fase vitalista-tardorromántica de la Modernidad al objetivismo atmoterrorista.

91

Dado que el componente fundamental de la mezcla, el gas cianhídrico, que se evapora a unos 27 grados centígrados, a menudo no es inmediatamente perceptible para los seres humanos, a los creadores de ese material les pareció oportuno pertrechar su producto con un componente provocador, muy llamativo, que por su fuerte efecto aversivo advirtiera de la presencia de la substancia (desde el punto de vista filosófico se hablaría de una refenomenalización de lo no aparente).

98

(…) la cámara de gas de Nevada fue un lugar de culto del humanismo pragmático. Su instalación fue dictada por esa ley sentimental de la Modernidad, que prescribe mantener libre el espacio público de actos de manifiesta crueldad. Nadie ha expresado con tanta pregnancia como Elias Canetti esa compulsión de los modernos a ocultar los rasgos crueles del propio obrar: «La suma total de la sensibilidad en el mundo de la cultura se ha hecho muy grande. […] hoy sería más difícil condenar públicamente a la hoguera a un único ser humano que desencadenar una guerra mundial»

99

(…) instala, así, espacialmente una especie de diferencia ontológica: clima mortal en el interior de la celda claramente definida, meticulosamente hermetizada, clima convivial en la zona mundano-vital de los ejecutores y observadores; ser y poder-ser fuera, ente y no-poder-ser dentro.

100

Cuando Heidegger, en 1927, en Ser y tiempo, hablaba con prolijidad ontológica del rasgo existencial del ser-para-la-muerte, magistrados y médicos de ejecución norteamericanos ya habían puesto en funcionamiento un aparato que hacía del respirar-para-la-muerte un proceso ónticamente controlado. No se trata ya de «avanzar» hacia la muerte propia; ahora se trata de mantener fijo al candidato en la trampa-aire letal.

101

La investigación del holocausto ha reconocido, con razón, en la fusión de locura homicida y rutina la marca de fábrica de Auschwitz. El hecho de que el ciclón B, al parecer, fuera llevado la mayoría de las veces a los campos en vehículos de la Cruz Roja corresponde, asimismo, a la tendencia higienizante y medicalizadora de las disposiciones, así como a la necesidad de encubrimiento de los responsables de ejecutarlas.

102

2 Explicitud creciente

103

Desde ese «air conditioning negativo» pueden sacarse conclusiones sobre el proceso de la Modernidad como explicación de atmósferas. El atmoterrorismo proporciona el empuje modernizante decisivo a aquellos recintos humanos de residencia en condiciones de «mundo de la vida» que habían conseguido resistirse durante más tiempo a dar el paso hacia concepciones modernas, desde la relación natural con la atmósfera y desde la tranquilidad de quienes viven y viajan en un medio de aire incuestionablemente dado y despreocupadamente previsible. El ser-en-el-mundo humano medio -también éste un nombre explicativo moderno para la «situación» ontológica tras la pérdida de la vieja certeza universal europea- había sido hasta entonces un ser-en-el-aire, o más exactamente un ser-en-lo-respirable (…) Johann Gottfried Herder, que ya en 1784, en sus inagotables Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit [Ideas para la filosofía de la historia de la humanidad], postuló una nueva ciencia de la «aerología» (…) el iniciador de una teoría de las culturas humanas en tanto formas de organización de la existencia en invernaderos. 

108

Es sabido que el «terror de las bombas», generalizado desde 1940 a 1945 en el territorio del Reich alemán, no tenía sólo como objetivo estructuras militares, sino, más bien, la infraestructura mental de la nación; por eso, a causa de su efecto supuestamente desmoralizante -se hablaba de moral bombing-

112

En nuestro contexto es importante que la explicación físico- nuclear de la materia radiactiva y su demostración popular mediante hongos atómicos sobre áridos terrenos experimentales y ciudades habitadas, al mismo tiempo, pusiera de manifiesto un nuevo escalón de profundidad en la explicación de lo atmosférico humanamente relevante. Con ello dio lugar a una nueva orientación «revolucionaria» de la conciencia del «medio ambiente» en dirección al medio invisible de ondas y radiaciones. Frente a ello ya no puede conseguirse nada con el recurso al clásico claro [Lichtung] en el que «vivimos, tejemos y somos», se entienda teológica o fenomenológicamente. El comentario (post)-fenomenológico a los relámpagos atómicos sobre el desierto de Nevada y las dos ciudades japonesas reza: Making radioactivity explicit.

116

Cuando Martin Heidegger, en sus artículos a partir de 1945, la mayoría de las veces utilizaba la «falta de patria» como contraseña existencial del ser humano en la época-del-entramado-técnico [Ge-stell-Zeitalter/, esa expresión no sólo se refería a la ingenuidad perdida de la estancia en casas de campo y al paso a una existencia en máquinas urbanas habitables. 

116-118

Es lícito dudar de que el discurso evocativo de Heidegger sobre el «habitar» del ser humano en una «región» posibilitante de sí y remitida a sí pueda quedar como la última palabra en cuestiones de una existencia atrapada en la coacción explicativa y de su tarea de autodiseño. Cuando el filósofo alababa el prudente mantenerse en la «región» saltaba, adelantándose un tanto precipitadamente, al ideal de un espacio que rehace la totalidad, que implica lo antiguo y lo nuevo. «Región» [Gegend] significa para él el nombre de un lugar en el que todavía podía florecer una existencia auténtica. No se podría decir muy bien cómo se llega hasta él si no se estuviera ya en él. Tendría que ser un lugar más allá de toda explicación, como si ésta sólo valiera en otra parte; un lugar efectivamente azotado por el frío viento del exterior, por el riesgo de emplazamiento de la modernización. Pero que, a pesar de todo, siguiera siendo la patria. Sus habitantes sabrían que el desierto crece, pero podrían sentirse comprometidos. Precisamente allí donde están, con una «extensión de terreno y un receso temporal» maravillosamente inmunizadores. Aquí se puede hablar de alto bucolismo. A la palabra «región» no se le puede negar, con todo, a pesar de toda su provisionalidad y de sus connotaciones provinciales, una fuerza remisora a la dimensión terapéutica en el arte de la conformación de espacio. ¿Qué es terapéutica sino el saber procedimental y el arte del saber sobre la nueva organización de una escala de medida conforme a los derechos humanos tras la irrupción de lo desmesurado; sino una arquitectura para espacios de vida después de que se haya mostrado lo invivible? Lo que nos hace divergir de Heidegger es la convicción históricamente crecida y teóricamente estabilizada de que en la era de la explicación del trasfondo tampoco las relaciones «regionales» y patrias, allí donde florecen todavía localmente, pueden ser tomadas simplemente como dones del ser, sino que dependen de un gran despliegue de diseño formal, de producción técnica, de asesoramiento jurídico y estructuración política.

120

Con la explicitación de estos nuevos parámetros para intervenciones operativas de militares en el battlespace environment ya se tiene en cuenta hoy la posible condición futura del diseño del campo de batalla (battlefield shaping) y de su percepción (battlefield awareness). 

123

El efecto de surrealidad de lo real antes de la publicación pertenece a los efectos colaterales de la explicación puntera, que desde su comienzo divide las sociedades en un pequeño grupo de personas, que participan en la irrupción de lo explícito como pensadores, operadores y víctimas, y en otro, mucho más grande, que, desde el punto de vista de lo lícito existencialmente, persiste ante euentum en lo implícito y, en todo caso, reacciona posterior y puntualmente a las explicaciones. La histeria pública es la respuesta democrática a lo explícito, tras devenir innegable.

3 Air/Condition

123-124

Entre las campañas ofensivas de la Modernidad, la del surrealismo ha aguzado especialmente la idea de que el interés fundamental de la actualidad tiene que dirigirse a la explicación de la cultura. Entendemos por cultura (…)  el conjunto de reglas y cometidos de acción que se transmiten y van variando en los procesos generacionales. El surrealismo obedece al imperativo de ocupar las dimensiones simbólicas en la campaña de modernización. Su objetivo declarado o no declarado es hacer explícitos procesos creativos y aclarar técnicamente los dominios de sus fuentes. Para ello acudió sin más al fetiche de la época, al concepto omnilegitimante de «revolución». Pero, como ya sucedía en el espacio político (donde, de fado, no se trató nunca de un «giro» real, en el sentido de una inversión de arriba y abajo, sino de la proliferación de posiciones punteras y de su nueva ocupación por representantes de estratos sociales medios agresivos, cosa que en realidad no pudo conseguirse sin que los mecanismos de poder se transparentaran parcialmente, o sea, sin democratización, y pocas veces sin una fase inicial de abierta violencia desde abajo), también en el campo cultural resulta evidente la calificación errónea de los acontecimientos; pues aquí nunca se trató tampoco de «revolución», más bien, y exclusivamente, de un nuevo reparto de la hegemonía simbólica; y eso necesitaba una cierta puesta en evidencia de los procedimientos artísticos; por ello tuvo que haber una fase de barbarismos y tempestades de imágenes. Por lo que respecta a la cultura, «revolución» es una expresión encubierta de violencia «legítima» contra la latencia. Pone en escena la ruptura de los nuevos operadores, seguros de sus procedimientos, con los holismos y comodidades de las situaciones artísticas burguesas.

125

(…) el surrealismo es un diletantismo cuando no utiliza objetos técnicos de acuerdo con sus propias características, sino simbólicamente; y que, a la vez, es una parte del movimiento más explicitista de la Modernidad, en tanto que se presenta inequívocamente como procedimiento rompedor de la latencia y disolutor del trasfondo. El intento de destruir el consenso entre el lado productivo y receptivo en asuntos de arte, con el fin de liberar la radicalidad del valor propio de las exhibiciones-acontecimientos, constituye un importante aspecto de la disolución del trasfondo en el campo cultural. Explícita tanto el carácter absoluto de la producción como la arbitrariedad de la recepción.

126

Quien escandaliza a los ciudadanos hace profesión de iconoclastia progresiva. Instaura el terror contra símbolos con el fin de hacer que exploten posiciones latentes mistificadas y que aparezcan ayudadas de técnicas más explícitas. La premisa legítima de la agresión simbólica radica en el supuesto de que las culturas tienen demasiados cadáveres en el armario y que ya es hora de hacer saltar las conexiones, protegidas latentemente, entre armadura y edificación.

128

La función de Dalí en ese juego se distinguía por una ambigüedad que manifiesta algo esencial sobre su fluctuación entre romanticismo y objetividad: por una parte, se presentaba como frío tecnólogo de lo otro, dado que en el texto de su alocución, no transmitido pero fácilmente imaginable por el título: Auténticas fantasías paranoicas, tenía previsto tratar de un método preciso de acceso al «subconsciente»: aquel método crítico-paranoico, con el que Dalí formuló instrucciones para la «conquista de lo irracional»132. Se confesaba partidario de una especie de fotorrealismo en relación con imágenes irracionales, que había de objetivar con exactitud proverbial lo que se presentara en sueños, delirios y visiones internas. 

130

Dado que en esta guerra de mentalidades la normalidad se considera un crimen, el arte, como medio de lucha contra el crimen, puede apoyarse en órdenes de entrada en acción inusuales. Cuando Isaac Babel declaraba: «la banalidad es la contrarrevolución», expresaba con ello, mediatamente, el principio de la revolución modernista: la utilización del horror como violencia contra la normalidad hace estallar tanto la latencia estética como la social, y que afloren a la superficie leyes según las cuales se han de construir las sociedades y las obras de arte. El horror ayuda a la consumación del giro antinaturalista, que hace valer por todas partes el primado de lo artificial. La «revolución» permanente quiere el horror permanente, puesto que postula una sociedad que se manifiesta siempre de nuevo como aterrorizable, revisable. 

131

El nuevo arte está imbuido de la excitación por lo más nuevo, dado que se presenta mimético al terror y análogo a la guerra, a menudo sin poder decir, incluso, si declara la guerra a la guerra de las sociedades o si hace la guerra en causa propia. El artista se encuentra siempre ante la decisión de presentarse ante la opinión pública bien como salvador de las diferencias o como señor de la guerra de las innovaciones. También tiene que aclararse sobre si está de acuerdo con la ley de la imitación de lo superior, sobre la que se basa toda la cultura hasta ahora, o se asocia al hábito neo-bárbaro de la Modernidad de convertir en regla la imitación de lo inferior. A la vista de estas ambivalencias, la llamada posmodemidad no estaba tan equivocada al articularse como reacción contra-explícita, contra-extremista y parcialmente anti-bárbara al terrorismo estético y analítico de la Modernidad.

134

Finalizado el siglo XX, la teoría del homo sapiens como pupilo del aire adquiere perfiles pragmáticos. Se comienza a comprender que el ser humano no sólo es lo que es, sino lo que respira y aquello en que se sumerge. Las culturas son estados colectivos de inmersión en aire sonoro y sistemas de signos.

134-135

El universo de los climas influidos, de las atmósferas configuradas, de los aires modificados y de los entornos acotados, medidos, legalizados, tras los empujes explicativos de gran alcance llevados a cabo en el espacio científico-natural, técnico, militar, jurídico-legislativo, arquitectónico y plástico, ha tomado una ventaja, difícilmente salvable, a la formación teórico-cultural de conceptos. Por eso parece lo más razonable que en una primera fase de autocercioramiento se oriente a las formas más ampliamente desarrolladas de descripción científica de atmósferas, a la meteorología y climatología, para dedicarse, en un segundo paso, a fenómenos de aire y clima más cercanos a las personas y más relevantes culturalmente.

135-136

Por su forma periodística más exitosa, el llamado informe meteorológico (Wetterbericht, informations météorologiques, weather news), la meteorología moderna (derivada en el siglo XVII de la palabra griega metéoros: «suspendido en el aire») -la ciencia de las «precipitaciones» y de todos los demás cuerpos relucientes en el cielo o suspendidos en la altura- ha impuesto a las poblaciones de modernos Estados nacionales y de comunidades políticas mediáticas una forma de conversación históricamente nueva, que como mejor puede caracterizarse es como «debate climatológico sobre la situación».

136

La moderna información meteorológica moldea poblaciones nacionales como espectadores de un teatro climático, estimulando a los receptores a comparar la percepción personal con el informe de la situación y a hacerse una opinión propia sobre los acontecimientos en curso.  En tanto que describen el tiempo como una representación escénica de la naturaleza ante la sociedad, los meteorólogos reúnen a los seres humanos convirtiéndolos en un público de expertos bajo un cielo común; hacen de cada individuo un crítico climatológico, que valora la representación actual de la naturaleza según su propio gusto (…)

Mientras la meteorología salga a escena como ciencia natural, y nada más, puede permitirse obviar la pregunta por un creador del tiempo. Concebido en un contexto natural, el clima es algo que se hace exclusivamente a sí mismo y que procesa incesantemente de un estado al siguiente. Basta, pues, describir los «factores» climáticos más importantes en su acción dinámica: atmósfera (cubierta gaseosa), hidrosfera (mundo acuático), biosfera (mundo de animales y plantas), criosfera (región de hielo), pe- dosfera (tierra firme) desarrollan bajo el influjo de la radiación solar modelos de intercambio de energía extremamente complejos, que se pueden representar en disposición puramente científico-natural. (…)

137

Un análisis adecuado de estos procesos se muestra tan complejo que fuerza un nuevo tipo de física que sea capaz de habérselas con turbulencias y corrientes impredecibles. 

(…)  No obstante, la meteorología moderna viene unida a una progresiva subjetivización del tiempo; además, en múltiples sentidos: por una parte, porque relaciona cada vez más los «datos» climáticos con las opiniones, cálculos y reacciones de las poblaciones, para las que el entorno atmosférico se vuelve cada vez menos indiferente en vistas a sus propios proyectos; por otra, porque el clima objetivo, tanto regional como global, ha de ser descrito de modo creciente como efecto de las formas de vida socio-industriales. Ambos aspectos de este ajuste del tiempo al ser humano moderno, como cliente y co-causante meteorológico, se implican objetivamente uno en otro.

138

(…) el apremio a tener una opinión sobre el clima no es tanto un indicio de la toma arbitraria del poder por parte del ser humano sobre todo lo que es el caso en el entorno. Prepara el cambio de actitud fundamental, por el que los seres humanos, los supuestos «dueños y señores» de la naturaleza, se transforman en diseñadores de atmósferas y guardianes del clima (que no habría que confundir, por cierto, con pastores del ser heideggerianos).

140

(…) se desarrollaron atmotécnicas concretas, sin las que no serian imaginables formas modernas de existencia tanto en contextos urbanos como rurales: la popularización de los antes lujosos y señoriales parasoles y paraguas; la instalación de calefacción y ventilación en casas privadas y grandes edificios; la regulación artificial de temperatura y humedad del aire en salas de estar y almacenes; la colocación de neveras en viviendas y la implantación de cámaras frigoríficas fijas o móviles para el transporte y la conservación de alimentos; la política de higiene del aire para entornos laborales en fábricas, minas y edificios de oficinas y, finalmente, la modificación aromático-técnica de la atmósfera, con la que se cumple el tránsito al air design agresivo.

 

140-141

Air design es la respuesta técnica a la idea fenomenológica, transmitida con retraso, de que el ser-en-el-mundo humano se presenta siempre y sin excepción como modificación del ser-en-el-aire. Ya que siempre hay algo en el aire, en el transcurso de la explicación atmosférica se va imponiendo la idea de introducirlo uno mismo, por si acaso. En cuanto la dependencia del aire de los seres humanos se articula con carácter general, se impone también una emancipación correspondiente, que exige y consigue la transformación activa del elemento.

141

(…) un pensamiento que permanece demasiado tiempo fe- nomenológicamente anclado, en los límites del mundo fenoménico se convierte en acuarelismo interior y termina en meditación atécnica.

141-142

(…) El air design se presenta «frente» al aire en una postura de fuerza práctica. Recoge el relevo de la actitud defensiva, higiénicamente motivada, de la preocupación por el «mantenimiento de la pureza del aire», y somete el aire tematizado a un programa positivo, que lo que propone, en cierto modo, es la continuación del uso privado del perfume por medios públicos. El air design apunta inmediatamente a la modificación dél estado de ánimo en los usuarios del espacio aéreo; con ello sirve al fin declarado de retener en un lugar a los transeúntes del aire, niéndoles -inducidos por el olor- ciertas situaciones agradablemente, con el fin de provocar en ellos una mayor asimilación al producto y disposición de compra (…)

142

El subtrend hacia la «sociedad-odor-hedonista» se encuadra en la tendencia primaria de la sociedad de consumo al desarrollo de mercados de vivencias y «escenas», en los que se ponen a disposición atmósferas, como situaciones generales compuestas de estímulos, signos y oportunidades de contacto.

142-143

No olvidemos que la hoy llamada sociedad de consumo y acontecimiento se inventó en el invernadero, en aquellos pasees con techo de cristal de comienzos del siglo XIX, en los que una primera generación de clientes vivenciales aprendió a respirar el aroma embriagador de un mundo interior cerrado de mercancías. Los pasajes representan un primer peldaño de la explicación atmosférico-urbanística: un divertículo objetivo de la disposición «maníacoaditiva hogareña», de la que, en opinión de Walter Benjamín, estaba poseído el siglo XIX. Manía hogareña, dice Benjamín, es el impulso irrefrenable a «crearnos una morada» en entornos discrecionales (…)

143

El siglo XX, ciertamente, ha mostrad* > en sus grandes edificaciones lo lejos que se impulsó la construcción de «moradas , más allá de las necesidades de búsqueda de un interior habitable. A los grandes containers y colectores (…) se les fue exonerando progresivamente de la tarea de fingir calidad de hogar; el encuentro episódico entre gran almacén e invernadero, en el que Benjamín, en hipérbole genial, quiso ver el signo característico de la Mo- dernidad. Hubo de volver a deshacerse por las diferenciaciones progresivas de las formas arquitectónicas. Falta todavía un estudio que ofrezca con respecto al siglo XX lo que Passagrn-Wrrk se propuso con respecto al XIX. Después de todo lo que sabemos hoy sobre la época, esa obra debería llevar como título: Air-Condition-Werk.

 

147

El fraccionamiento del mundo social en zonas de diferente índole, inaccesibles unas para otras, es el análogo moral de la «disgregación de la atmósfera» en microclimas (que, a su vez, siguiendo al autor, corresponde a una disgregación del «mundo de valores»). Dado que Broch, tras su avance por el plano climático-individual y ecológico-personal, había captado cuasi-sisté- micamente la profundidad del aislamiento de los individuos modernos, la pregunta por las condiciones de su unión en un éter común, superando la disgregación de la atmósfera, hubo de planteársele con una claridad y apremio para los que (excepto, quizá, el planteamiento análogo de Cañe tti mismo en Masa y poder) no existe nada parangonable, ni en su propio tiempo ni en un momento posterior de la historia de investigaciones sociológicas sobre el elemento de la cohesión social.

150-152

Marcel Duchamp pasó los días de Navidad de 1919 con su familia en Rouen. La tarde del 27 de diciembre quería ir a Le Havre a bordo del 55 Touraine para viajar a Nueva York. Poco antes de la salida fue a una farmacia de la rué Blomet, donde convenció al farmacéutico para que tomara de los estantes una ampolla de tamaño medio, abriera su sello, derramara el líquido contenido en ella y volviera después a cerrar el recipiente abombado. Una vez en Nueva York, Duchamp entregó la ampolla vacía, que había llevado en su equipaje, al matrimonio de coleccionistas Walter y Louise Arensberg como regalo de visita, con la argumentación de que, como los acomodados amigos ya poseían de todo, a él se le ocurrió traerles 50 centímetros cúbicos de air de París. Así es como sucedió que un volumen de aire costero francés entrara en la lista de los primeros ready-ma- des. Parece que a Duchamp no le preocupaba que su objeto de aire preparado representara una falsificación desde el principio, puesto que no había sido llenado con aire de París, sino con el de una farmacia de Le Havre. El acto de nominación primó sobre su procedencia real. No obstante, el «original» lo guardaba en el corazón; cuando el hijo de un vecino rompió inadvertidamente en 1949 la ampolla del aire parisino de la colección Arensberg, Duchamp hizo que un amigo solícito le procurara de nuevo en Le Havre la misma ampolla en la misma farmacia167. Diez años más tarde, en el hall de un hotel de Nueva York, Duchamp declaraba a un entrevistador: «El arte fue un sueño que se ha vuelto inútil». «Paso mi tiempo con toda ligereza, pero no sabría decirle lo que hago… Soy un respirador.»

152

4 El alma del mundo en agonía o:La emergencia de los sistemas de inmunidad

En la campaña de la Modernidad contra lo sobreentendido, que antes se llamaba naturaleza, el aire, la atmósfera, la cultura, el arte y la vida han caído bajo una presión explicativa, que cambia completamente el modo de ser de esos «datos». Lo que era trasfondo o latencia satisfecha, se ha transferido ahora, con énfasis temático, al lado de lo representado, de lo objetivo, elaborado y producible. En forma de terror, iconoclastia y ciencia han tomado posición tres fuerzas rompedoras de latencia, bajo cuyos efectos se desmoronan los datos e interpretaciones de los antiguos «mundos de la vida». El terror explicita el entorno bajo el aspecto de su vulnerabilidad; la iconoclastia explicita la cultura desde la experiencia de su pa- rodiabilidad; la ciencia explicita la naturaleza primera bajo los puntos de vista de su sustituibilidad por implementos protésicos y de su integrabili- dad en procedimientos técnicos; las teorías de sistemas explicitan las sociedades como configuraciones que son videntes para su vista y ciegas para su ceguera.

153

Las totalidades circunstanciadas, que no podemos abandonar, a las que ya no podemos confiarnos tampoco sin más, se llaman desde comienzos del siglo XX entornos o medio ambientes [Umwelten]: una acuñación introducida en el discurso de la biología teórica en 1909 por Jakob von Uexküll y que hasta ahora ha seguido un curso equívoco que favorece ocasionalmente conceptos pseudoevidentes.

153

Con la constatación de que vida es ya siempre vida en un entorno -y, con ello, también contra un entorno y en oposición a muchos entornos extraños- comienza la crisis persistente del holismo (…) De la inmemorial sensación de patria de los mortales en el aire libre ha surgido algo inquietante, inhabitable, irrespirable. Por la emergencia de la cuestión del medio ambiente el aposentamiento humano en el medio primario se ha vuelto progresivamente problemático. Después de que Pasteur y Koch descubrieran e impusieran científico-publicistamente la existencia de microbios, la existencia humana tiene que acostumbrarse a habérselas con medidas explícitas para la simbiosis con lo invisible; y, más aún, con la prevención y defensa frente a rivales microbianos, detectables ahora con precisión.

153-154

Gracias a la crítica de la ligión, de la ideología y del lenguaje, amplias partes de los entornos semánticos se acreditan como zonas intelectualmente irrespirables; ya sólo sería responsable desde entonces la estancia en espacios que fueran insuflados, renovados y habilitados para vivienda móvil-crítica por el análisis (…)

154

Ya no puede pensarse más tiempo la integridad como algo que se consigue por entrega a un envolvente benéfico, sino sólo ya como logro propio de un organismo que se preocupa activamente de su delimitación con respecto al entorno. Con ello se abre paso la idea de que la vida no está determinada tanto por la apertura y participación en el todo como por la clausura en sí misma y la negación selectiva a participar.

El tema del siglo emerge de la catástrofe de la cultura tradicional y de su moral holística: making the immun systems explicit. 

154-155

El ocaso de la inmunidad determina las condiciones intelectuales de luz durante el siglo XX. Un aprendizaje de la desconfianza, sin par en la historia del espíritu, cambia el sentido de todo lo que hasta ahora se denominaba racionalidad. Para la inteligencia que se mueve al frente del desarrollo comienzan los años de aprendizaje de la no-entrega.

155

La primera consecuencia, experimentada de muchos modos pero apenas conceptualizada aún, del primado de la delimitación frente a la participación es la presión creciente del riesgo, que desde comienzos del siglo XX pesa sobre los habitantes y diseñadores de escenarios del mundo actuales.

(…)

Esto inaugura la era de las imágenes electivas del mundo y de las autoimágenes electivas. Se implanta el largo ciclo coyuntural de las llamadas «identidades». Identidad es una prótesis de obviedad en terreno inseguro. Se confecciona según patrones tanto individualistas como colectivistas.

(…)

El excesivo interés de los seres humanos modernos por la «salud» sólo se comprende en este contexto: es un fenómeno de tapadera para la demanda de seguridades de trasfondo, que siguen siendo válidas tras la disolución de las latencias naturales y culturales.

158-159

(En la sociedad de multi-alarmas suenan las 24 horas del día varias docenas de campanas al mismo tiempo, aunque la mayoría de las veces conseguimos filtrar una alarma fundamental procesable.) Del juego no-interrumpible del tematizar y destematizar riesgos surge un sustituto funcional, acreditado en la práctica, de la ingenuidad: mientras que el ingenuo primario, a causa de la constitución preexplícita de su conciencia, no podía tener representación adecuada alguna del espacio de riesgos en el que se mueve, navega el moderno en el mismo espacio con una especie de segunda ingenuidad, porque tampoco y precisamente en una zona preparada analíticamente al riesgo es posible considerar a la vez todo lo que habría de ser considerado. Llamamos a la actitud secundaria-ingenua «re-implicación»; se trata de la función-standby de temas ya explícitos, pero temporalmente desactualizados. La re-implicación proporciona la prótesis de la confianza; su utilización presupone que de hecho sucede todo lo que puede suceder, aunque sólo esporádicamente y, por regla general, de tal modo que los perjudicados son otros. El lugar típico de la re-implicación es, por lo que respecta a documentos, el archivo, y por lo que se refiere a la experiencia personal, la memoria a largo plazo en estado de no fatiga; el saber potencial de alarma, almacenado ahí, permite al usuario la despreocupación secundaria. Archivos y memorias a largo plazo, suficientemente ordenados, proporcionan un apoyo formal a la segunda latencia.

159-160

(…) puede considerarse a Nietszche (…) el auténtico descubridor del inconsciente operativo. En su obra capital crítico-moral Más allá del bien y del mal. Preludio a una filosofía del futuro, que apareció en agosto de 1886, escribe:

“La fuerza del espíritu para apropiarse de lo extraño se manifiesta en una fuerte inclinación a asimilar lo nuevo a lo viejo, a simplificar lo diverso, a pasar por alto y rechazar lo totalmente contradictorio. […] A esa misma voluntad sirve una […] decisión repentina por la ignorancia, por el cerrojazo arbitrario, un cerrar sus ventanas, un decir-no interior a esta cosa o a aquélla, un no-dejar-que-se-aproxi- men, una especie de estado defensivo frente a muchas cosas aprendibles, una satisfacción con lo oscuro, con los horizontes que se cierran, un decir-sí y dar por buena a la ignorancia…”

160

Si es lícito imaginar consideraciones de este tipo bajo el título de una filosofía del futuro es porque con ellas se consumó la apertura al paradigma inmunológico de la crítica de la razón: a partir de ese umbral opera el pensamiento más allá del «conócete a ti mismo». Según ello parece que hay algo así como supresores de ideas o anticuerpos semánticos, dispuestos a la eliminación de representaciones incompatibles, surgidas del ámbito de la conciencia. Donde había amor a la sabiduría, ha de haber ahora comprensión de las propiedades repelentes y no-integrables de numerosas representaciones verdaderas. La teoría del conocimiento se convierte en una filial científico-cognitiva de la alergología

163

Consideración intermedia: Compulsión luminosa e irrupción en el mundo articulado

163-164

Según los supuestos de base aquí mostrados, las explicaciones conciernen siempre a las palabras y a las cosas a la vez; en este sentido, son analíticas de la realidad y sintéticas de realidad al mismo tiempo. Estimulan el despliegue de los hechos como conexión activa de pasos operativos y giros discursivos. No sólo hacen explícitos supuestos de trasfondo no expresados («inconscientes», desconocidos, incomprendidos), sino que elevan a la existencia manifiesta «realidades» hasta entonces plegadas en la latencia. Si fuera de otro modo, todos los análisis se quedarían sólo en acontecimientos retóricos.

164

Dado que la explicación tiene lugar como análisis de realidad y síntesis de realidad, a la vez, tanto en los talleres como en los textos, dado que avanza tanto en procedimientos técnicos como en los comentarios y descripciones correspondientes, desarrolla, apliqúese donde se aplique, una violencia que incide tanto en lo real como en lo mental. Altera los entornos cognitivos y materiales repoblando ambos con resultados explicativos. Este efecto puede rastrearse, al menos, hasta el siglo XVI y XVII, cuando la invasión de los mundos de vida por la mecánica y sus criaturas comenzó a desplegarse en un frente amplio. Su época umbral pudo haber sido la de la introducción de las máquinas motrices; desde entonces, las culturas de Occidente son, ante todo, países de inmigración de máquinas. Lo que significa el capitalismo es la política de fronteras abiertas para la entrada de emigrantes mecánicos, histórico-naturales y epistémicos, que pasan de la no-invención a la invención, del no descubrimiento al descubrimiento (…) El proceso de civilización consuma la naturalización de lo nuevo no-humano. Sin ese permanente hacer-sitio a inmigraciones desde lo nuevo es impensable el mundo moderno.

 

 

165

La Modernidad es un experimento al aire libre, presuntamente asesorado por el pragmatismo pero ampliamente incontrolado de fado, con la introducción simultánea y sucesiva de un número indefinido de innovaciones en la civilización1811. La constitución multi-innovativa de la «sociedad» contemporánea descansa en el supuesto de que las luchas a muerte de lo nuevo con lo viejo (Tarde las ha tematizado bajo el título de «desafíos lógicos») conducen, por regla general, al progreso social, y que las novedades pueden coexistir pacíficamente, sea al modo de una indiferencia recíproca, sea en el sentido de una combinabilidad y acumulación positivas (según Tarde, «acoplamientos lógicos», accouplements logiques). 

166

(…) la expresión corriente de que este o aquel invento, descubrimiento o desarrollo de un producto haya sido de naturaleza «revolucionaria» no es más, por regla general, que un formulario para noticias falsas del frente de la explicación. Tales noticias falsas sobre las así llamadas revoluciones son susceptibles de explicación y la necesitan: en su fase diletante se llaman utopías, tras su profesionalización, publicidad o public relations. (Considerada desde este punto de vista, la Unión Soviética fue, ante todo, una agencia de publicidad que llevó al mundo la noticia de la revolución, que pretendía ser ella misma.

Efectivamente, nuevas introducciones motivadas por la explicación producen a menudo la impresión de que se hubieran trasladado nuevos convecinos agresivos a la casa del ser, para los que no había a disposición ningún espacio apropiado, ante lo cual se instalaron, por decirlo así, con violencia. No es de extrañar que esto se describiera a veces como turbulencia «revolucionaria». 

168

(…) ¿de qué modo estaban disimulados el clima, el aire y la atmósfera para los individuos y los grupos, antes de que por sus explicaciones atmoterroristas, por una parte, y por sus desarrollos meteorológicos y técnico-climáticos, por otra, se convirtieran en objetos de preocupación moderna por el medio ambiente?

168-169

A primera vista, estas preguntas parecen extravagantes y de un tono ingenuo innegable. No obstante, son legítimas y teórico-científicamente productivas mientras inciten a dar cuenta de la estancia de seres humanos en una res publica, cohabitada por productos de explicación, de una manera más explícita por su parte. Con este compromiso no se decide nada de antemano sobre si se encontrará una respuesta adecuada a ellas; cierto es sólo que las dos respuestas acostumbradas a la pregunta por los modos de ser de lo descubierto antes del descubrimiento no sólo son insatisfactorias, si no decididamente falsas: la primera respuesta proviene del idealismo (transcendental y constructivista), que afirma que las cosas descubiertas no poseían ningún tipo de preexistencia antes de su percepción por una conciencia y de su expresión en un discurso. El error de esta tesis se basa en sugerir que sería lícito entender el supuesto clásico de la identidad de ser y percepción como dependencia absoluta de los objetos de un sujeto pensante. De ahí no queda lejos el absurdo hipnótico del idealismo subjetivo, según el cual, a objetos de los que se aparta ocasionalmente un observador humano les falta también su ser como tal. El error complementario se encuentra en la segunda respuesta, que plantea una preexistencia, objetiva e independiente del conocimiento, de lo descubierto antes del descubrimiento, representándose el ser de la cosa como algo de lo que puede abstraerse fácilmente, sin que su consistencia pierda lo más mínimo, el hecho de ser percibida por una inteligencia. En esta concepción, cercana al ejercicio cotidiano de la ciencia, el objetivismo de una ontología insuficiente celebra éxitos engañosos: según ella, lo existente es siempre terminantemente así y sólo así como subsiste «en sí mismo» antes de toda percepción, mientras que al pensar le toca el papel de un añadido contingente, que podría no intervenir de igual modo -como, evidentemente, es el caso antes del descubrimiento de una cosa- y que se vuelve sospechoso, además, por la susceptibilidad de error y la versatilidad de las interpretaciones. Aquí es el descubrimiento el que supuestamente puede faltarle a lo descubierto, sin que esto se vea perjudicado en su propia plenitud. La simetría de ambos sofismas está clara: mientras que el error del primer tipo consiste en exagerar conciencial-absolutistamente el descubrimiento de lo descubierto, lo equivocado del segundo tipo se muestra en el hecho de que minusvalora objetivistamente el descubrimiento, como si a una entidad o «substancia» existente por sí misma no le afectara cuándo, dónde y cómo se incorpora a un saber y bajo qué formas simbólicas y vecindades lógicas circula en una sociedad de asimiladores de Conocimiento. La única salida del dilema de tener que elegir entre errores alternativos está en la demostración de que hay abierto un tercer camino. Demostraciones de ese tipo se encuentran en diferentes trabajos, de los que queremos citar dos, que parecen muy encontrados en la superficie, pero que por su estructura profunda muestran semejanza: por una parte, las contribuciones de Bruno Latour a la investigación científica, de las que procede el impulso a un movimiento epistemológico en pro de los derechos de los ciudadanos, cuyo objetivo es naturalizar los objetos técnicos y los simbio- nes animales en un espacio constitucional ampliado, con el fin de crear una república que, junto con los actores humanos, reconozca, por fin, también los artefactos y los seres vivos como conciudadanos que cumplen ontológicamente con todos los requisitos; por otra parte, las meditaciones de Martin Heidegger sobre una nueva determinación de la «esencia de la verdad», consideraciones que toman como punto de partida la palabra griega alethéia, no encubrimiento, no ocultación, interpretando que alude a la incorporación de lo oculto al lado diurno de lo existente. La originalidad de Latour en la apertura de su tercer camino entre idealismo y realismo se muestra en su atención a los rituales de tránsito, por los que nuevos hechos, descubrimientos, inventos, teoremas y artefactos científicos se introducen en el entorno que les sirve de «cultura hospedante». (…)

170

En realidad, la función del descubridor es mucho más activa y compleja, puesto que, mediante sus conjeturas, sus observaciones, sus manipulaciones, sus descripciones, sus ensayos y sus conclusiones, conforma primero la «cosa» que va a descubrir, de modo que su descubribilidad pueda resultar virulenta como entidad autónoma o efecto delimitable. Según Latour (que se remite a Proceso y realidad de Whitehead), el descubridor, reconocido más tarde como tal, es un manipulador y co-productor de «enunciados» o mejor de «propuestas» (propositions), de las que puede emerger el futuro descubrimiento, no alguien que meramente constata o encuentra hechos descontextualizados. Descubrir no significa retirar de un golpe el velo que cubre a un objeto acabado preexistente, sino desplegar el estado propositivo o problemático en el que se encontraba implicite la «cosa» antes de su nueva formulación, mediante una articulación más amplia, y, de ese modo, tejer una red nueva y más compacta entre la entidad articulada, otras entidades, la ciencia y la sociedad.

 171

Un mundo en el que son posibles articulaciones o explicaciones no es ni la totalidad de cosas mudas ni el conjunto de los hechos comprobados o no comprobados, constituye, más bien, el horizonte agitado de todas las «propuestas», en las que se ofrece a la advertencia humana algo existente, posible y real, de modo preposicional o provocativo. En cierto modo, la materia del ser se presenta desde él mismo en forma de propuesta, se podría decir, incluso, en forma de reproche, si se entiende la expresión reproche [Vorwurf] desde el verbo griego probállein (arrojar, reprochar), de la que se deriva el nombre de problema. En problemas, las cosas hablan a la inteligencia; en propuestas, se abren a la participación humana. Por presión de relevancia proporcionan alas a la creatividad. Como no-hablantes, las cosas, estados de cosas, naturalezas sólo pueden aparecer si, y en tanto que, antes han sido reducidas al mutismo por un intelecto que se reserva el lenguaje para él. El modo originario de la dación de cosas es su interés para otro: el uno importa al otro; lo existente está sumergido siempre en un baño de relevancia en el que se mueve junto con inteligencias.El modo de consideración ontológico-problemático -ser significa pro- poner-se- ofrece, en principio, la ventaja de no dejar ya en absoluto que se abra el supuesto abismo entre las palabras y las cosas, en el que desapareció tanta inteligencia metafísicamente comprometida en intentos super- fluos de franquearlo. Si el mundo es todo lo que es el caso, y el caso es todo lo que se propone o todo lo que reprocha a una simpatía cognoscente, entonces hay que entender el descubrir como despliegue de una propuesta, en el que se alcanza un mayor grado percibible de articulación. Lo mismo expresa la metáfora del pliegue: donde hay un pliegue o algo enrollado puede aplicarse un despliegue o un desenrollamiento (explicare). Pliegues son propuestas o proposiciones a las que se aplica una explicitación. El pliegue percibido alude a un interior plegado que aún no ha sido desplegado. Latour, optimista respecto de la ciencia y democrático radical, explica sin vacilación: «Cuanto más articulación, mejor». Las articulaciones desarrollan las vecindades entre propuestas.

192

5. Programa

193

El discurso sobre la espuma depara una metáfora que se utiliza como expresión explicativa de multiplicidades, devenidas teóricamente interesantes, de improvisaciones inmunológicas espacio-vitales, entrelazadas unas con otras, superpuestas tumultuosamente. Sirve para formular una interpretación filosófica-antropológica del individualismo moderno, del que estamos convencidos de que no puede ser descrito suficientemente con los medios que hay hasta ahora. A la teoría de la espuma se vincula la posibilidad de una nueva forma de explicación de aquello que la tradición sociológica llama el nexo social o la “síntesis social”; la posibilidad de una explicación que vaya más allá de las respuestas clásicas a la pregunta cristianizante de cómo es posible la “sociedad” como conexión de seres sociales (…)

194

Las multiplicidades espaciales proyectadas según las reglas mediáticas y psicológicas de juego del individualismo, estrechamente avecindadas, semitransparentes unas para otras, se llaman espumas también porque hay que resaltar su improbabilidad sin que sea lícito considerar su fragilidad como rendimiento vital deficiente de los habitantes de la espuma.

195-197

La metáfora de la espuma ofrece la ventaja de captar en una imagen la estructura topológica de las producciones de espacio vital creativo-autoaseguradoras. No sólo recuerda la estrecha vecindad entre unidades frágiles, sino también la clausura necesaria de cada célula de espuma en sí misma, aunque sólo puedan existir como usuarios de instalaciones de separación (paredes, puertas, corredores, calles, cercados, instalaciones fronterizas, dominios de tránsito, medios) comunes. Así, la representación de espuma evoca tanto la co-fragilidad como el co-aislamiento de las unidades apiladas en asociaciones compactas. Que coexistencia ha de ser pensada como coinsistencia es algo que en ninguna parte se ha articulado más clara y técnicamente que en ciertas concepciones de separación y trabazón de espacio de la arquitectura moderna, sobre todo en la fórmula connected isolation, propuesta por el grupo de arquitectos americano Morphosis (…) El concepto de sistemas coinsistentes pone de relieve la simultaneidad de vecindad y separación: un hecho sin cuya intelección resultan incomprensibles las grandes “sociedades” modernas.

 

202

Tránsito: Ni contrato, ni organismo

Aproximación a las multiplicidades-espacio, que, lamentablemente, se llaman sociedades

 

Los seres humanos son seres coexistentes que la mayoría de las veces no saben realmente hablar de los motivos de su coexistencia. ¿Qué es exactamente la coexistencia? Si nadie me lo pregunta, lo sé, si he de explicárselo a alguien que pregunta, no lo sé.

En principio, la coexistencia de seres humanos con otros y lo otro no contiene indicio alguno de que pudiera encerrar un problema, tanto en el plano del ser como el del conocimiento. Dado que la coexistencia constituye nuestra situación básica, todo lo que a ella se refiere viene dado, en principio, sólo como lo consabido, lo trivial, lo dado por supuesto (…)

203

La inconmensurabilidad de los extraños queda tras el horizonte (…) Todavía no tiene idea alguna de que cercanía y parentesco son gotas en un mar de distancias.

(…) Si hubiera que explicar en una palabra qué es lo nuevo en la “política”, habría que decir: la política es el invento de la coexistencia como síntesis de lo no-emparentado (…)

231

Por permanecer en las imágenes meteorológicas y climatológicas, se podría decir que las mejores panorámicas de la “sociedad” las ofrecerían aphografías o fotografías de la espuma desde gran altura.

232

Un aphograma, diluyéndose en la altura, de una “sociedad” nos pondría ante los ojos el sistema de alveolos y vecindad de las burbujas climatizadas y, con ello, nos mostraría gráficamente que las “sociedades” son instalaciones climáticas poliesféricas, tanto en sentido físico como psicológico.

(…) ¿Qué es la política social sino la lucha formalizada tanto por la nueva distribución de las oportunidades de confort como por el acceso  las tecnologías de inmunidad más ventajosas?

 

237

Capítulo I Insulamientos

Para una teoría de las cápsulas, islas e invernaderos

Desde la aparición de la novela de Daniel Defoe (…) de 1719, los europeos admitieron que los humanos son seres que tienen algo que buscar en las islas. Desde ese naufragio ejemplar la isla en el lejano océano sirve de escenario para procesos de revisión de las definiciones de realidad en terra ferma.

(…) Lo que nos interesa es una teoría esferológica de la isla, con la que se pueda mostrar cómo resultan posibles mundos interiores animados y cómo pluralidades de mundo de tipo análogo forman un bloque en forma de archipiélagos o rizomas del mar.

238

Islas son prototipos de mundo en el mundo.

241-243

Queremos describir, a continuación, las tres formas técnicas de explicación de la formación de islas que han cristalizado por el despliegue del arte moderno del aislamiento: primero, la construcción de las islas separadas o absolutas, del carácter de los barcos, aviones y estaciones espaciales, en las que el mar es sustituido, como aislante, por otros medios, primero el aire, luego el espacio vacío; después, la construcción de islas climáticas, es decir, invernáculos en los que la situación atmotópica excepcional de la isla natural se sustituye por una imitación técnica del efecto invernadero; y finalmente, las islas antropógenas, en las que la coexistencia de seres humanos, equipados de herramientas, con sus semejantes y lo demás, desencadena sobre los habitantes mismos un efecto retroactivo de incubadora. Esta última constituye una forma de insulamiento, de cuyo modelo no puede decirse que la ingeniería social consiguiera imitarlo y reconstruirlo con destreza, aunque los Estados sociales modernos -que entendemos como cápsulas integrales de bienestar- impulsaron ampliamente la sustitución de la incubadora originaria por la construcción colectiva de servicios maternales de alquiler.

La clasificación propuesta de las islas sigue el principio de Vico: que sólo entendemos lo que podemos hacer nosotros mismos. El hacer técnico es esencialmente un sustituir o protetizar. Quien quiere entender la isla ha de construir prótesis de islas que repitan todos los rasgos esenciales de las islas naturales mediante correspondencias-punto-a-punto en la réplica técnica.

244

A. Islas absolutas

Las islas absolutas surgen por la radicalización del principio de la creación de enclaves. Esto no lo pueden conseguir meros trozos de tierra encuadrados por el mar, porque éstos sólo logran un aislamiento horizontal dejando abierta la vertical. En este sentido las islas marinas naturales sólo quedan aisladas relativa y bidimensionalmente, a lo largo y a lo ancho. Aunque poseen un clima especial, las islas naturales están envueltas en las corrientes de las masas de aire. La isla absoluta presupone el aislamiento tridimensional, y con ello el tránsito del marco a la cápsula o, por utilizar la analogía artística, del cuadro pintado sobre madera a la instalación en el espacio. Sin aislamiento vertical no existe encierro alguno.

Para ser absoluta, una isla creada técnicamente tiene que prescindir también de la premisa de la fijación a un lugar y convertirse en una isla móvil. Así pues, la relatividad insuperable de las islas naturales está doblemente condicionada: por la bidimensionalidad de su aislamiento y por la inmovilidad de su situación. Una isla absoluta tridimensional y móvil necesita una revisión de la relación con el elemento del entorno. Ya no está fija en éste, sino que navega en él con relativa libertad de movimiento, nadando o volando.

(…) El hotel submarino, propulsado eléctricamente, Nautilus (…) encarna una primera proyección, técnicamente perfecta, de la idea de insularidad absoluta: un prototipo de mundo de extrema clausura e introversión (…) como si el desembarco forzoso de Robinson en el islote vacío se hubiera convertido en un exilio voluntario y la isla-prototipo atlántica se hubiera convertido en una caverna navegante (…) El submarino con libertad de movimiento, representa una prótesis insular completa (…)

Vale la pena un estudio de la Tectónica contemporánea, según estas ideas. Desde Frampton y les paquebots le corbusierianos, el Suit a loon y la chica nómada de Tokio, hasta el exilio voluntario de Koolhaas, a la luz de la teoría de la insularidad (…)

245

No obstante, los submarinos, como prótesis insulares marítimas, siguen estando emparentados con las islas naturales, puesto que comparten con ellas el elemento habitual. El aislamiento absoluto se consigue cuando se cambia también el elemento del entorno. Este es el caso de los aviones, sobre todo de aquellos que operan a grandes alturas (…) y de las estaciones espaciales que se aventuran en el no-elemento, el vacío (…)

Es decisivo para el diseño de la isla absoluta el que la excepcional situación atmotópica espontánea de las islas naturales haya de ser reconstruida modélicamente en la rigurosa situación excepcional del atmotopo artificial cerrado.

246

Si, desde el punto de vista ontológico, la astronáutica resulta importante para una teoría técnicamente ilustrada de la conditio humana, es porque constituye un ensayo de organización de tres categorías irrenunciables para el poder ser-humano: la de la inmanencia, la de la artificialidad y la del impulso ascendente. Las estaciones espaciales tripuladas son campos demostrativos antropológicos en virtud del hecho de que el ser-en-el-mundo de los astronautas sólo es posible ya como ser-en-la-estación. La importancia ontológica de esta situación reside en que la estación representa un prototipo de mundo en mucha mayor medida que cualquier isla terrena, con mayor exactitud: una máquina de inmanencia en la que el existir o poder-permanecer-en-un-mundo se hace plenamente dependiente de donantes técnicos del mundo.

254

(…)

La construcción de islas es la inversión del habitar: ya no se trata de colocar un edificio en un medio ambiente, sino de instalar un medio ambiente en un edificio. En el caso de la arquitectura en el vacío, lo que mantiene la vida es un implante integral en lo contrario a ella.

Esta situación puede reproducirse con la expresión inversión del medio ambiente o del entorno. Mientras que en la situación natural el medio ambiente es lo que nos rodea y los seres humanos los rodeados, en la construcción de la isla absoluta se da el caso de que son los seres humanos mismos quienes conciben y disponen el entorno en que han de vivir más tarde. Esto significa prácticamente contornar el contorno, envolver lo envolvente, sustentar lo que sustenta.

255

(…) En analogía con el gran proyecto biotópico-ecológico Biósfera 2 (…) se podría resumir la situación humana en la nave espacial con la expresión Ser-en-el-mundo 2.

La isla absoluta ofrece una organización ontológica experimental en la que el hominismo queda archivado: es decir, la prescindencia humano-maníaca del hecho, por lo demás evidente, de que la coexistencia de seres humanos con sus semejantes tiene lugar en un local efectivo y que los seres humanos nunca vienen desnudos y solos, sino que siempre llevan consigo una escolta de cosas y signos, por no hablar por el momento de sus parásitos constitutivos, los biológicos (microbios) y los psicosemánticos (convicciones).

¡Todo habitar es ecotécnico!

255

Antes de que este experimento no se haya retraducido al pensar cercano a la tierra, no puede llegarse a una solución razonable del problema fundamental que la metafísica clásica legó a los modernos: la emancipación del algo. En principio, es una mera cuestión terminológica si al algo depauperado se le llama materia o elemento o cosas o entorno (…)

256

(…) Vista así, la política tradicional pertenece a la época del sueño hermenéutico, en un tiempo que estuvo imbuido por un autoconsciente poder-remitirse-a-presupuestos-inexplicables. Las constituciones convencionales externalizan la nación en la que establecen un orden; ignoran a los cohabitantes no-humanos de la nación que son necesarios para los humanos; no tienen ojos para las condiciones atmosféricas, en las que y bajo las que se lleva a cabo la coexistencia de los ciudadanos y sus equipos. En los modelos de mundo del tipo de las islas absolutas, tales ingenuidades ya no son admisibles.

256-259

Citaremos a dos de los pensadores adelantados de las estaciones terrestres, en cuyo trabajo ya se aplica a la Tierra en su totalidad o a entornos locales concretos el principio del aislamiento absoluto con metáforas maduras y, en parte con modelos implantables técnicamente. En primer término hay que nombrar a R. Buckminster Fuller, quien con su Operating Manual for Spaceship Earth, de 1969, presentó los contornos teórico-sistémicos para un management global de la Tierra (…)

Tras Buckminster Fuller hay que aludir aquí al artista objetual danés Olafur Eliasson, cuyas múltiples y diversas instalaciones y montajes ofrecen la interpretación más lúcida que puede encontrarse en el arte contemporáneo del concepto de inversión del medio ambiente o del entorno. Eliasson se ha mostado como uno de los mejores artistas de a bordo en la isla absoluta en construcción, sobre todo en la exposición Surroundings Surrounded, que, junto con Peter Weibel, realizó en 2001 en el Zentrum für Kunst und Medientechnologie (ZKM) de Karlsruhe. En el título de la exposición aparece inequívocamente el giro constructivista: los entornos naturales que muestra el artista son ya, efectivamente, contornos contornados, es decir, fenómenos naturales interpretados y repetidos por la ciencia y la técnica.

(…) El museo efectivamente, se puede describir como aislador general de objetos: sea lo que sea que se vea o se experimente en él, aparece como un artefacto aislado, cuya presencia busca sintonía con una forma especializada de atención estética. Se entiende, por fin, por qué la fenomenología del espíritu, el museo y la explicación avanzada van unidos. Saber significa ahora poder-explicitar; explicitar significa poder-exponer.

260-261

B. Islas atmosféricas

La explicación del principio de aislamiento fue impulsada al máximo por experiencias con la construcción de islas absolutas. No obstante, las islas artificiales de carácter relativo son igualmente esclarecedoras para la investigación de mundos modélicos, ya que agudizan la mirada a las variables atmosféricas de medios aislados. Se puede hablar de una isla relativamente artificial cuando su posición se elige no en el vacío cósmico, sino sobre la superficie de la tierra o del mar (…)

A diferencia de las islas flotantes, en el caso de las que se asientan en tierra el desplazamiento se refiere al elemento aéreo (en medida marginal también al root medium, es decir, a la flora y fauna del terreno sobre el que se ha construido). Delimitan un enclave del aire de alrededor, aislándolo en él, y estabilizan una diferencia atmosférica permanente entre el espacio interior y el espacio exterior. Se podría hacer valer esta formulación como definición provisional y vaga de la casa, en tanto que es lícito partir del hecho de las casas, junto a sus funciones como espacio de cobijo, espacio de trabajo, espacio para dormir y espacio de reunión, también tienen siempre una función implícita como reguladoras del clima (…) La asociación entre las ideas de casa y de isla la apoya la historia de las palabras: desde el siglo II d.C. la insula latina designaba, a la vez, junto a su significado fundamental, la casa de vecindad, de varios pisos y aislada, que la mayoría de las veces habitaban los más pobres (…)

La casa-atrio romana poseía señaladas características de aislador de clima: por una parte, por el efecto respiratorio y contenedor de calor de las paredes de ladrillo (cuya anchura, de 44.5 centímetros, la fijaba la normativa legal para ladrillos secados al aire); por otra, por la situación protegida y la función ventiladora de los patios interiores, cubiertos de vede (atria), y los patios de columnas, en los que había estanques (compluvia) que recogían el agua de lluvia de los tejados (impluvia). En las casas de los acaudalados se podían encontrar, desde el siglo I a.C., calefacciones de suelo, que a través de canales cerámicos conducían por los suelos, y a veces también por las paredes, el aire caliente producido por un horno instalado en la cocina (calefacción de hipocaustos).

Islas atmosféricas terrestres, sin embargo, en el estricto sentido de la palabra, sólo las hay desde el siglo XIX, cuando la construcción con hierro fundido y cristal hizo que apareciera un tipo completamente nuevo: el invernadero de cristal.

264

(…)

En sus invernaderos los europeos comenzaron una serie de experimentos con éxito sobre las implicaciones botánicas, climáticas y culturales de la globalización.

266

(…)

Con sus esfuerzos por mantener el registro climático de inmigrantes vegetales procedentes de latitudes australes, los biólogos, arquitectos, fabricantes de vidrio y amantes de las orquídeas del siglo XIX no sólo se internaron cada vez más explícitamente en la praxis de las islas climáticas artificiales (…) Dieron a luz (…) un principio de conformación de espacio y de control atmosféricos del espacio, cuyo despliegue se extiende a lo largo de todo el siglo XX (…)

269

(…) Si hubiera que caracterizar en una palabra lo propio de Biósfera 2, habría que llamarla un homenaje a la artificialidad: un delirio cápsula, que va más allá de las normales construcciones-invernaderos en muchos aspectos.

275

C. Islas antropógenas

Si en el caso de la isla absoluta se elimina el mar como elemento-entorno y se sustituye por el vacío, mientras en la isla climática se reformulan los hechos atmosféricos, en la isla antropógena son los factores humanos los que hay que considerar como variables. En esas configuraciones se trata de entender cómo seres humanos se convierten en nesiotas o isleños; o lo que significa lo mismo, cómo seres vivos que habitan en islas se convierten en seres humanos gracias al efecto sin par de su aislamiento. Según el consenso actual de los paleontólogos, la sabana africana es el área en la que se llevó a cabo la hominización de una antigua especie de mono arborícora; en consecuencia, esa región ha de ser descrita de tal modo que pueda ser entendida como el elemento-entorno reprimido de las islas antropógenas, que hicieron vida nómada en ella. Desde ese punto de vista, esa estepa de hierba aparece como el mar del que emergen los antropoides. Así pues, el acontecimiento primario de la protohistoria, la génesis del ser humano, encierra, sobre todo, un misterio topológico. En la aparición del ser humano el lugar ha de explicar el hecho, el escenario del acontecimiento proporciona la clave de lo que sucedió en él.

275-276

(…)

Nuestro propósito, derivar el hecho humano de la autoinclusión espontánea de islas inteligentes de tipo desconocido -las llamaremos las islas del ser-, podría considerarse logrado en cuanto se exponga con suficiente detalle cuándo y por qué la coexistencia primitiva de homínidos con sus semejantes y con los demás produce un efecto de autoaislamiento, que prepara los decorados para la génesis del ser humano.

277-278

(…)

Partimos de la tesis de que la arquitectura constituye una reproducción tardía de configuraciones espontáneas de espacio en el cuerpo grupal. Aunque el hecho humano se base en un efecto invernadero, los invernaderos primarios antrópicos no poseen, en principio, paredes y tejados físicos, sino, si se pudiera decir así, sólo paredes de distancia y tejados de solidaridad. El ser humano, el animal que tiene distancia, se yergue en la sabana: así consigue la perspectiva del horizonte.

278

(…) El antropotopo surge del ensamblaje de una plétora de tipos de espacio de cualidad específicamente humana, sin cuya apertura simultánea no sería imaginable la coexistencia de seres humanos con sus semejantes y con el resto en un todo común.

279

(…) La isla humana es una estación espacial que nos envuelve como nuestro primer “mundo de la vida”.

(…)

En estado de desarrollo mínimamente completo la antroposfera es determinable como un espacio de nueve dimensiones. A ella pertenecen, como aportaciones configuradoras de mundo, imprescindibles cada una de ellas en su caso, las siguientes dimensiones o topoi:

1 el quirotopo, que incluye el ámbito de acción de las manos humanas, la zona de lo que está entre ellas y a su disposición, el entorno de acción (acción manual en sentido literal), en el que se producen las manipulaciones objetivas primarias, los primeros lanzamientos, golpes y cortes, los primeros efectos característicos,

2 el fonotopo (o logotopo), que genera la campana vocal bajo la que los convivientes se oyen unos a otros, hablan unos con otros, se reparten órdenes unos a otros e inspiran unos a otros,

3 el uterotopo (o histerotopo), que sirve para la generalización del ámbito maternal y para la metaforización política de la gravidez, y produce una fuerza centrípeta, que incluso en unidades más grandes, será experimentada por los incluidos en ellas como sentimiento de pertenencia y fluido existencial común,

4 el termotopo, que integra al grupo como receptor originario de lo beneficios de la repartición de los efectos de hogar, que representa la matriz de todas las experiencias de confort y a causa de los cuales es dulce la patria,

5 el erototopo, que organiza el grupo como el lugar de las energías eróticas primarias de transferencia, y le pone bajo estrés como dominio de celos,

6, el ergotopo (o falotopo), en el que una fuerza paternal o sacerdotal de definición, con efectos en todo el grupo, genera un sensus communis, un decorum (una convivencia) y un espíritu de cooperación, desde el que se formulan obras (erga, munera) comunes, fundadas en la necesidad, y se distinguen funciones laborales, hasta el enrolamiento de los miembros en el máximo estrés, la guerra, que se entenderá como la obra fundamental de una comunidad elegida para la victoria,

7 el alethotopo (o mnemotopo), por el que un grupo en aprendizaje se constituye como custodio de su continuum de experiencia y se mantiene en forma como depósito central de la verdad con su propia pretensión de validez y su propio riesgo de falsificación,

8 el thanatotopo o theotopo (o bien, iconotopo) que ofrece a los antepasados, a los muertos, a los espíritus y dioses del grupo un espacio de revelación o un teclado semiótico para manifestaciones significantes del más allá,

9 el nomotopo, que vincula recíprocamente a los coexistentes por “costumbres” comunes, por reparto del trabajo y expectativas recíprocas, con lo que, por el intercambio y el mantenimiento de la cooperación, aparece una tensegridad imaginaria, una arquitectura social compuesta de expectativas, apremios y resistencias mutuos, en una palabra: una primera comunión.

357

9 El nomotopo -Primera teoría constitucional

Del mismo modo en que cada grupo genera involuntariamente su autoclausura en su propio mundo sonoro, como si mantuviera oculto tras un cercado de incomprensibilidad, así se aísla espontáneamente toda unidad cultural por su modus vivendi o su constitución normativa.

383

Capítulo 2 Indoors

Arquitecturas de la espuma

 

A. Donde vivimos, nos movemos y somos. De la arquitectura moderna como explicitación de la estancia

Si hubiera que explicar de forma brevísima qué modificaciones ha producido el siglo XX en el ser-en-el-mundo humano, la información rezaría: ha desplegado arquitectónica, estética, jurídicamente la existencia como estancia; o más simple: ha hecho explícito el habitar. La arquitectura moderna ha desmontado en elementos, abordándola de nuevo, la casa, ese aditamento a la naturaleza posibilitador de seres humanos (…)

384-385

(…)

La auténtica “revolución del espacio” del siglo XX es la explicación de la estancia o de la demora humana en un interior por la máquina para habitar, el diseño del clima, la planificación del medio ambiente (hasta llegar a las grandes formas que llamamos colectores), así como la exploración de la vecindad con las dos estructuras espaciales inhumanas, antepuestas y asociadas a la humana, la cósmica (macro y micro) y la virtual (…) Mientras que tradicionalmente los habitáculos constituían el trasfondo sustentador de procesos vitales, en el aire cortante de la Modernidad la inversión del mundo también alcanza a la existencia “mundano-vital”. Las obviedades del habitar ya no consiguen mantenerse en el trasfondo. Aunque no siempre proyectemos casas y viviendas al vacío: habrá que formularse en el futuro tan explícitamente como si fueran los parientes más próximos de la cápsula espacial.

385

De aquí se sigue la definición de la arquitectura de la Modernidad: es el medio en el que se articula procesualmente la explicación de la estancia humana en interiores construidos por el ser humano. Según ello, la arquitectura representa desde el siglo XIX algo que en el decenio previo a la revolución de Marzo de 1848 se hubiera denominado una “realización de la filosofía”. Por hablar de nuevo con Heidegger: la arquitectura consuma la localización [Er-Örterung] del ser-ahí (…) Bajo las condiciones vigentes, un lugar es: una porción de aire cercada y acondicionada, un local de atmósfera transmitida y actualizada, un nudo de relaciones de hospedaje, un cruce en una red de flujos de datos, una dirección para iniciativas empresariales, un nicho para auto-relaciones, un campamento base para expediciones al entorno de trabajo y vivencias, un emplazamiento para negocios, una zona regenerativa, un garante para la noche subjetiva. Cuanto más avanza la explicación, tanto más se parece la edificación de viviendas a la instalación de estaciones espaciales (…)

387

1 El estar retenido; lugar de parada y almacén

Desde que la Modernidad ha elaborado formas arquitectónicas especiales para asistir a los seres humanos en situaciones en las que están retenidos, puede decirse en un lenguaje frío qué son esencialmente los habitáculos. Pertenece a los característicos gestos confortantes de la Modernidad el que fuera capaz de crear, para viajeros sin enlace inmediato, las formas arquitectónicas nunca vistas, de lugares de parada protegidos y salas de espera climatizadas, como si les importara admitir que a los seres humanos les resulta la espera demasiado ingrata como para no aventurarse al intento de aminorar sus apuros con un mínimo de confort. Con suficiente libertad de abstracción puede reconocerse que, en principio y la mayoría de las veces, también las casas son lugares de parada; con mayor exactitud: salas de espera, en las que pasa el tiempo hasta la llegada de un acontecimiento exactamente previsto.

390

(…) Quien acepta esperar a la planta tiene que instalarse en una jaula en la que domina la lentitud. Por eso la primera casa es una máquina para habitar un tiempo que se hace largo (…)

Así pues, habitar significa, al principio, existir pendiente de la cosecha en una estación de cereales (…) Según eso, la casa de los primeros campesinos sería un reloj habitado.

(…) Es verdad que la casa contiene la cabaña primitiva y la supera en tanto que adopta sus funciones (…) Al contrario, la cabaña no puede contener nunca la casa porque no tiene proyecto alguno de cosecha y se agota en proporcionar abrigo día a día.

394

2. Receptores, instalaciones de habituación

(…) Desde éste se desarrolla un segundo estadio, cuya señal característica aparece en cuanto la espera a lo que madura se amplía a signos que anuncian lo que se acerca y sucede junto a nosotros. La modernidad ha proyectado la espera receptiva de signos en artificios técnicos, tales como aparatos de radio y teléfonos, cuya existencia permite decir retrospectivamente lo que las casas humanas han sido desde otro punto de vista, a saber: estaciones receptoras de misivas desde lo insólito (…) los seres humanos habitan instalados en una trivialidad tal que sólo ella les permite diferenciar lo no-trivial.

396

(…) las viviendas son estaciones terapéuticas ontológicas para seres que pueden enfermar de insuficiencia de sentido: filtros frente al nihilismo, sanatorios para el tratamiento de transtornos del aparato significativo.

398

(…) la vivienda aparece como generador de redundancia como máquina de hábito, cuya tarea es dividir en familiares o no-familiares la masa de las señales que llegan “del mundo”, candidatas a ser significativas. En ese sentido, la vivienda es una agencia para la determinación de señales utilizables (…) Así, la vivienda sólo hace a sus moradores propiamente capaces de existencia en tanto que los provee de la primera diferenciación que marca una diferencia: la que hay entre lo habitual y lo excepcional (…)

Modernidad significa: también el trasfondo se hace producto, lo evidente es víctima de la escasez, lo acostumbrado se descompone en un campo de tareas articuladas y proyectos técnicos (…)

399

No considerar nunca completamente garantizadas las repeticiones es el comienzo de la sabiduría.

 

3. Sumersión e inmersión

402

Si la vivienda emerge en el museo, resulta sorprendente la entrada en la vivienda o la inmersión en ella como tal: la emergencia de la vivienda habitual en el museo convierte en tema la inmersión del visitante en ella. Sólo faltaría exponer con ella a los moradores para llevar a cabo la exposición total.

403

La instalación se manifiesta, así, como el instrumento más poderoso del arte contemporáneo para colocar en el espacio de observación situaciones sumergentes como un todo (…)

406

(…) también el diseño del espacio, como antes de él la arquitectura, remite a la inquietud trivial de pertenecer, permanente u ocasionalmente, a un entorno configurado completamente por seres humanos. Esas artes explicitan la estancia en lugares con ayuda de montajes de inmersión, que no son otra cosa que propuestas de esclavizamiento para consumidores de la situación total. Por ellas, el habitar se explica como una bienvenida sumisión al ambiente.

407

4 Viviendas como sistemas de inmunidad

408

Esta dimensión casi higiénica de la conformación existencia originaria de espacio, como mejor puede explicarse es por una frase, que en principio no suena plausible, de La poética del espacio de Gaston Bachelard: “En su germen toda vida es bienestar” (…)

Desde el punto de vista inmunológico, habitar es una medida de defensa por la que se delimita un ámbito de bienestar frente a invasores y otros portadores de malestar.

 

415

5 La máquina para habitar o: El-sí-mismo-espacio movilizado

(…) la definición de ingeniero de la vivienda como máquina para habitar. Esta infausta expresión, que Le Corbusier introdujo (…) que compendia los modelos técnicos que corresponden al stand del arte en asuntos como estar-consigo, administración del tiempo, configuración del hábito, diseño del clima, inmunización, gestión de la ignorancia, autocomplementación y co-aislamiento.

416

La máquina para habitar es inequívocamente una concesión del símbolo de persistencia casa al “carácter absoluto de movimiento del mundo” en la época del dinero.

418

(…)

Con la casa-vehículo la simetría entre edificar y desmontar se eleva a un ideal pragmático. El edificio se presenta ahora como una hipótesis (…) El Lissitzky ha articulado programáticamente en sus escritos de teoría arquitectónica la tendencia antigrave del nuevo modo de construcción:

Una de nuestras ideas de futuro es la superación del fundamento, de la sujeción a la tierra… (esto) requiere la superación de la fuerza de gravedad misma. Requiere el cuerpo flotante, la arquitectura físico-dinámica.

418-419

(…) Las frecuentes alusiones de Le Corbusier al automóvil y al trasatlántico (…) implican la comprensión correcta de la definición de las nuevas casas como vehículos. En consecuencia, hay que entender, en primer término, los solares edificados como aparcamientos (…)

419

(…) Si se quisiera formar un supraconcepto común para las viviendas de nuevo tipo y sus correspondientes vehículos se llegaría a la expresión socio-móvil: coche del pueblo y contenedor de grupo al mismo tiempo.

421

(…)

Como máquina para habitar es, a la vez, máquina para mudanzas; y demuestra la independencia del contexto. Con esto pierde su validez la tesis neo-ontológica de que una casa constituyen un punto medio artificial entre ser humano y naturaleza, que, por su esencia, habría de actuar conciliadoramente (…) Donde antes había naturaleza, ahora es preciso que haya infraestructura.

425

(…)

El proyecto de Fuller profetiza exactamente, pues, aunque de forma inteligentemente distanciada, las tendencias de habitáculo y estilo de vida, que comenzaron a imponerse, así y todo, a partir de su tiempo: aboga por una casa, toda ella proyectada como máquina de confort y cuya primera virtud consiste en dejar a sus habitantes las manos libres para el consumo.

426

La explicación del habitar por analogías con el vehículo se ha llevado a cabo una segunda vez, por decirlo así, a la sombra de la vanguardia: en un espacio sin teoría y sin arte: la miseria analiza a su modo las estructuras elementales del habitar. En un mundo en el que la huida y la deportación se convirtieron en fenómenos masivos, hubieron de ensayarse en gran escala y en gran número improvisaciones de habitáculos provisionales. Así apareció el mundo de los campos de concentración, que, en cualquier balance que se haga del siglo XX, habrá que contar siempre entre sus síntomas principales (…) Como el tiempo existencial sin cualidad fue explicitado en los años veinte del siglo XX como ser-para-la-muerte, así, desde los años cuarenta, la estancia-en-algo sin cualidad, como ser-en-el-container.

427

6 Management de direcciones, emplazamiento de consumo, regulación del clima

En tanto que el “habitar” en un campo de concentración substrae a los ocupantes la libre elección del lugar y aniquila a la “persona” autónoma, aparece ex negativo una nueva dimensión de la estancia explicitada: por afirmación del ser-ahí a un lugar determinado el habitar se define y despliega como un residir. Elegir una residencia significa comprometerse con el mantenimiento de una dirección (…) era inmediatamente evidente para los nobles que la dirección es el mensaje.

427-428

(…) el refinado giro de “casa inteligente” significa algo más que una frase de propaganda. El habitar explicitado en dirección a la inteligencia hace de la vivienda una agencia: emplazamiento y encrucijada para agentes, programas artificiales negociadores, que interaccionan con consumidores finales humanos.

“Habitar significa… tener acceso”

428

Notemos que las condiciones habitacionales post-agrarias y ya no artesano-gremiales se distinguen casi generalmente porque están construidas (al menos para la parte asalariada del hogar) sobre la separación de lugar de trabajo y vivienda. Aquí aparece un nuevo aspecto del habitar explicitado, por el que se le determina expresamente como no-trabajar (…) La sociología de la sociedad de sensaciones pone el acento, por el contrario, en el habitar contemporáneo como medio para la representación y regeneración de identidad: así como en el papel de la vivienda como campamento base para incursiones en la escena de las sensaciones. La vivienda se cualifica cada vez más inequívocamente como el lugar en el que los individuos se entregan a su vocación de autorrealización en la inmanencia pura. Autorrealización es una expresión camuflada para autoconsumo (…) Viviendas son emplazamientos para empresario de sensaciones, es decir, “máquinas de deseo, que maximizan sensaciones por unidad de tiempo”.

430-431

A la vista de las prácticas de habitamiento del siglo pasado salta a la vista el hecho de que la definición práctica de la máquina para habitar (…) había de convertirse más bien en asunto de bricoladores que de arquitectos. La implantación masiva de machines à habiter se lleva a cabo (…) en los barrios miserables inflacionarios, situados al borde de las grandes ciudades del -así llamado después de 1950- Tercer Mundo, donde surgieron gigantescos pueblos de superficie amorfo-aditivos, cercanos al punto cero arquitectónico, improvisaciones con materiales casuales como hojalata, cartón, paja, barro y madera (…) receptáculos construidos por uno mismo para el dominio del estado de excepción permanente, testimonios tanto de la indestructibilidad de la necesidad humana de habitáculo como de la creatividad arquetípica, con la que, aun bajo las condiciones más precarias, se manifiesta el anhelo de la cabaña, de esa primera articulación arquitectónica de la exigencia de interior.

432

B. Construcción celular, egosferas, autocontainer

 

Quien estudia la historia de la arquitectura reciente en su conexión con las formas de vida de la sociedad mediatizada reconoce inmediatamente que las dos innovaciones arquitectónicas con mayor éxito del siglo XX, el apartamento y el estadio deportivo, están en relación directa con las dos tendencias sociopsicológicas más amplias de la época: la liberación de individuos, que viven solos, mediante técnicas habitacionales y mediáticas individualizantes, y la aglomeración de masas, igualmente excitadas, mediante acontecimientos organizados en grandes construcciones fascinógenas. No hacemos hincapié, por el momento, en que la síntesis afectiva e imaginaria de la “sociedad” moderna se produce más bien por medios de masas, es decir, por integración telecomunicativa de no-reunidos, que por reunión física, mientras que la síntesis operativa se regula por relaciones de mercado.

 

1. Célula y burbuja de mundo

El apartamento moderno -del que se habla en la bibliografía también como vivienda de una habitación o, con mayores pretensiones, como vivienda de un espacio- materializa la tendencia a la formación de celular en la que se puede reconocer el análogo arquitectónico y topológico del individualismo de la sociedad moderna.

433

(…)

Definimos el apartamento como forma egosférica atómica o elemental, y, en consecuencia, como burbuja celular del mundo, de cuya repetición masiva surgen las espumas individualizadas.

(…)

Para acercarse al fenómeno apartamento hay que percibir su estrecha conexión con el principio de la serie, sin el que no puede pensarse el tránsito del construir (y del producir) a la era de la fabricación y prefabricación masivas.

435

(…) No es casualidad que la arquitectura de apartamentos se desarrollara en simultaneidad histórica con las fenomenologías de Husserl y Heidegger: tanto aquí como allí se trataba del anclaje del individuo reflexivo en un medio de mundo radicalmente explicitado. La existencia en una vivienda unipersonal no es otra cosa que el ser-en-el-mundo en un caso particular o la re-sumerción del sujeto, antes aislado a propósito, en su llamado “mundo de la vida” bajo una dirección o domicilio espacio-temporalmente concretos.

443

2 Autoemparejamiento en el hábitat

444

Se puede hablar de la existencia de una egosfera cuando su habitante ha desarrollado costumbres elaboradas de autoemparejamiento y se mueve en un proceso constante de diferenciación de sí mismo (es decir, en un proceso de “vivencias”). Se malentendería una forma de vida así si sólo se la quisiera asimilar a la característica “vivir solo”, en el sentido de falta de compañero y falta de complementación humana. Considerando las cosas con mayor detenimiento, la no-simbiosis con otros, que practica quien vive solo en el apartamento, hay que interpretarla como autosimbiosis.

 

459-460

C. Foam city

Macrointeriores y edificios urbanos de congresos explicitan las situaciones simbióticas de la multitud

Si la proposición “Cada uno es una isla” casi se ha hecho verdadera en las metrópolis modernas para la mayoría de la población, ¿cómo es posible, entonces, seguir pensando en la “sociedad”? Mientras que las agencias del análisis de lo real trabajan en una mera exposición de los individuos en sus propios domicilios, las agencias de la síntesis social se dedican a la tarea de articular las formas generales bajo las que los insulados son aunables en unidades interactivas. Por eso la expresión “comunicación” posee un tono evangélico en todos los discursos contemporáneos: es la palabra redentora de quienes buscan la salvación en la vinculación, más exactamente: en el intercambio simbólico y en compromisos transaccionales, mientras que en otro tiempo, durante el largo siglo marxiano, se la esperaba del “trabajo”, de su distribución y su recombinación.

460

(…) sea cual sea en cada caso el género de insularidad de los individuos instalados consigo mismos, se trata de islas co-aisladas y conectadas a redes, que han de estar unidas a islas contiguas, momentánea o crónicamente, en estructuras medianas o más grandes: en una convención nacional, una love parade, un club, una logia masónica, un colectivo de empresa, una reunión de accionistas, un público de una sala de conciertos, un vecindario suburbano, una clase escolar, una comunidad religiosa, una multitud de automovilistas en caravana, una asamblea delirante de contribuyentes. Si, tanteo en sus concentraciones episódicas como en sus simbiosis duraderas, describimos esos conjuntos como espumas, es para formular un enunciado sobre la relativa compacidad de conglomerados de vida co-aislados o alianzas: una compacidad que siempre será mayor que la de los archipiélagos (que, por lo demás, ofrecen una metáfora concluyente de multiplicidades insuladas), pero menor que la de las masas (en las que entran en juego las asociaciones engañosas de agrupaciones de unidades que se rozan físicamente, como pasta, arena y sacos de patatas).

Que imágenes falsas puedan hacer historia lo muestra el moderno concepto político de masa, cuyo or+igen metafórico, la idea de “masa” conformable y efervescente (…) ha posibilitado durante dos siglos las sugerencias más perniciosas. Al hacer revisión del vocabulario del siglo XX no sólo habrá que retirar de la circulación la expresión revolución, sino también el concepto de masa.

462

(…) Precavidamente, la metáfora de la espuma hace observar que no hay propiedad privada total de los medios de aislamiento: al menos una pared de separación es posesión común con una célula-mundo colindante. La pared común vista siempre por el lado propio, constituye el mínimum inter-autista. Todo lo que va más allá de esto, puede valer ya como fenómeno simbiótico.

 

1 Asamblea nacional

Cuando uno se ha convencido de que el modus vivendi, es decir, el ritmo de desarrollo, de la “sociedad” moderna se basa en un acto doble -la descomposición y su recombinación en conjuntos cooperativos-, salta a los ojos hasta qué punto en la fórmula “entrada de las masas en la historia” se articula también una problemática arquitectónica.

 

475

2 Los colectores: Para la historia del renacimiento del estadio

Se puede afirmar que el totalitarismo moderno es un producto del consenso del estadio: en un fonotopo agitado, en el que cien mil voces colocan una campana de ruido sore los reunidos, surge el fantasma de la unanimidad

 

 

 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sautu, Ruth (2005): Todo es Teoría. Objetivos y Métodos de Investigación (parcial)

Pallasmaa, Juhani (2018): Habitar.

Allen, S. (2009). Del objeto al campo: condiciones de campo en la arquitectura y el urbanismo